Un lugar lleno de estantes 29zrdle

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Sáb Jun 11, 2011 6:02 pm
En
cuanto Luka dio con la puerta de aquella famosa biblioteca, entró tan rápido
como sus pies se lo permitieron procurando que sus pasos no pasaran de llamarse
“caminar”, le entusiasmaba la idea de entrar a una biblioteca sin importar cual
fuera y siendo esa una muy famosa por su contenido, era de esperarse que emoción
apenas podía ser contenida.



Miles
de veces había entrado a diversas bibliotecas, nadie en el mundo se sabía mejor
el reglamento general de una biblioteca que ella y nadie en el universo las
seguía mejor al pie de la letra… a excepción de cierta acción.



Luka había
escondido el libro de pastas verdes entre su ropa, se había vuelto una experta
en ello y solo con ropa holgada lograba meter los volúmenes extensos. En éste
caso se trataba de un pequeño libro de no más de 150 páginas que en su estancia
en el barco, al ser el único que portaba, lo había leído más 100 veces.



Caminó
por los pasillos con estantes llenos de libros, veía cada uno como si cada uno
fuera una joya más valiosa que la anterior, sus ojos color de mar destellaban
al posarse en cada uno de los títulos. Apenas observó los primeros 5 libros que
captaron sus ojos cuando ya estaba tomando un volumen diferente de cada libro cargando
todo los que aguantaba y llevándolos hasta una mesa.



Al ser
tan apasionada a la lectura, está por demás decir que tenía una rapidez para
leer más alta del promedio. Se quedó en aquella biblioteca leyendo libro tras
libro alimentando su cerebro con historias de diferentes lugares legendarios y
otros tantos aún vivos. Estuvo en la biblioteca todo el día y como era
costumbre de ella, cada vez que tenía semejante cantidad de libros a su
alcance, se olvidaba de comer y a veces de dormir con tal de seguir leyendo. En
esta ocasión, no tuvo más remedio que quedarse sólo hasta la media noche, pues
al parecer los comerciantes si habían logrado reportarla y las autoridades del
lugar la buscaban.





— Tks, debería
ser delito interrumpir la lectura de una persona —
decía entre dientes cerrando
el último libro que sus ojos habían visto
— Pero no me iré de aquí con las
manos vacías.





Tomó
dos libros de una cantidad parecida al que ella llevaba escondido, ambos de
pastas negras y al escuchar que los policías entraban al lugar, se escondió
entre los estantes. Entre el laberinto de libros, vio a alguien más, otro arqueólogo
seguramente, que se hallaba trabajando hasta tarde. Vio en la silla de su
colega una chamarra que tomó sin ser vista, se la colocó escondiendo su
cabellera en el sombrero que tomó de “objetos perdidos”, escondió los libros
que tomó entre sus ropajes y finalmente dejó el libro de pastas verdes en uno
de los estantes.



Era
costumbre de ella que sin dinero, solía dejar sus libros en los estantes de las
bibliotecas que visitaba a cambio de otros, claro está, que usualmente esos
libros tienen mecanismos para identificar que habían sido sacados sin permiso
de los establecimientos, pero a la fecha, Luka había pasado inadvertida ante
estos sistemas, pues sabía como evadirlos.



Los
policías la vieron pasar, pero la descripción de “una delgada joven de larga
cabellera rosada y vestidos obscuros”, no concordaba con la persona que veían,
era una mujer sin duda, con el cabello castaño y corto. Era extraordinario como
con algo de ingenio, el engaño visual de la lejanía y un cuello alto cortado y
bien acomodado en el sombrero podría crear el efecto de cabello.



Luka
salió de la biblioteca sin que se le encontrase ningún libro, en cuanto se alejó
unos metros de las puertas de la biblioteca, echó a correr. Al no encontrar
nada, los policías sospecharon de la joven castaña y fueron a seguirla fuera,
pero era demasiado tardo, aquella muchacha se hallaba de polizona en un barco
del que ella desconocía su destino, le era suficiente tener ese par de libros
en las manos y en su escondite en la carga del barco, se sentó en un rincón a
leer con la escasa luz que llegaba de los faros exteriores.
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