[Prólogo] Recuerdos en la tormenta

El día que acontecía era demasiado lluvioso. Parecía que el cielo y las nubes se hubieran puesto totalmente de acuerdo para reflejar el entristecido estado de ánimo de Laramie. La lluvia golpeaba con fuerza el suelo y azotaba cada umbral y ventanal. Todos corrían: madres, hijos, mercaderes ambulantes, trovadores...intentando refugiarse de la humedad y el frío, metiéndose en escondrijos, casas o cualquier taberna de mala muerte para salvaguardarse del molesto diluvio acompañado de frío y una niebla que lentamente andaba por la ciudad, nublando la visión de todo aquel que se encontrara en el exterior.

Laramie se encontraba en la biblioteca de la ciudad, como era de costumbre, entre libros y pergaminos antiguos el joven arqueólogo investigaba y aprendía un poco de todo: Civilizaciones antiguas, reliquias, personajes históricos. Cualquier cosa en referencia a este tema era bien recibida en su cabeza y mente, le enriquecía culturalmente y ampliaba sus conocimientos en los diferentes campos de la arqueología. Frente a él, en la mesa de la biblioteca donde se ubicaba, tenía varios montones pequeños de diferentes libros, y a un lado, diferentes pergaminos. La mente del rubio se dejaba llevar por la información y las historias contadas en todos esos impresos, fascinantes momentos y leyendas que permitían alejarse de la cruda realidad y estar en su propio mundo.

Un relámpago descendió veloz en el cielo oscuro y con este el estruendo del trueno cual rugido de león, imponente. Los pies de Laramie se volvieron a poner en tierra, su mente regreso de "su mundo" como él llamaba, a causa del fuerte sonido del trueno, que se oyó tan cercano que un susto se llevó, provocando que se le cayera el libro que portaba en sus manos sobre la mesa. No se lo había esperado, lo que fue peor para su corazón que latía a un ritmo mayor que de costumbre. Sí, odia los truenos, son de las pocas cosas que pueden hacer que se desconcentre de su lectura.

-Será mejor tomarse un pequeño descanso -pronunció para sí mismo, mientras tomaba sus gafas por el lateral con sus dedos índice y pulgar, depositándolas sobre la mesa al tiempo que con los dedos de su siniestra frotaba sus ojos con suavidad. -Maldita tormenta...

Con la mente y la visión más despejada, el joven arqueólogo cerró sus libros y enrolló los pergaminos que las historias le contaban, para así tomarse un descanso de su lectura. Los continuos relámpagos y el azote del viento componían una sinfonía que amargaba su capacidad de concentración. Si tan sólo se tratase del sonido de la lluvia, lo consideraría un sonido relajante que armonizaría con su lectura, más ese no era el caso en el que se encontraba. Tan sólo ruido y estruendo era lo que sus oídos captaban de la situación climatológica que acontecía en el exterior de la biblioteca en la que se encontraba.

Cómo si el propio destino lo hubiese mandado a amargar su tarde de lectura, un sonido exclamatorio aconteció en el silencioso centro de lectura, casi pareciendo por su propia voluntad de importunar que la ventana tras Laramie se abriera de par en par, trayendo consigo una borrasca de viento y lluvia. El causante de tal comentario que fue silenciado por la llamada de atención de la bibliotecaria con su seseo, era un joven de extravagante y elegante apariencia al mismo tiempo. Aunque desde la zona de visión del chico sumado a su litimación óptica sin sus gafas, tan solo un traje rojo pudo distinguir.
Raudo antes de que sus libros y pergaminos se estropeasen por la lluvia o saliesen volando por el viento, se puso en pie cerrando la ventana con cuidado de no hacer un fuerte ruido y asegurando bien los pestillos que la mantenían cerrada y así evitar otro accidente como ese.

Habiéndose por unos segundos olvidado de la presencia de aquel hombre trajeado, poco después de haberse vuelto a sentar pudo ver cómo, de entre todas las mesas, se sentó en la que se encontraba el de rubios cabellos, ¿sería por algún motivo en especial? pues parecía que este no iba a ser su día de lectura con tales inconvenientes que le rodeaban.
Sin vocablo alguno pronunciado por sus labios, se sentó frente a este, cruzó sus piernas y podía notar como le observaba, ya que al contrario que él, Laramie se encontraba colocándose nuevamente sus gafas, dirigiendo ahora, una mirada hacia el nuevo sujeto. Teniéndolo más cerca podía apreciar rasgos más distintivos y llamativos, entre ellos su cabello de punta de un color apagado y singular, además de los múltiples piercings blancos que adornaban su rostro. Y sin más, los labios de su contrario comenzaron a moverse y su palabras salían unas tras otras, como si alguien le hubiese preguntado.

-¿No es obvio? Están leyendo, es una biblioteca...-replicó en un tono serio, mientras señalaba los libros con su índice. Quizás la segunda frase del hombre, fue la que peor le sintió con creces al arqueólogo, sintiendo incluso inútil responderle, más no podía evitarlo. -Poco me importa lo que hagan los demás con sus vidas...-volvió a responder tajante, mientras pasaba las páginas de uno de sus libros, sin leerlo, tan solo por disfrutar del tacto del mismo.

Al levantar su rostro un momento, vio como el hombre intentaba gastarle una broma, simulando un disparo con el rifle acompañado del sonido de un relámpago, de un modo fallido. La mirada del chico se mantuvo serena, tan sólo provocó que cerrara sus ojos al oír el estruendo que tan poco le agradaba, deseando que acabase. Una cosa tenía clara, ese tipo no estaba en la biblioteca para leer.
Volviendo a pronunciar palabra, como si no pudiese evitar expresar su opinión sin que nadie se la pidiese, volvió a expresarse en un tema del que notoriamente no tenía demasiada idea, más no estaba del todo equivocado.

-Cierto es que allá fuera se aprende y vive todo con mayor perspectiva, claridad y en primera persona, obviamente. -acató, mientras un leve suspiro fue liberado.- Pero los libros te muestran cosas que la realidad no puede, mi mejor amigo siempre será un buen libro...

Las carcajadas dadas por el hombre de traje elegante provocaron que el rubio se llevase su diestra a su entrecejo, frotando sus dedos en la misma zona de la frente, más que una risa lo consideró un ruido molesto entre tanta tranquilidad como acontecía siempre en la biblioteca. Era obvio que ese sujeto solo se estaba cobijando en la lluvia, pero ¿por qué Laramie como objetivo para su diversión? pues parecía que tan solo se aburría y pretendía molestarlo para su propia diversión. Pero, si pensaba que con esas acciones iba a molestar al arqueólogo, lo llevaba claro. Hacer enfadarle sería algo muy difícil para cualquier persona, aparte del hecho de que ignora casi al cien por cien a las demás personas, sobre todo si desea hacerlo, como si tan solo fueran productos de su imaginación a los que, cerrando los ojos, haría desaparecer. Aunque no sería tan fácil de ignorar como le gustaría, tan solo pretendía estudiar, algo que ese día no le estaba permitiendo.

-Me parece que no me has entendido...-suspira con cierta desgana al tener que explicarse en algo que consideraba obvio, por lo menos por su parte. -Tan sólo lo decía de un modo metafórico, por la compañía que me dan y siempre me han dado, cuando nadie más lo hacía...-terminó por aclarar con cierta tristeza en sus ojos que no despegaban la vista del libro que tenía entre sus manos, acariciando la portada con sus dedos.

Ante el disparo sin motivo de aquel hombre haca uno de los libros que habían en la mesa cercana a la que se encontraban, el muchacho apretó sus ojos involuntariamente, como un acto reflejo. Posteriormente levantó su rostro hacia el sujeto de los piercings y sonrió irónicamente, contradiciendo la actitud que seguramente esperaba el chico, mientras cerraba el libro de entre sus manos y los colocaba apilándolos. ¿Por qué? porque no tenía más que hacer en aquel lugar, ni el clima ni el sujeto le estaban permitiendo estudiar ese día, ¿para qué perder el tiempo? Una vez recogidos sus libros y pergaminos entre sus brazos procedió a colocar cada uno en su lugar correspondiente en cada estantería con tranquilidad, ignorando lo que el otro hacía después de levantase la vez anterior.

-Por suerte la posada no está muy lejos de la biblioteca...-resopló con sus labios en dirección ascendente, haciendo que su cabello saltara.