El prólogo de una vida dedicada a la justicia.

Andando por el mundo, sin una orientación mas que volverse fuerte para limpiar los pecados de los seres corruptos del gobierno, aun joven, sin un rumbo fijo, necesitaba mejorarme a mi mismo tanto física como mental mente, a lo lejos pude divisar una especie de granja, granero, choza, pozo de agua lo que parecía ser un cultivo, no tuve demasiados problemas para decidir que haría, estaba sediento, necesitaba agua y ellos tenían, utilizaría mi cortesía y educación, ademas de algunos berries para conseguir algo de agua y de ser posible algo de comida.

Fue entonces que caminando a paso constante u suave sobre el grácil y verde pasto acorte la distancia entre yo y la granja, al parecer nadie estaba trabajando en las cosechas por lo que me tendría que aproximar hacia la choza de madera con la intención de encontrar a alguien, mientras intentaba buscar con los ojos algún rastro de humanidad.
— Hola, ¿hay alguien aquí?.— pregunte bastante intrigado.
— Estoy de paso, buscando algo de agua o comida, estoy dispuesto a pagar por los servicios si son tan amables como para recibirme.— dije mientras sentí el ruido de paja siendo aplastada por el peso de una persona, inmediatamente me puse en guardia.

Entonces fue cuando note que algo avanzaba sobre mi, por la espalda, el punto ciego, me giré rápidamente y pude notar como una pala intentaba golpear mi cabeza, en su empuñadura las manos de una hermosa joven de tez blanca y pelo rojizo, instintivamente hice un movimiento perpendicular con la funda de mi espada, sin bloquear el golpe, todo lo contrario haciendo que tomara una fuerza sorprendente pero al mismo tiempo siendo desviado por un sutil movimiento de la vaina contra la madera del mango utilizando la fuerza de mi cuerpo y la punta del pie para trabar dicho elemento.

— No se asuste señorita no intento hacerle daño.— dije mientras me quitaba la capucha dejando ver mi rostro, moreno, pelo plateado, ojos grises, bastante agradable ala vista aunque con una cara de sorpresa que ni en mi años podría verse, estaba realmente descolocado con la situación de la dama y la pala.
Lentamente deje de tocar la vaina e mi espada haciendo que esta volviese a mi cintura tras la capa, que ahora solo cubría mi cuerpo, una mano con la palma extendida delante de mi pecho hacia seña de que frenase, no haría nada, no quería problemas.

La dama lentamente fue soltando la pala, aun mirándome con desconfianza, normal, un encapuchado que entra en su propiedad a los gritos, diciendo "no vengo buscando problemas" era demasiado difícil para entender pensaba en mi mente, me sentía raro porque tanto miedo, tanta desconfianza, la muchacha se fue calmando poco a poco, su respiración acelerada podía notarse en el contorno de su pecho, el cual se hinchaba y contraía a causa de el aire, miedo, terror, que demonios le pasaba, no lo sabia muy bien peor estaba a punto de averiguarlo.

— Esta bien si hablamos, prometo dejar la espada en el suelo.— dije mientras me agachaba y con una mano desabrochaba la funda de la espada, haciendo que esta cayera sobre la paja de el suelo entre pequeños revotes hasta quedar inerte en el árido suelo.
— Quien es usted a que viene aquí no tengo nada que darle, se han llevado todo los bandidos de la montaña, siquiera me quedan animales para trabajar la granja.— dijo la joven calmándose un poco tras el momento de adrenalina.

— Un simple trotamundos, vi el humo de la chimenea y pensé que quinas tendría agua o comida para venderme pero según dice no puede ofrecerme tal cosa.— dije mientras intentaba sobar amistoso y que se calmara no quería tener que detener mas golpes de su pala contra mi persona y mucho menos ser golpeado, mínimo una contusión grabe o una fisura en el cráneo, no era juego de niños se veía bastante pesada y peligrosa.

— No tengo demasiado, pero que mas da, puedo ofrecerle lo mínimo e indispensable si esta dispuesto a pagar por ello.— dijo resignada a las perdidas que venia sufriendo, por lo que acceder a sus condiciones, fuimos hacia el interior de la choza, donde me sirvió algo de ramen casero, no era la gran cosa pero no podía quejarme, a si mismo me sirvió agua y comimos, yo al menos intentando saborear la incipiente pero única comida que tocaba mi boca hacia ya dos días, la caza había sido mala y los poblados no estaban cerca, debía de atenerme a las consecuencias de ser un errante.