Compras

Miér Jul 06, 2011 2:37 pm

El día prometía, prometía bastante. No había pasado nada más que un año desde la última vez que el joven Recluta había visitado Shimotsuki junto a muchos de sus compañeros para un entrenamiento especial de la Marina. Allí, aparte de ganarse el favor de muchos superiores y la amistad de decenas de compañeros había sobresalido junto a otra joven Recluta debido al magnífico combate que ambos habían librado. Había sido corto, pero intenso hasta decir basta. Muchos combates reales y a muerte no tenían nada que envidiar al serio entrenamiento que habían llevado a cabo los Reclutas. Balmung ardía en deseos de repetir pronto un enfrentamiento así, mas sabía que Brelania iba a ser su mejor rival en mucho tiempo. Quizá demasiado. De todos modos no había sido la búsqueda de un combate lo que le había llevado hasta aquella isla del East Blue afamada por sus magníficos espadachines. Había sido la necesidad de nuevas armas.

Los katares habían demostrado una eficacia increíble en manos del Recluta. Los que solía usar eran propiedad de la Marina y no resultaban en absoluto de su agrado, o se fiaba de armas que no trataba él mismo, por eso había ido a comprar las suyas propias. No tardó nada en encontrar una armería, ya que la mitad de las tiendas de la zona eran especializadas en la esgrima. Entró en el tercer establecimiento que vio, no por nada más, simplemente su número favorito era el tres. Era un local pequeño pero bien organizado, repleto de todo tipo de armas de lo más variadas y con un único parecido entre sí; todas eran armas de filo. Tras tantear unos cuantos toneles plagados de distintos tipos de espada encontró finalmente un estante con katares. Había de todo tipo; con una o dos hojas, hasta tres o cuatro, bordes aserrados, imitación de hojas de espada larga…los había semejantes a katanas incluso.

Su mirada se detuvo frente a un par de bellos pero simples katares. La pareja de armas eran exactamente idénticas, ambas de un intenso azabache. Las hojas eran altamente parecidas al filo de una espada larga a excepción de que a medida que se acercaban al filoso extremo del arma el filo iba haciéndose algo más pequeño formando, finalmente, una hoja con aspecto triangular. El armazón del brazo abarcaba hasta el codo y podía fijarse al brazo, evitando tener que estar constantemente sujetando el arma. Tras ponérselas y dar unos cuantos sablazos al aire el Marine se sintió satisfecho con el resultado. Tras pagar y llevárselos a la espalda, exactamente en la parte trasera de la cintura. Abandonó el local y se dirigió al Puerto. Por fin tenía unas armas propias.