Seirey & Arsenio

Acompañado por su inseparable aliado animal, el príncipe se aproximó al mar, donde un gran gentío parecía estar combatiendo. Sabía que se estaba metiendo en donde no lo llamaban y que él mismo se estaba contradiciendo, ya que parte de su estrategia era tratar de no meterse en líos y ahora estaba caminando directamente a las fauces del peligro. No tenía idea de qué era lo que le atraía hacia allá, quizá sus deseos de no sentirse tan inútil en medio de un combate. Por más que repetía el pensamiento de “actuar prudentemente” no surtía ningún efecto en él, como si no fuera quien estuviera comandando su cuerpo.

Liberó su cadena, usándola para golpear a todos los que se ponían en su camino, tratando de abrirse paso. El sonido de las olas era cada vez más cercano conforme el muchacho progresaba. Había dejado inconcientes a numerosos Marines, ya que eso también formaba parte de su plan: si el número de Marines era menor al de piratas y revolucionarios, las cartas fuertes se verían debilitadas por combatir sucesivamente en un cuento de nunca acabar. Cuando todos fueran victimas de la fatiga él llegaría y se robaría todos los honores, dándole el golpe de gracia a un rival incapaz de alzar la mano en su defensa. Una estrategia cobarde, pero que prometía ser práctica.

Un hombre de gran tamaño lo empujó para después levantarlo hacia arriba. Por la vestimenta era fácil saber que era un Marine. Sin tener delicadeza alguna, la montaña de músculos arrojó su cuerpo hacia el otro extremo, dejándolo fuera de la multitud de peleas. Estaba preocupado por el lobo, ya que seguía en el campo de batalla. Cuando iba a entrar a buscarlo, escuchó los ladridos de Duque detrás de la barrera que formaban las personas, comprendiendo que su mascota había salido ilesa, quitándose un peso de encima. El lobuno no demoró en encontrar al chico, lamiendo su rostro y ayudándolo a ponerse de pie.-Descuida, estoy bien.- Le comunicó a su compañero, el cual apuntó con su pata delantera a un hombre de apariencia fornida que se encontraba en la playa, que a diferencia de todos los presentes no destilaba un aura de violencia, ajeno a los combates que ocurrían en los alrededores.

Algo en ese sujeto llamaba su atención pero, justo cuando iba a entablar conversación con él, un par de uniformados lo tomaron por los brazos sorpresivamente. Duque mordió a uno de ellos en la muñeca, proporcionándole a Arsenio el tiempo suficiente para usar su arma y noquearlos a ambos cerca del tipo que se hallaba tan calmado en la orilla, aunque posiblemente ya hubiera sido presa de todo el escándalo que armó. –Genial, mis botas se mojaron. Mi ropa y calzado han salido más atacados de este puente que yo. -Bufó al sentir la caricia de las olas en sus pies.

Sorpresivamente para él, la persona en la orilla comenzó a hablar, lo cual fue un poco extraño ya que por un momento creyó que era un tipo sordomudo al encontrarse tan tranquilo cuando había un disturbio a unos cuantos metros tan solo. Suspiró mientras lo escuchaba, tratando de parecer un chico inocente que no sabía lo que hacía. Era perfecto, escudarse tras una capa de ingenuidad y amabilidad para atacar cuando menos se lo esperara. Parte de las tácticas de combate que había estado ideando en el remoto caso de tener un enfrentamiento era hacerse pasar por un ser inofensivo para así ganarse la confianza del adversario, haciéndolo creer que no tenía las agallas para intentar hacer una jugada sucia y aprovechar esa pequeña brecha para realizar un ataque fatal y silencioso.

Se puso al nivel de Duque, que se había movido para quedar a su lado, e intercambió una ínfima mirada, como si le estuviera dictando las últimas órdenes por obra de su poderoso vínculo amo-mascota. Debía estar atento, por lo que dos pares de ojos y oídos venían siendo mejor que uno. –Es un placer. Ya que estamos con las presentaciones, mi nombre es Arsenio Markov.- Declaró solemnemente, con la mirada en alto y colocándose erguido. Era increíble pensar que, detrás de ese aspecto tan poco amenazador se escondiera un ser tan vil y repugnante, capaz de caer tan bajo por algo de “fama”. Arsenio era bueno creando pantallas para engañar, no por nada era conocido como un gran actor. De hecho podía asegurar que era más famoso como animador que como un truhán de los mares.

-Está en lo cierto caballero, no soy marine ni pirata. Llegué a este lugar por accidente: mi barco sufrió una ruptura en el casco, por lo que tuve que descender en esta isla forzosamente. Sólo soy un chico indefenso que viaja con su mascota, un joven confundido en una isla llena de locos. ¿La cadena? Bueno, creo que cuando no se cuenta con una forma de protegerse uno debe improvisar. No fue mi culpa que me confundieran con un sucio pirata y comenzaran a cazarme como si fuera una rata. – Mentía con tanta naturalidad que parecía que hasta él se creía cada patraña que salía de su boca. Estaba inventando una historia con la presión de tener a ese recluta mirándolo, juzgándolo seguramente, mientras se adentraba más en las aguas gélidas.

En el rostro del joven había una sonrisa, y su mirada derrochaba gentileza. –Pero si tengo que reñir contra usted, ya que eso me da a entender por la posición de defensa que está adaptando, para poder pasar, pues lo voy a hacer ya que no está en mis planes ser capturado cuando no tengo crímenes que pagar. No puedo ponerme a llorar cuando yo cometí el error de caerme en este lugar, pese a que no fue propiamente mi decisión. – Comentó, como si quisiera dar lastima. –Estoy listo, pero es justo advertir que no soy muy bueno.- Admitió nervioso. Por su parte Duque se mantenía serio, sentado y expectante, como si estuviera analizando al oponente y preparándose para morder cuando bajara la guardia.

-Una condición. En el determinado caso de que yo ganara, y como no me gusta dañar a las personas, además de que para alguien como yo sería difícil tener más peleas… ¡¿podría ayudarme a irme de este agujero olvidado por Dios?! Tengo miedo de morir.- Le suplicó, usando algunas lagrimas para hacer más realista la farsa.

No se inmutaba con la reacción del hombre en el mar. Claro, como era obvio se había decepcionado un poco al ver que su plan por ablandarle el corazón se hacía trisas, pero ese sólo era uno de los tantos recursos que el príncipe había preparado para batallar. –Vaya, resulta que no es tan estúpido como creí. No importa. – Pensó. Aunque en el exterior el muchacho seguía igual, manteniendo su historia, ya que no sería nada ventajoso si dejaba que sus mentiras decayeran. Después de todo, no había modo de que aquel hombre pudiera confirmar que la historia que relataba era falsa, así que quizá podría utilizarla más tarde. Detectaba que era bastante cauteloso, ya que era la primera vez que ese truco resultaba fallido.

-Es un clima hostil eh.

Percibió cómo el mar comenzaba a precipitarse, pero no sólo era el agua, también el viento se hacía más violento, transportando copos de nieve que nublaban el campo de visión. Su cuerpo tembló al sentir algo de aire frío arremeter contra su cuerpo. Por su parte el lobo se mantenía calmado, dando una serie de pasos hacia atrás para salir del agua, sacudiéndose bien. Seguramente al lobo no le agradó el seguir exponiendo su pelaje al agua salada, o eso creía Arsenio.

Algo verdaderamente extraño sucedió entorno al hombre de cabello oscuro, ya que parecía ser el responsable de que el agua se convirtiera en un remolino que lo tenía acorralado, como alguna clase de defensa. ¿Qué era eso? ¿Algún poder extraño? El recluta le pedía que realizara el primer ataque, lo cual hizo que el joven no supiera qué hacer. Era evidente que cometería un error si hacía el primer ataque, ya que probablemente algo tenía en mente su opositor. Lo meditó por un segundo y gracias a ello entendió el porqué Duque había decidido salirse del agua en realidad. Si el oponente era afín al agua él iba a estar en gran desventaja, así que lo mejor era transportarse a tierra firme. No resolvería la situación, pero era más sensato.

-Si no le importa, prefiero salir del agua. Está muy fría para mi gusto.

El lobo entrelazó su mirada con la suya mientras escapaba del agua como si le tuviera fobia. Le tocaba efectuar el primer ataque, pero no sabía cómo iba a hacer al no poseer ataques de larga distancia. Sólo poseía su cadena y a Duque, al que miró como si estuviera buscando respuestas en él. Su mascota bajó la mirada, señalando unas rocas puntiagudas que estaban entre la arena y la nieve. Su tamaño no era precisamente grande, pero parecía entender lo que su mascota trataba de decirle. -Gracias Duque.- Agradeció, ya que le había dado una buena idea.

-De acuerdo, ya que lo pide tan amablemente.- Espetó, sin perder el tono amistoso. Era verdaderamente bueno si aún cuando su historia no funcionó seguía metido en el papel hasta el final. Levantó una de las rocas. Era más o menos del tamaño de su puño. Tiró el pedrusco hacia arriba, y por un momento pareció que solamente estaba esperando a que terminara de descender, pero antes de que llegara al suelo, haciendo uso de su larga cadena, golpeó la roca en dirección al marine. Repitió la misma acción un total de cinco veces, catapultando más de esos proyectiles improvisados hacia su enemigo. Parecía un beisbolista, sólo que en lugar de batear pelotas lo hacía con rocas, aprovechando el largo de la cadena para una mayor extensión. Confiaba que con eso podría atacarlo a distancia. Primero quería entender mejor el estilo de pelea de su enemigo antes de aventurarse a atacar de verdad.

El lobo parecía estar más atento a la batalla que el mismo Arsenio, lo cual era una gran ayuda para el despistado combatiente que apenas tenía idea de cómo levantar un arma para defenderse. Desde que obtuvo su cadena había logrado embatir golpes contra los guardias de seguridad, pero habían sido fáciles de vencer porque eran simples humanos sin capacidades especiales que los hicieran destacar. Arsen nunca contó con encontrarse con un sujeto que pudiera tener capacidades diferentes al resto de los Marines con los que se había topado hasta el momento.

Recogió su cadena, la cual se había ensuciado con pequeños trozos de roca que habían quedado tras emplearla para despachar los proyectiles recomendados por Duque. Aunque no tenía maestría con la cadena, tampoco tenía mucha ciencia golpear rocas en el aire con una cadena. El truco estaba en memorizar los tiempos. Si había algo que el Príncipe sabía hacer era improvisar cuando la situación se ponía difícil.

Las espinas que emergieron del cuerpo cuanto las rocas llegaron al enemigo, unas espinas extrañas brotaron del cuerpo de aquel recluta, el cual uso este recurso para pulverizar lo que le había sido lanzado. Se mantenía observador, tratando de imitar a su compañero animal y no depender tanto de su ayuda. Ya había pasado su turno para atacar, ahora le tocaba a Seirey. Sólo quedaba aguardar y diseñar el siguiente movimiento.

El Marine elevó su pierna izquierda, llegando a su límite, para después impactarla contra el mar, dando origen a un corte que parecía dividir grandes masas de agua. Duque saltó sobre el chico, quien parecía no iba a ser capaz de evadirlo por su propia cuenta. Sus ropas y el pelaje platino del lobo quedaron mojados y cubiertos por una capa de tierra. Tosió algo de agua y tembló, tratando de recobrar el equilibrio tras levantarse. Un poco más y no habría salido vivo para contarlo. Estaba asustado. Definitivamente el mar le daba mucha ventaja a ese hombre, por lo que debía encontrar una manera de sacar al pez del agua.


Su ingenio se activó. ¿Por qué estaba en el mar? El mar no llevaba a ningún lado a menos de que tuviera un bote. Estuvo a punto de darse una palmada en el rostro cuando se le ocurrió usar eso a su favor.- ¡Oye pescadote, atrápame si puedes!- Le comunicó el chico mientras daba largas zancadas con la única intención de crear una distancia importante. Estaba empapado y la ventisca se hacía más prominente, tan densa que ya no podía ver a su adversario. –Vamos… ¿piensas fracasar en tu misión? No sé si te has dado cuenta, pero no eres un gigante. Si quisiera pasar te podría rodear o tomar otra ruta.- Le informó aún sin verlo. Podía esconderse en la clandestinidad que le daba el centenar de combates a sus espaldas. Con ese clima el luchador no iba a poder diferenciarlo. Había perdido a Duque de vista por esa razón. ¿Dónde se habría metido su mascota?

Trataba de apartarse lo más que podía, ya que la idea era alejarse del mar para que el recluta no pudiera usarla a su favor. Sin embargo, antes de que el muchacho pudiera seguir, sintió una pequeña vibración bajo sus pies, dándole la impresión de que algo grande hubiera colisionado con el campo de batalla, para luego oler el aroma del mar, como si se hubiera movido junto con él. El enemigo había impactado otra fuerte patada para crear un canal, una conexión directa con el mar para no tener que abandonarlo por completo al pelear. Por un momento parte de la ventisca se esfumó, dándole unos segundos para ver a su oponente y contemplar el pequeño río que dividía la playa, pero fue sólo temporal ya que inmediatamente volvía a representar un obstáculo firme para la vista de ambos individuos. El frío no era la gran cosa, el problema para Arsenio radicaba en que la nieve que caía no lo dejaba distinguir con claridad debido a la falta de luz. El cielo tan grisáceo no era de ayuda, además de que no había otras fuentes de iluminación cerca. A lo lejos escuchaba el sonido de espadas y el de disparos, además del arrullo del viento en compañía del oleaje. Parecía que entre más pasos daba para alejarse del recluta más se estaba acercando a las peleas de otros.

Algo curioso era que, a pesar de que la visión no le era de mucha utilidad, su buen oído musical le permitía permanecer conectado a todos los sucesos a su alrededor. Estaba particularmente atento a cada palabra articulada por el Gyojin, dándose cuenta de que ahora volvía a estar en su terreno predilecto para el combate aunque se había retirado del mar. Como había dicho Seirey, él contaba con la ayuda de Duque para localizarlo, el problema era que no sabía dónde se había metido el lobo para poder concretar un plan. El joven retrocedió unos cuantos pasos más hacia atrás, y de pronto se hallaba en el suelo. Había tropezado con algo. Lo tocó con sus manos desnudas, usando el tacto debido a lo torpe que se volvió su vista en ese ambiente. Era un hombre, aparentemente muerto. Debía ser uno de los tantos rebeldes que los Marines combatieron en esa playa. No lo descolocó para nada estar manoseando a un cadáver.

Llevaba un abrigo largo y café, parecido a una piel bastante abrigadora. Debido a que no tenía pensado congelarse con la ropa mojada que él llevaba, se retiró el abrigo robado de la bodega para sustituirlo. Aunque estaba cubierto de nieve no se encontraba húmedo. Eso le daba una idea. Seirey lo había visto con un abrigo negro y ese era café. Tal vez podría usarlo para confundirlo.

Se puso de pie, sin responderle a su enemigo. Sería muy tonto de su parte ponerse a dialogar. Pero sí se puso a cantar mientras avanzaba hacia su oponente. Gracias a sus habilidades de rastreo, enseñadas por Duque, podía determinar la posición de diversos objetos; emitiendo un sonido que rebota al encontrar un obstáculo y analizando el eco recibido. Tanto el Príncipe como la mascota compartían algo llamado ecolocalización, con lo que eran capaces incluso de enviarse mensajes complejos siempre y cuando los sonidos fueran llamativos y se encontraran no muy lejos. Si sus cálculos estaban correctos, se encontraba a unos cinco metros de distancia del pescado y a unos seis de Duque. Él estaba tan sólo a un metro y medio de distancia del riachuelo que fluía a su izquierda. No podía ver a su oponente, así de mal estaban las cosas, por ello era más inteligente confiar en un sentido que no era tan propenso a confundirse como la vista a causa de la bravura del clima.

No se preocupaba en lo más mínimo por Duque, ya que él podía sobrevivir perfectamente dentro de ese tipo de terrenos, e incluso podía presumir que era más apto que él. Pausó su canto... –Sí, veamos quién es el cazador… -Declaró Arsenio. Ya atacaría, primero quería acostumbrarse al “entorno” y así sacar a relucir las garras cual lobo de montaña.

La ventisca le estaba brindando una oportunidad para realizar un ataque sorpresivo, sin embargo no contaba con que ese factor se rebajaría tan rápidamente. Podía ver la silueta de su oponente, la cual era difusa, pero eso no se comparaba en nada al muro blanco que se había elevado frente a ambos hacía tan sólo unos minutos. ¿Qué debía hacer? No se hubiera encontrado tan nervioso de conocer completamente los talentos de su enemigo, ya que era obvio que no era un humano. De bajar las defensas por un segundo podría tener el mismo destino que las rocas. Lo único que podía comprobar era que su cuerpo estaba recubierto por ese extraño blindaje y que era más fuerte que un hombre promedio al poder generar ese pequeño canal de una patada.

El Gyojin lo presionaba para atacar, pero él sabía muy bien que de hacerlo estaría en graves dificultades. Ese sujeto era como un tanque con patas… entonces debería encontrar los puntos descubiertos para encestar un ataque.

Se frotó las manos para tratar de hacer calor. Llevaba un rato sin sentir los dedos. Aunque ese abrigo nuevo que había conseguido le daba mayor cobertura no llegaba a tapar sus manos. Cogió su cadena por el mango y comenzó a acercarse más a él, tratando de reducir los metros que los separaban. Mientras caminaba con determinación hacia su enemigo, escuchó el aullido de su fiel lobo, el cual se postraba al frente. Su pelaje tan blanco era fácil de confundir con la nieve, además de que ondeaba de forma imponente. La mirada de canino le transmitía al príncipe diferentes sentimientos que no podía describir.

Lo que trataba de decirle era sencillo: canta. El canto de Arsenio era capaz de tranquilizar a las bestias, y hasta donde había podido ver su rival no pertenecía a la misma especie que él. –Como ya habrás notado, no soy ningún combatiente, pero sí soy un virtuoso de la música. Yo tengo mi propio estilo para combatir.-Era un movimiento un tanto arriesgado, pero a esas alturas, ¿qué más podía perder? - Il dolce suono.-Un cadencioso sonido nació de la garganta de Arsenio, cual cantante de ópera. -Mi colpi di sua voce!…- Recitó, enfocando su mirada en su opositor. Las condiciones climáticas, tal como lo decía el Gyojin, se hacían menos predominantes, concibiendo que la voz del músico no fuera interferida por nada. El ambiente no era el propicio para cantar, pero eso no detenía al muchacho. Cantar en las calles por algunas monedas debía tener sus beneficios, ¿no? No sólo esperaba relajar a la bestia con su canto a capela, también quería hacer una ditración para poder realizar su siguiente movida. -¿Por qué será que pienso en Richard cuando canto esto?- Dijo para sus adentros.

Justo cuando se estaba preparando para emitir un nuevo ataque, escuchó provenir del hombre-paz algo que no esperaba, palabras que sonaban casi como un halago. Apretaba la cadena entre los puños, con la intención de quitarles el entumecimiento a sus dedos largos y finos. Ya no le quedaban dudas tras escucharlo: pensaba atacar en serio. Dentro de sus posibilidades no había nada para frenar a un ser de semejante tamaño. Ni siquiera bloquear con la cadena parecía ser una solución factible ante un adversario con ese volumen. Lo único que llegó a ocurrírsele fue la intervención de su mascota, la cual podría estar dispuesta a bloquear el ataque en un movimiento rápido similar al que había usado para ayudarlo a evadir la poderosa corriente de agua que fue dirigida hacia él cuando el hombre de cabello oscuro hizo una demostración de sus capacidades combativas. El canino se mecía levemente con la melodía, casi como si quisiera bailar al compás de ésta. Una brisa inesperada hizo que los cabellos del muchacho se hicieran hacia atrás mientras terminaba la canción. La decepción era evidente en sus ojos, sin embargo nunca dejó que eso mermara su canto, el cual fue celestial hasta el final.

Duque parecía estar preparado para lo que sea, incluso servir como un escudo de ser necesario, sin embargo el príncipe declinó, indicándole con su mirada que no deseaba que le hicieran daño por su culpa. El lenguaje que usaban el chico y su lobo para comunicarse era muy simple, ya que se basaba en un vínculo visual y a veces las mismas canciones podían decir mucho. Por un momento el lobo vaciló, como si quisiera desobedecer al chico, intersectar el golpe y recibir él las fracturas. Al igual que Arsenio había estado estudiando al enemigo, reparando en que era de una complexión fuerte y comprendiendo que iba a ser un impacto fatal para alguien con la constitución de su amo el ser embestido por alguien así. Especialmente porque sabía que el príncipe no contaba con ningún adiestramiento en el manejo de armas o combate cuerpo a cuerpo.

El recluta desapareció, usando una velocidad magnifica que jamás había visto en ningún hombre o animal. El príncipe se desconcertó, pero sólo pudo esbozar una cara de sorpresa cuando vio que el hombre estaba tan cerca de él, y a punto de propinarle una patada, que definitivamente lo iba a dejar devastado. O bien, como mínimo, fuera de combate. ¿Ese era el fin? Se preguntaba Arsenio entre pensamientos que volaban acelerados en su mente, al ritmo de su respiración agitada. Ese instante transcurrió como en cámara lenta para el músico, pero él sólo estaba al pendiente de que el lobo no se metiera. Pero parecía que la amistad era más fuerte que las órdenes, ya que Duque corrió rápidamente hacia ellos, como un depredador, sólo que en lugar de cazar deseaba servir como una barrera que protegiera a su amigo de tan destacado golpe. Pero antes de que él llegara, Arsenio lo rasguñó con el poco filo de sus uñas, haciendo que la bestia retrocediera, y por consiguiente que él acogiera la patada. Estaba perplejo. ¿En verdad había tenido un gesto altruista? Eso era extraño.

-Duque…-

Sus sentidos se desconectaron de la realidad mientras el aire se le escapaba. Sólo pudo ver la pierna blanca desfilar como una hoz. Lo último que alcanzó a oír no fueron las palabras ahogadas de su oponente, fueron los lamentos del lobo entonando un triste sonido mientras caía al suelo. Se postró cerca del cuerpo inerte de su amo, colocándose a un lado de él y mirando al Marine con rabia, una mirada tan penetrante y fría que podría congelar el corazón del hombre más valiente. Era extraño… podía ser la nieve, pero daba la impresión de que el canino estaba… llorando.