Una llegada un tanto extraña

Claus observó como el semblante de aquella radiante invitada estaba tornando algo más serio. Sin duda algo habría hecho mal, o por lo menos eso pensó debido a su alto sentido por la educación. El rechazo de aquella última copa no significó ningún golpe en Claus, sino que gracias a eso, descubrió que esa señorita no era como las demás, el emborracharse no era una opción. Veía como ella guardaba la compostura y, aunque hablaba algo trabado, casi inapreciable, se mantuvo firme y con las ideas en su sitio, perfecto.
Tras otro deleite de melódica voz por parte de Diana, asintió y con alto semblante dijo:

-Si usted lo desea, estaría encantado de acompañarla a donde hiciera falta. Mein fräulein, no dudaré en ayudarla, pero, déjeme que le pague a este establecimiento lo que se merece.

Claus levantó la mirada y con un súbito movimiento de cabeza hizo que la camarera se diera cuenta de lo que demandaba, la cuenta. La camarera, tras escribir todas las cuentas apropiadas, trajo a la mesa una pequeña bandeja donde se encontraba, en un papel escrito, el dinero a deber. El joven capitán observó con detenimiento dicha nota, 500 berries. Nada problemático para el bolsillo de alguien que proviene de una familia como los Von Schtauffen. Claus desembolsó 550 berries, y mirando a la camarera dijo:

-Gracias por el servicio. Exquisitos néctares.

Se giró hacia su distinguida acompañante. Sonrió y se acercó a ella rápidamente, no le dio mucha importancia a el carcaj ni al arco. Extendió su brazo derecho y se lo ofreció para que se agarrara. Mientras, sonreía, muy atractivamente, más que antes se podría decir, irresistible.

-Déjeme acompañarla en sus cercanos objetivos, su presencia no es más que como la de un ángel. Espero no ser un estorbo.