[Prólogo] El Encuentro

Mar Jul 05, 2011 10:42 pm

No poseer memorias sobre el pasado, te da pie a una nueva vida, pero no tener una identidad te hace alguien inútil ante los ojos de Frozen, que por más que intentaba luchar contra su mente, buscando entre las líneas de su cerebro algún indicio, al menos su nombre, algo que diera pie al porqué de su existencia o siquiera de su identidad, pero no podía hacer nada al respecto, así como había empezado su vida hacía no tanto tiempo, con implantes en los brazos, piernas y dentro de sí, rodeada de exámenes físicos y pruebas para ver su salud, en el frío de su aliento, así era todo lo que conocía y recordaba, pero a nadie parecía algo normal o una vida natural, pero habían momentos donde dudaba de ello y quizás tenía la ligera sensación de que todos pasaban por lo mismo aunque fuera sólo para calmar sus pensamientos inquietos que rondaban con insistencia.

Aún no lograba acoplarse a su nueva vida, pero la marina le dio la oportunidad de crearse de la nada, entre la diciplina y el orden, las reglas y el honor, ella asimiló todo aquello como su vida y para los que desafiaran esos principios se llevarían una fría sorpresa de parte de una recluta que no acepta errores, todos deben darlo todo por la causa, por la justicia, y obedecer al superior, aquel que de seguro se había ganado el puesto por múltiples actos heróicos y arrestos impresionantes, así le gustaba verlo en aquellos días y aún hoy mantiene alguna que otra valía de estos pensamientos.

Patrullar el puerto fue su órden, se rumoraba la llegada de un barco pirata a las orillas y como eso significaba problemas, varios fueron enviados para asegurarse que todo estuviera bajo el control y ojo clínico de la marina, a pesar de que eso no le causaba mucho entusiasmo no tanto por el trabajo, sino por que sentía que le habían enviado como carne de cañón y no existía cosa que le hiciera enfadar más que alguien le subestime pensando que por ser de menor rango no tiene habilidades que demostrar. Le pidieron comunicar el aviso a una tal Alagondar, que seguramente sería de rango superior y tenerle al tanto de los detalles del suceso, pero al final sólo eran rumores y nadie tenía una prueba real de que algo se planeaba para aquel puerto lleno del gentío acostumbrado, que se dedicaban a diversos oficios en un lugar donde pareciera no haber un centímetro libre para respirar algo que no oliera a pescado o a pólvora, un par de miradas indeseadas y otras amenazantes

"tendré la palabra marine tatuada en la frente?..."

Se preguntaba furiosa, deseaba el respeto de quienes protegía pero para ella cada mirada llevaba desprecio o indiferencia y eso hacía el trabajar en un lugar colmado de seres humanos, algo tedioso, y aún más el encontrar a la mujer dueña del extraño nombre, pero si Frozen tenía tatuada en la frente "marine" seguramente ella lo tendría en cada ápice de su cuerpo si era de rango mayor como pensaba.

"jmmm... dónde estará?..."

Se detuvo un momento con aquellas botas negras de cuero y altas, aquellas que al caminar marcaban su paso una tras otra y tomó algo de aliento gélido del aparato mecánico que mantiene puesto sobre su boca y nariz para mantener la temperatura necesaria de su cuerpo, sin dejar de buscar a los alrededores con los ojos azules que le definen para evitar perder ni un sólo segundo, estando pendiente de mirar a los rostros de los que pasaban a su lado y no estar perdiendo algún pirata a su paso, mientras más piratas cazara, mayor su recompenza por el logro.

Jue Jul 07, 2011 8:06 am

Mar, hermoso azul
nevado de polvo,
amante eterno del hombre
¡abrázame!

El aroma a sal del mar inunda mis fosas nasales y mis ojos, que rielan en el Sol reflejado sobre las olas del mar, caballos sin jinete que vagan inexorablemente sobre la superficie del mar, buscando quien les dome y les cante, quien les encierre en un poema.

¡Qué hermoso estar cerca del mar!, pienso con emoción, sin apartar la mirada de los caballos húmedos y suicidas que son las olas, sin mover mis pies del muelle de madera mojada y ajada por los años que tantas mareas acariciaron, que tantos marineros pisaron, que tantas Lunas ha visto ahogarse en el mar con la parsimonia y templanza del intervalo entre el día y la noche.

De pronto giro, doy la espalda al mar y camino por el puerto con una mano en el bolsillo, palpando una pequeña armónica con la que percutía en el aire hermosas notas que empañaban la Luna y el Sol con un simulacro de música, con un capricho de artista venenoso. También tiene parte lírica el puerto, reflexiono mientras mis ojos níveos se apoyan con suavidad y fugacidad, como si de estrellas fugaces apagadas se trataran, en los cuerpos de los pescadores, de los marineros fuertes y rudos, de las mujeres que les despiden...

Jue Jul 07, 2011 12:07 pm

Una nueva misión, y esta vez tenía que ejercer como la mayor "autoridad" dentro del grupo. Y era curioso, pues apenas se había despegado un poquito del rango de recluta y ya le asignaban gente a sus órdenes para llevar a cabo la misión. Aunque sólo era una persona, realmente le resultaba extrañamente curioso, incluso divertido en algunos aspectos... Era como si por tener un cargo ligeramente superior, hubiese abierto una brecha entre ella y los demás reclutas de dimensiones insalvables. Pensándolo bien, no era curioso, era una soberana estupidez. Brelaina no se consideraba superior a la persona -desconocida salvo por una descripción física y un nombre- con la que tendría que colaborar en aquella ocasión. Eran dos y trabajarían codo con codo. Una construcción horizontal era más sólida que una vertical...

Llevaba puesta una coraza metálica, que cubría la zona de su pecho, estómago y parte de sus hombros. Esta última parte estaba compuesta por pequeñas plaquitas, lo que no restingía tanto sus movimientos. Bajo la coraza, una camisa blanca. La armadura que lucía, contaba con el símbolo de la Marina en el pecho, sin temor a exhibirlo. También llevaba una falda azul, parte del uniforme de la Marina. Un calzado cómodo para moverse con facilidad y destreza. La melena, roja como el fuego, la llevaba suelta y lacia, hasta la mitad de su espalda. De su cintura pendía una vaina que permitía intuir una espada más cuadriculada y un poco más contundente que una katana. Era una, extraña por esas zonas, espada larga occidental.

Caminaba entre las gentes de Shell Town con la cabeza erguida, sin hacer caso a los comentarios desagradables y a alguna que otra mirada de desprecio. No le gustaba Shell Town, le parecía demasiado fría. En Logue Town, la gente tenía su vida, al margen de la actividad Marine. Allí no, allí todo giraba en torno a los Marines, y por esa razón los ciudadanos estaban cansados. Brelaina los entendía y los respetaba. No valoraban la protección con la que contaban por el hecho de tener una base de la Marina. Su mente, caprichosa, divagó hasta su adolescencia, cuando un duro golpe del destino la dejó sola en el mundo. Hubiese dado su vida sin dudarlo por que hubiese habido un cuartel en su pequeña aldea... Así, no hubiesen muerto todos. Sacudió esos pensamientos con un movimiento brusco de su cabeza, que le causó un molesto tironcete en el cuello. Torció el gesto, aguantando el dolor que, como bien sabía, pasaría.

Finalmente, y ya con el cuello perfectamente bien, alcanzó la posición señalada. Allí, una mujer alta, de níveos cabellos y un extraño aparato en su cara, esperaba. Se ajustaba perfectamente a la descripción que había recibido en la base, y supo que era su compañera. Sonrió ligeramente y caminó los metros restantes para colocarse cerca de ella. Se posó frente a ella y realizó un completamente informal saludo, sin un ápice de gesto militar. Desde un primer momento, quiso entablar una relación abierta y bastante cercana. En eso llevaba ventaja. Su forma de ser le hacía otorgarle su confianza a todo el mundo, a priori. No obstante, tan fácil era obtenerla como perderla, y no le sentaba bien que la gente le traicionase.

-Soy la Sargento Brelaina Alagondar. -se presentó con naturalidad. Sabía su nombre, pero era de buena educación dejar que fuese ella la que lo dijese. Al fin y al cabo, ella seguramente también habría recibido información sobre ella. Era mejor fingir la ignorancia.- ¿Todo en orden, de momento? -quiso saber la pelirroja de momento.

Lun Jul 11, 2011 8:35 am

Había caminado lo suficiente para lograr observar personas tanto agradables como desagradables, no tenía intenciones de caerles bien pero el aspecto gélido tampoco ayudaba a que le miraran con algo que no fuera temor o recelo, no importaba demasiado, eran ingenuos e ignorantes de lo que los piratas podían hacerles y de que muchos de ellos seguían con vida por una única razón, los marines estaban rondando y defendiendo su derecho a vivir, pero Frozen mantenía una ligera esperanza de que alguien en lo más recóndito lo agradeciera, aunque esa no era prioridad para ella, le gustaba hacer su trabajo y lo hacía por encima del gusto o disgusto de quien fuera. Precisamente se encontraba realizando un trabajo, tenía que avisar sobre un rumor donde se hablaban de piratas que llegarían a ese lugar, fuera rumor o no había que decirlo a quien en esta ocasión sería su superior y le debía un respeto inimaginable que le daría por encima de su aspecto o género, aunque por las descripciones que le dieron de la fuerte mujer, se suponía que así mismo sería el carácter, pero Frozen ha soportado a los hombres más duros y autoritarios, así que no se impresionaría demasiado fuere como fuere la marine.

Los ojos azules divisaron a una mujer de bellas facciones y armadura, que orgullosa se veía portando el símbolo de la marina y con firmes ojos se le acercó a saludarla, menos marcial de lo que la recluta hubiera esperado, lo que le permitió relajarse un tanto y dejar de pensar que todo el que comande a otra persona era un déspota sin misericordia y dibujó una sonrisa leve debajo de aquella tapadera en su boca, por lo que probablemente ni siquiera se notó, mientras que escuchaba las palabras de la imponente mujer

- un honor Sargento, mi nombre es Frozen Moon, soy la recluta a su cargo -

Hizo un ligero ademán, un poco más formal y quizás un tanto más militar por el hecho de no abusar de la confianza y la relajada respuesta de la mujer en armadura, por respeto sencillamente para Frozen era difícil relajarse y más en el primer momento

- Sargento, hemos recibido reportes de piratas que se dirigen a este lugar, no tenemos pruebas reales del hecho pero ya sabe como son estas personas, la verdad se esparce velozmente de boca en boca, tan rápido como una mentira -

Dijo con su voz un tanto opacada por el tapaboca que la hacía oirse un tanto gruesa y de sus palabras alg

o realmente serio.

Lun Jul 11, 2011 4:37 pm

Transeuntes, mercaderes, viajeros con prisa... todos unidos por la cercanía al mar, por el aroma que todos respiran: agua con sal, por las leyendas que todos escucharon: de sirenas y criaturas salvajes y pacíficas, grandes y pequeñas, curiosas y vulgares, que aprovechan el mar para sobrevivir porque fuera no lo harían, porque fuera no serían leyendas. Y yo también estoy con ellos, andando por un puerto desconocido para mí, mezclándome entre ellos como un camaleón, buscando una identidad tranquila, descubrir algo que me ate al resto de la gente, que me convezca de que no soy raro, de que a pesar de mi cabello níveo y mi armónica me parezco al resto del mundo, que ellos también quieren la paz y la tranquilidad, un mundo sin tiranía y con seguridad.

Con las manos en los bolsillos, andando entre la marea de gente que pretendía emular a la del mar que sirve, observo, en un contacto fugaz, a dos mujeres de aspecto peculiar charlando. Una lleva una coraza fuerte y resistente con el símbolo de la Marina, el cabello un poco largo y tiene pinta de ser fuerte y fiera. La otra es más extravagante, es azul como las venas del hielo, sus ojos tiemblan como el mar al que se parecen, además tiene algo extraño en la boca. Las miro con los ojos muy grandes y curiosos, empañando la tranquilidad blanca de mis iris con un brillo de interés que refulge en la coraza de la mujer menos curiosa; a pesar de ser de la marina y yo un pirata no las miraba con odio: en cierto modo buscamos lo mismo: la paz y el orden, aunque por vías y con antagonistas distintos.

Sáb Jul 16, 2011 6:38 am

Brelaina, responsable y diligente, escuchó la información que la peliblanca le transmitía. Realmente, era una noticia que tanto podía ser preocupante como no. Si de verdad venían piratas, tendrían que lidiar con ellos. No obstante, podía ser que sólo fuese un falso rumor y ellas estuviesen perdiendo su tiempo. La pelirroja esperaba que fuese esto último, sinceramente, ya que implicaba que la paz con la que ahora contaba Shell Town se prolongaría en el tiempo. Así se lo explicaría a Moon, en instantes posteriores. De momento, se limitó a tomar asiento en un pequeño banco del paseo marítimo y a ponerse cómoda mientras observaba el mar.

-Bueno, en ese caso esperaremos, a ver lo que pasa. Si vienen, nos encargaremos de ellos. Si resulta ser una falsa alarma, pues nada. Ojalá sea una falsa alarma.- Dijo Brelaina tranquilamente. Todo rastro de formalismo y de disciplina militar había quedado atrás. Eran útiles a la hora de manejar un ejército, pero en esa misión, compuesta por dos simples mujeres, lo único que la disciplina militar hacía era generar diferencias entre compañeras. Un trato agradable, igualitario y, por qué no, amistoso; eran las mejores recetas para conseguir un compenetración eficaz entre ambas. Había que jugar un poco con la psicología. De momento, tocaba esperar.

[Siento lo cutre del post, pero no se me ocurre qué poner... ]

Dom Jul 17, 2011 11:21 pm

La actitud del sargento le era algo distinta a lo regular, pero se acostumbraría poco a poco, se había sentado con mucha tranquilidad y calma, al parecer no se alarmaría en lo absoluto pero Frozen estaba demasiado tensa con ese asunto como para sentarse a observar las cosas pasar, quizás frente a ella estarían aquellos piratas y nunca se daría cuenta, eso le atormentaba la mente un tanto.

Se cruzó de brazos mirando hacia las personas y tuvo la sensación de ser observada, aún en ese lugar donde no habían demasiado concurrencia, eso no le extrañaba pues por el uniforme que portaban eran bastante sobresalientes pero ella tiene la manía de responder cada mirada sea buena o mala, pues se siente un poco extraña cuando hay ojos sobre ella y giró la vista, aquellos ojos azul hielo que brillaban un tanto con la luz del sol, se posaron sobre un muchacho que no miraba como los demás, se veia curioso, de ropajes distintos, pero al final era sólo un transeúnte más, pero no quitó su mirada de encima, se había llenado de curiosidad, esperaría a que él quitara sus ojos y siguiera su camino como lo hacían todos o se acercara a dar razón de su mirada.

- Sargento... las personas de aquí son un poco... observadoras o sólo es mi impresión? -

Preguntó pues no era veterana en el lugar y mucho menos conocía en exceso el comportamiento común de la sociedad en ese pequeño pero desordenado puerto, que cada uno de sus caminantes parecia tan pirata como el anterior, pero al final sólo eran civiles hasta demostrar lo contrario.

Lun Jul 18, 2011 5:09 am

Contra todos mis pronósticos, la dama de azul hielo se gira y planta su mirada helada sobre mí, enfriándome la sangre, incluso. Sus ojos poseían venas de hielo de las que era imposible despegarme, por miedo a ofenderla y enfrentarme a su aspecto fiero, y por pura curiosidad de cómo una mujer puede asemejarse tanto a una estatua helada, como la naturaleza conjuró a la escarcha para crear esa estructura humana que ahora me mira.

- Qué rara es... - musito en voz baja para nadie, con los ojos en sus ojos igual de plantados que mis pies en el suelo, como una estatua de nieve que desafía a otra de hielo a un combate visual a muerte, que acabaría cuando el Sol se dignara a derretir a ambos contenientes. ¿Qué hace aquí? ¿de dónde es? ¿por qué va con alguien de la Marina ese personaje tan extraño?, me pregunto.

Mar Jul 19, 2011 6:41 pm

No pasó por alto Brelaina la incomodidad de la gélida marine. La actitud que ella estaba llevando a cabo, con toda seguridad, no era lo que los superiores esperaban realmente que hicieran ellas. Habían enviado a una Cyborg y una espadachina de reconocido talento. Lo que buscaban era, simplemente, que acabasen con los piratas, y a poder ser, mediante un vistoso combate. Era, más que nada, una exhibición de fuerza de la Marina para reafirmar su control sobre Shell Town. Brelaina, cunpliría su misión, pero lo haría a su manera. No estaba allí para enseñarles a los isleños cómo luchaba la marina, sino para evitar que piratas llegasen a la isla. Y si para ello podía usar unos medios que no implicasen violencia indiscriminada y derramamiento de sangre, mejor que mejor.

-Tranquilízate. -dijo simplemente, posando una mano en su hombro tras levantarse.- Aunque no lo creas, nuestra presencia aquí, dejándonos ver, es útil. Los piratas se lo pensarán dos veces antes de hacer nada aquí mientras estemos vigilando. -explicó sonriendo, sin soltarla, sintiendo el frescor que emanaba con su contacto. Le agradaba el frío, la verdad, mucho más que el calor.- Además, no tenemos por qué sospechar de todo el mundo. Si no hacen nada y no son buscados, son civiles, no piratas, por mucho que lleven una Jolly Roger. -añadió, antes de soltar una ligera carcajada.

Su mirada siguió la de la otra mujer y descubrió a un varón peliblanco que al parecer las observaba. Brelaina lo miró unos segundos, tratando de identificarlo y recordando los carteles que había visto en el cuartel poco tiempo atrás. Su cara, definitivamente, no le sonaba de nada, por lo que a todos los efectos, aquel desconocido era un civil más. Brelaina le sonrió amablemente, como era menester siendo una agente de la ley. Levantó su mano para efectuar un sencillísimo saludo amistoso y volvió a sentarse, colocándose bien la falda para ello. Apartó un poco la vaina con su espada para sentirse más cómoda y volvió a observar el mar. Tras aquella misión, se iría a darse un baño a la playa, lo acababa de decidir.

Jue Jul 21, 2011 2:39 pm

Se había quedado pasmada mirando los ojos del joven que se detuvo a mirarla, el encuentro de aquellas dos miradas fue como el entrar en un leve transe, se notaba inocencia en sus ojos, ni siquiera malicia al mirarla, odio o alguna de aquellas emociones que ya había visto antes en los lugareños y eso era algo que le hipnotizaba, pero antes de poder caer en cuenta de que estaba mirando fijamente a un caminante completamente normal y que seguramente con el porte dominante que mantiene casi siempre le estaría asustando, la mano de Brelania se posó en el hombro haciéndola reaccionar de golpe, llevando los ojos hacia los de ella por la sorpresa y escuchó sus palabras agradables, animantes y coherentes

- tiene razón, quizás el calor me esté afectando -

Dibujó una sonrisa que sólo se pudo notar por la expresión del rostro que se relajaba totalmente y le vio saludar al muchacho como se supone que hacían las personas normales, e intentó hacer lo mismo, aunque igual el gesto salió un tanto... "robótico" al levantar un poco la mano a la altura del pecho y saludar, no era su costumbre pero al parecer eso era más común y adecuado. Fue en ese momento en que uno de los tantos barcos que se movían por las aguas hizo un gesto conocido, inesperado e indeseado, cañones salieron del costado de aquel navío y se oyeron tres disparos mientras bajaban de la embarcación tipos con mala pinta y una risa tatuada en sus caras sucias y enrojecidas por el licor

- piratas -

Las balas de cañón impactaron en lugares establecidos en el puerto, aquel lugar en especial era el más alejado de los cuarteles, seguramente por ello habían decido ir ahi y por ello no habían atracado del todo, tomarían lo que quisieran y se irían sin demoras, siete piratas estaban por tocar la playa cuando una bala más resonó y se dirigía hacia el joven. Frozen no dijo más palabras y corrió hacia la bala de forma perpendicular y dirigió la palma de sus manos hacia ella dejando salir un chorro frio, hielo era lo que lograba salir de sus brazos, reduciendo la velocidad de la bala y empujándola hacia un lado, obligando a que fallara en su dirección y de haberse quedado estático, sería entonces salvadora del observante joven, a quien a un lado le caería una bala de cañón casi cristalizada

- a ellos si los podemos llamar piratas cierto? -

Dijo en broma para la mujer que había dejado sentada en la banca cuando la cyborg se hechó a correr.

Vie Jul 22, 2011 8:22 am

Las dos mujeres me ofrecen un saludo cordial que yo no tardo en imitar con la inocencia vestida en mis ojos pálidos y nacidos en el alba. Doy un par de pasos más y entonces escucho murmullos, vuelvo mi rostro y aprecio a un barco dando un movimiento extraño y sacando tres cañones por su costado que lanzan balas de plomo cuyo estruendo hace temblar las cuadernas del barco y las almas de los ciudadanos de aquel puerto que quizás nunca imaginaron verse atacados tan frontal y directamente por un grupúsculo de piratas borrachos que ahora bajan del barco.
- Imbéciles... - musito justo antes de darme cuenta de que una de las balas de cañón lanzadas por los piratas surca el aire en dirección a mi esbelto cuerpo. Flexiono un instante casi inapreciable las piernas para saltar a un lado y lo hago justo cuando la extraña mujer nacida de un iceberg congela la bala de cañón y la hace caer a mi lado totalmente criogenizada. No puedo evitar abrir un poco la boca y más los ojos, impresionado por el poder de la ninfa del hielo.
En este instante un conflicto moral eclipsa al físico que ocurre en derredor mío. Ellos son piratas, ¿debería ayudarlos?; ellas son marines, ¿debería atacarlas? No podría atacarlas sin ir en contra de mis principios, me digo, yo no lucho por la piratería ni por el pillaje y la vileza, sino por la paz y el orden, por un mundo justo, y si en este batalla me toca pelear del lado de la Marina pelearé del lado de la Marina.
- ¿Necesitaís ayuda? - pregunto retoricamente a las dos mujeres que pelean contra los piratas antes de ponerme cerca de ellas, sacar mi armónica y tocarla sin orden ni concierto, alterando completamente los sonidos, creando un sonido que golpea a los enemigos con relativa fuerza.

Spoiler:

Sáb Jul 23, 2011 5:56 pm

Antes de que Brelaina pudiese siquiera cansarse de estar sentada, la tranquilidad que tanto disfrutaba, desapareció. Un barco no muy lejos, maniobró de manera brusca presentando de repente sus costados al puerto. Los ventanucos se abrieron y asomaron tres cañones que, sin pararse siquiera a parlamentar, abrieron fuego. Brelaina se incorporó de un salto y de un grito, ordenó a los civiles que se adentrasen más en la isla, alejándose del puerto y del fuego con los cañones. Moon parecía tener iniciativa suficiente y había acudido en la ayuda de un chaval. A ella, en esa situación, no le quedaba más remedio que luchar.

Desenvainó su espada y la sujetó con su mano diestra, haciéndola girar una vez en su mano para acostumbarse al tacto y al peso, y así optimizar su manejo. Era un pequeño truquito de espadachín, que aceleraba el proceso de "calentar" y facilitaba luchar en plenas facultades desde el principio, y no con un lastre de un par de golpes. El barco no andaba lejos, así que podía fácilmente nadar hacia allí. Pero le sobraba la coraza. Se la quitó con algo de prisa y la dejó en el banco, quedando con su camiseta blanca. Le dejaría a los que habían desembarcado a Frozen y el otro chico, que parecía haber decidido ayudar. No tenía quejas, la colaboración ciudadana siempre era bienvenida.

Se lanzó al agua, sin soltar su espada para que el peso estuviese en su mano y no en su cintura, y empezó a nadar a crol hasta el barco. Una vez junto a él, buscó una atadura suelta. No tardó mucho en encontrar un lugar fácil para la escalada, por la zona por la que se soltaban los botes. Usó esas cuerdas para subir a bordo y saltó a cubierta. Una vez sobre las maderas, y empapada de arriba a abajo, buscó con la mirada algún pirata. No quedaban muchos, salvo un barbudo señalando el puerto con su sable mientras reía y ordenaba disparar. Él sería el primer obstáculo a batir, al parecer, antes de que pudiera cumplir su objetivo allí: frenar el bombardeo al puerto.

-En nombre de la Marina, queda arrestado. -dijo con autoridad, sujetando la espada frente a ella mientras miraba con fiereza, con la furia de un león, al capitán de aquel navío tan osado que había atacado Shell Town. Si oponía resistencia o siemplemente no detenía el fuego, le atacaría y lo detendría a la fuerza. Ese era su deber, una vez que su moral había actuado. Siempre ofrecer una rendición pacífica.

Vie Jul 29, 2011 12:28 pm

El capitán pirata, al escuchar la femenina voz de Brelaina, se giró sorprendido. Realmente, el último sitio donde esperaba encontrarse con la marina era en la cubierta de su propio barco. No sabía por dónde había subido. Lo único que sabía era que tenía a una pelirroja con una espada frente a él y que sus hombres estaban manteniendo una cruenta batalla en el puerto. Los refuerzos de la Marina no tardarían en llegar. Si no acababa con Brelaina enseguida, no tendría tiempo de maniobrar el barco para replegarse. Había problemas, muchos problemas si le capturaban. Seguramente, tras ese ataque, sería condenado por crímenes contra la humanidad. Tenía que matar a esa pelirroja.

-Claro, agente, me rindo, tan solo deje que tire mi arma... ¡contra su cabeza! -gritó colérico el barbudo mientras lanzaba violentamente su sable hacia la mujer que le encaraba. Era un lanzamiento magnífico, sin duda, y cumplía perfectamente la función secundaria de ocultarle mientras sacaba una pistola y disparaba dos veces. Sin embargo, la mujer estaba bastante por encima de aquello. Desvió la espada voladora con la propia y rodó hacia delante para esquivar las balas. Entonces, sin mediar palabra alguna, ensartó al pirata con su espada en el estómago. El tajo iba hacia el muslo, pero el pirata se había desplazado y él solito se había matado. Ahora, se desplomaba en el suelo.

Al dejar de escuchar órdenes, los artilleros se asomaron preocupados, sólo para descubrir a su capitán tendido en el suelo, muerto. Menos osados que el barbudo, depusieron las armas y se rindieron de inmediato. Brelaina los ató y les hizo conducir el barco hasta la orilla, donde lo amarró y bajó a los más de diez presos. Los demás, habían sido capturados o matados por los otros Marines que acudieron. La paz se había reestablecido. Brelaina presentó un informe sobre los hechos en el cuartel y, tras eso, se cambió y se fue tranquilamente a la playa. Tras un duro trabajo, tocaba relajarse. Un baño, una bebida y un poco de sol sentaban bien a cualquiera.

[Prólogo] El Encuentro

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