[Prologo] Yajuu no Ou

Suaves pasos de un alma en pena resonaban tétricamente en aquel solitario lugar, Long Ring Long, había desembarcado unas horas atrás desde un viaje de su tierra natal, Shimotsuki, hasta la desconocida isla para ella en la cual ahora se hallaba interna. No sabía bien hacia donde le dirigían sus pasos pero aquello no parecía ser una preocupación para la joven, quién de forma gracia y elegante, continuaba con aquel andar de ultratumba, aún con una total paz en su rostro.

No pasaron más de veinte minutos hasta que escuchó el desgarrador grito de un ave, posiblemente asesinada por algún depredador o quién sabe…otro forastero como ella en dicha zona, aunque lo veía poco probable ya que la isla era bastante hostil como para recibir a turistas. Por un momento pensó en dar media vuelta y volver hacia el pequeño barco en el cuál viajaba, pero su curiosidad era más grande y lo sabía, por lo que no tardó mucho en volver a una postura firme y segura, avanzando eso sí con mucha cautela mientras deslizaba su mano zurda hasta el mango de aquella arma filosa que llevaba en su cintura, el único recuerdo que conservaba de su tutor pero el cual comenzaba a sentir el peso de los años en su filo. Si desfondaba su katana, claramente se vería el desgaste de su hoja, pero prefería llevar consigo un buen recuerdo de quién fuera la única persona a la que quiso, antes de enfrentarse al mundo desarmada…y sintiéndose sola.

Apuró un poco el andar de su caminata, hasta que otro ruido llamó su atención, ¿Un rugido? Si, probablemente era eso…quién sabe qué otros peligros ocultaba esa isla pero aún así, Mei se mostraba serena, como si fuera la más placentera estadía que podía tener. Unas cuantas hojas cafés cayeron desde las copas de los árboles, dando la impresión de danzar en el intervalo desde su caída hasta que llegaban al suelo, para luego sentir una suave pero gélida brisa acariciar su rostro y más tarde, mover algunas hebras de su platinado cabello además de su pequeña falda marrón que llevaba en aquel entonces. Ajustó bien los guantes que cubrían sus manos con excepción de la punta de sus dedos, para luego detenerse a una distancia bastante prudente desde donde creía que provenían los ruidos y rugidos que anteriormente había escuchado. Guardó silencio y esperó…no sabía bien qué esperaba, pero sólo lo hizo.

Hubo un momento en el que sólo el sonido de aquel lugar se hacía presente hasta que de pronto otra serie de rugidos y ruidos similares hicieron eco en el lugar en donde se encontraba la joven. Suspiró levemente para continuar caminando a un paso más acelerado, completamente atenta a su entorno y ahora con su mano diestra posada en el mango de su katana, en caso de emergencia. No tardó mucho en andar hasta que divisó una bestia de grandes magnitudes, la cual por cierto era bastante extraña, acompañado de un joven quizás de su misma edad, cabello blanquecino y bastante guapo además.

Ambos se veían inversos completamente en el combate que llevaban, la bestia utilizaba sólo su poderoso cuerpo y garras y el joven manejaba una espada…al parecer se trataba de otro espadachín en la isla. Alzó levemente una ceja, expectante ante lo que estaba ocurriendo ante ella, movimientos rápidos del espadachín pero los cuales al parecer no podían contra la brutal fuerza del animal. Cuando la bestia le propinó un golpe el cual lo mandó a volar, pensó en ayudarle aunque claro está, eso no iba con su naturaleza individualista. Se quedó quieta, ahora un tanto sorprendida ante la perseverancia del tipo, quién ahora hacía deleitar a la joven de iris cyan con aquel espectáculo de exterminio con la bestia qué minutos atrás, parecía ser la clara vencedora.

Luego de aquella escena en donde la especie de oso caía al piso ya vencido por el otro joven, todo volvió a una relativa calma. Aún con su diestra cerca de su arma, avanzó unos cuantos pasos en dirección al peliblanco que ahora que yacía en el piso después de tan ardua batalla, no sabía bien el porqué le causaba tal curiosidad aquel tipo, pero claramente no se iría de allí tan rápido. Por un momento pensó en atacarle por el simple hecho de ser un desconocido y así aprovechar de que se encontraba más cansado que ella, pero luego se retractó ya que más que mal, le había ahorrado el trabajo de enfrentarse con aquella bestia.

Se ubicó a no más de un metro de donde él se encontraba, mientras se agachaba un poco haciendo que varios de sus cabellos cayeran por encima de sus hombros y quedando cerca del espadachín, con una expresión serena mientras extendía su mano derecha.- ¿Te encuentras bien?-Pronunció por fin la fémina que había llegado hasta ahí por mera casualidad, esperando que éste tomara de su mano para ayudarle en caso de que estuviera herido. Sus palabras fueron frías pero claramente mostraban un mínimo de interés, mientras la noche ya se había hecho presente en la isla y al parecer sólo ellos dos estaban en la zona en aquellos momentos.

Con delicadeza sujetó la mano de él, sintiendo el contacto de su piel con la del joven, para cuando éste ya se encontraba de pie o al menos intentándolo, la soltó casi por inercia mientras colocaba nuevamente su espalda totalmente erguida.- ¿Qué tipo de desenlace esperabas?-Preguntó sin mucho interés, pasando sus iris por toda la silueta del joven e intentando no perder ningún detalle de él, para luego retroceder unos dos pasos aún con aquella expresión serena y carente de sentimiento alguno.

Mei Shiryu.-Pronunció frialdad mientras sus iris se encontraron repentinamente con los del espadachín, sintiendo la mirada fija de él haciendo que sin querer desviara la mirada hacia su costado. Odiaba que le miraran a los ojos, se sentía indefensa y de cierta forma intimidada, aunque desconocía el porqué de esto.- ¿Preferirías que te deje tirado ahí? –Terminó de responder a su pregunta con otra, para luego cruzar sus piernas y dar un pequeño y lento giro de 90º, observando así el lugar que anteriormente había sido utilizado como campo de batalla, notando también uno que otro animal masacrado en el suelo aparte del oso.- ¿Tú has hecho esto solo?.- Finalizó con curiosidad mirándole por encima de su hombro, ahora dándole la espalda pero muy atenta a cualquier movimiento de él. Si bien sabía que se encontraba aún cansado por su combate, nunca se sabe con qué tipo de persona podía encontrarse.

Se agachó cerca de un ave cubierta de tinte carmesí, moviéndola un poco con su zurda comprobando que no había sido asesinada por garras, sino por un filo, posiblemente el de una espada. El hecho de que se hubiera puesto a prueba con animales claramente le causó cierta molestia, pero en su rostro no se hizo aparente esto. No se sabía cómo podía reaccionar ni cuál sería su siguiente movimiento. Con lentitud se levantó, volviendo a girar sobre su mismo eje para quedar justo frente al joven, ladeando levemente su cabeza mientras otra brisa gélida acariciaba su cuerpo. Sería una noche helada, y ya comenzaban a darse indicios de esto.

En silencio le escuchaba, fijando la vista de vez en cuando en aquellos iris dorados que cierta intriga despertaban en ella, para luego desviarla e intentar volver con su indiferencia natural. Cuando por fin había respondido y se excusaba sobre quién había causado aquello, le miró con una mezcla de molestia y dudas. No sabía si creerle con que de verdad necesitaba comida o las había matado por mero capricho, como la mayoría de los seres humanos, quienes mataban a individuos inferiores a ellos sólo para sentirse más fuertes. Suspiró con pesadez, llevando su diestra hasta su cabello platinado para mover algunos cabellos que caían por encima de su rostro.- Ya veo…-Fue lo único que dijo. Se notaba una frialdad tremenda, cortante e indiferente a más no poder, pero así era ella, como un témpano de hielo.

De un momento a otro alzó la vista hacia el cielo, viendo la bóveda estrellada sobre ellos, con la suficiente luz como para distinguir bien aquellos iris dorados, que extrañamente le recordaban los de un depredador, de esos que por las noches salen a cazar en busca de una buena presa y que de forma innata producen aquel temor en los demás animales. Ella sonrió levemente al darse cuenta de la luz espejada que emanaban sus ojos, era una sonrisa de curiosidad y leve alegría, la cual más segundos más tarde desapareció sin más.

Se dio cuenta de que comenzaba a buscar comida para la cena, por lo que había pensado en dar media vuelta y volver hasta su pequeño barco, hasta que escuchó nuevamente su voz preguntando si tenía hambre.- Un poco.-Le aclaró sin mucho ánimo hasta que cuando el silencio se había apoderado del lugar, un audible sonido de crujir de tripas resonó en aquel lugar. Tenía hambre y ya no podía ocultarlo, mucho menos que se le quite la vergüenza que ahora la atacaba. Sus mejillas se habían tornado levemente sonrojadas, mientras llevaba la vista hacia el suelo y su mano diestra hasta su estómago en señal de notable vergüenza. No recordaba la última vez que había comido, pero no lo hacia porque no tenía dinero ni mucho menos, sólo no tenía ganas de probar bocado, pretendía volver aquello en una especie de entrenamiento llevando así su organismo hasta los límites, pero ahora sentía el efecto de no comer hace días y una imperceptible debilidad física en ella.

Se acercó con lentitud hacia donde el peliblanco ya encendía el fuego y colocaba la carne a cocer, sintiendo el agradable calor que emanaba la llama y ahora rogando a Dios que aquel sonrojo se halla ido de una vez por todas. Se sentó sobre un tronco un tanto roído por el pasar del tiempo, juntando ambas manos y acercándolas un poco hacia la llama que producían los troncos. Tenía frío pero aún así prefería poner su cuerpo aprueba, llevando sólo escasa ropa como para morir de hipotermia cuando una helada cayera. De pronto escuchó la palabra “sufrimiento”…lo que por un instante le mantuvo casi ida de si misma, con la mirada perdida en el cielo estrellado, hasta que volvió a tierra encontrándose con aquel joven frente a ella.- Soledad, venganza, y una promesa…¿Qué más se necesita?.- Hizo una leve pausa antes de continuar, no sabía bien el porqué respondía a aquella pregunta, nunca fue de las personas que confiara en el resto pero había algo en él que le impedía ocultarle eso. Por un momento pasó la imagen de su tutor en su mente, apretando con fuerza sus puños, hasta que se contuvo y volvió a relajarse, dando un corto suspiro con la vista perdida en los ojos dorados del joven.- Hay cosas que uno ni siquiera piensa que te ocurrirán, cosas que desearías olvidar…pero en mi caso, esas cosas son las únicas que me mantienen en pie…lo único que me da una razón para seguir en este mundo.- Respondió finalmente con cierta melancolía en sus palabras, ahora cerrando por un momento sus ojos mientras abrazaba así misma sus piernas, no deseaba que en esos momentos observaran sus ojos, ya que siempre escuchó que estos eran el reflejo del alma y claro estaba, no deseaba que un desconocido supiera como era la suya.- ¿Y tú por qué lo haces?.- Se dignó a preguntar aún abrazando sus piernas, pero ya con sus ojos de color cyan abiertos, se notaba pensativa y claramente “golpeada” por la anterior pregunta que le habían hecho, pero pretendía seguir mostrándose fría y segura de si misma. Esperó que el espadachín que tanto llamaba su atención respondiera la pregunta, ahora sintiendo cómo la carne comenzaba a dorarse y un delicioso aroma salía, anunciando que pronto estaría lista la cena.