Un rumbo fijo...

Callado como una momia. Así era como sería más fácil describir ese otro recluta que no decía palabra alguna aunque se le hablara. Esas vendas debían ser, pensando en ello, fruto de algún que otro trauma personal que provocaba que fuera alguien asocial, o al menos esa era la opinión del chico, quién acabó deduciendo eso. Aunque existía otra posibilidad que sería el que no pudiera combatir y hablar a la vez o, simplemente, prefiriera no hacer las dos cosas. Pero eso solo eran divagaciones del joven espadachín, quién observó como el vendado saltó hacia la derecha y empezó a correr hacia su posición con, evidentemente, no muy buenas intenciones.

La distancia entre ambos se acortaba, y eso beneficiaba al joven del gigantesco mandoble, dado que a tan corta distancia era más que difícil evitar un golpe de tal envergadura al considerar el tamaño del espadón. Por eso mismo esperó hasta que su enemigo se encontrara a unos dos metros para lanzar un corte horizontal a la altura del ombligo de este. La aceleración que llevaba el vendado y la velocidad a la que iba la espada no iban a ayudar demasiado a este para que la esquivara, y es que no tendría tiempo de frenar. Además, si saltaba el mandoble se llevaría por delante sus tobillos en el mejor de los casos. Si se agachaba su cabeza sería la que quedaría seccionada, y en caso de lanzarse al suelo y que no le diera el corte, algo muy improbable, se encontraría entonces a merced del joven luchador. Otro factor en contra era el cansancio que sufriría el marine de aspecto de momia al no contar, probablemente, con esa capacidad del chico de pelo alborotado de cansarse en menor medida que el resto de personas.

Había terminado el combate, dándole la victoria al novtillo del mandoble, mas no por derrotar a su rival sino porque Fulco, como Gendo ya sospechaba ere un tipo demasiado extraño y crudo como para seguir con una pelea de espadas monótona, algo que pese a que no aprobaba, justificaba de cierto modo como una alternativa (patética por cierto) de terminar con esto justo al tiempo en el que el barco entraba en aguas territoriales de la isla donde acababan de llegar. Una isla problemática donde seguramente hallarían algo que hacer.

Bien, hemos terminado jsuto a tiempo, con un muy pobre desempeño de estos espadachines... Solo puedo decir que no me decepcionaron al 100%, o al menos uno de ustedes no lo hizo... -Gendo dirigió una rápida mirada a Fulco, y una leve sonrisa dejó ver la alegría de su derrota, por lo que sin decir nada levanto el arma apuntando al hombre de las vendas y soltó un disparo que apenas y rozo sus cabello por encima del cráneo, Gendo lucía quizás decpecionado, en realidad no intentaba acestarle pero, pensaba que el destino debía hacer lo suyo.-Que curioso... Ahora desembarquemos... Momia, irás con la sirena al lado sur... Tú, mocoso vendrás conmigo. Los demás dispersense, hay piratas aqui y deben ser arrestados. -Y cone sto comenzó a caminar hacia la escalerilla mientras el barco terminaba de llegar a Logue Town.

Obstruyó el mandoble con su espada el vendado individuo, de una manera muy parecida, por no decir idéntica, a como lo había hecho anteriormente. La verdad es que ese maldito combate no llevaba a ningún lugar más que a un intercambio de golpes que iba en aumento a medida que el tiempo pasaba, manteniéndose ambos adversarios completamente ilesos. Eso fue lo que pareció ver el hombre de aspecto de momia, quién decidió retirarse de la pelea bajo la atenta mirada del capitán.

Entonces fue cuando este habló para seguidamente sacar una pistola y apuntar a la cabeza del vendado individuo, disparando de manera que la bala rozara sus cabellos sin provocar herida alguna en su persona, como si solo se tratara de un toque de atención para decirle que no le había gustado su actuación o algo parecido. Acto seguido fue cuando este empezó a hablarles sobre las ordenes venideras, las cuales constataban que el joven espadachín debía ir junto al capitán a la isla, con un fin que era desconocido para Bellamy, quién se limitó a guardarse el gran mandoble en su espalda y erguir la misma para empezar a caminar hacia sus superior con la intención de seguirlo. No tenía mucha idea de lo que iban a hacer allí, por no decir que lo desconocía totalmente, más debía obedecer como buen marine.