[Pasado] Conociendo.

Ciudad extraña, solitaria en apariencia, de aspecto medieval y de historia innegable, la isla de los espadachines, leyendas y cuentos se hablan por todo el mundo, errores y aciertos con dichos rumores pueden tenerse, pero no importaban, al menos no en la mente de un chaval. Un jovencillo, de cola de caballo que ajustaba su cabello en una manera peculiar, de ropas extravagantes para un muchacho y de un fas que disimulaba pereza. Dormitando sobre una caja fue despertado de manera repentina por un sujeto obeso el cual sin decir palabra simplemente señalo aquella isla, una cálida sonrisa se forjo en el rostro del pelinegro quien con entusiasmo acudió a un extremo del navío –Al fin llegue, después de tanto tiempo, al fin llegue, aquí será donde deberé aprender a defenderme supongo- la embarcación continuo su camino hasta arribar al puerto de aquella isla tan peculiar, con una cortes reverencia ante un par de sujetos el niñato se despedía de los mismos agradeciendo el viaje que le habían proporcionado de manera casi gratuita. Avanzo así pues por el sitio tan extraño, realmente no conocía ni donde estaba pisando, pero eso era lo más emocionante de todo, un viaje sin rumbo conocido, con mochila en mano andaba por ahí, sin divisar a ninguna persona al menos en aquel sitio.

-Vaya…que raro- vociferaba exteriorizando su controversia, era un sitio donde se divisaban algunas chozas pero la gente parecía estar ausente, la máxima vida que se encontraba en su camino eran hermosos árboles que anunciaban con imponencia su presencia magistral en el sitio, sus compañeras, las doncellas del aroma, danzantes con la suave brisa marina parecían sonreír a cada paso que el fuereño osaba plantar en tierras no visitadas. En los cielos, un día azul, como el mismo mar, hermoso, tranquilo y sin nubes que anunciasen una tormenta próxima “Hoy no lloverá…”. Finalmente, tras mucho andar de un lado para otro, encontró un frondoso árbol que se mantenía en la mitad de unas cuantas chozas extrañas, decidió quedarse ahí sentado para tomar algo de su desayuno, así pues, tomando en mano un plato pequeño lleno de arroz comenzó a comer de manera pausada y educada; pasaron así varios minutos, donde su única compañía fueron los arrullos de las lejanas aguas marítimas, no obstante, el destino metió sus dedos jalando los hilos de sus marionetas y enviando una figura peculiar.

Un sujeto, de cabellos morados, si…extraño color de cabello y más extraño el hecho de que parándose frente a unos grandes portones estos se abrieron como sin nada, cosa que por momentos dejo boquiabierto al jovenzuelo, obligándolo a comer con presura para después salir corriendo a dicho lugar donde aquel extraño parecía haber ingresado. Al acercarse pudo denotar unas inscripciones, aquello no era una casa, sino un dojo, lugar de la enseñanza en el arte de la espada, primera parada para un joven con ansiad de aprender el arte de la katana, arte que desde niño había llamado su atención cual si fueran sueños de grandeza en la mente de un visionario. Alentado por su emoción más que por su cordura entro detrás de aquel sujeto saltando de alegría sin darse cuenta que, posiblemente, había cometido alguna falta de respeto para con el noble sitio –Disculpe- vocifero con aquella voz tan serena que le caracterizaba desde muy pequeño -¿Usted es un espadachín?, por favor…quiero aprender a ser uno!!!- exclamo con su mirada llena de emoción viva, tanto así que se dejó caer al suelo en un acto de súplica esperando por parte del extraño una respuesta que esperaba fuera afirmativa a su petición.

Off:

Spoiler:

Tras todo lo dicho el pelinegro quedo casi boquiabierto, había hecho el ridículo frente a un par de sujetos que se reían a carcajadas pues a quien había pedido “entrenamiento” no era sino un sujeto como el en busca de mejorar, aunque, debía admitir, aquel sujeto tenía más porte que él, cuando menos el llevaba una katana verdadera mientras que el jovencillo que ahora se ponía de pie apenas si contaba con un palo de madera que fungía según él, a modo de “espada de madera” –Ahm si el cielo y todo eso je- se alejó un par de metros acercándose a los otros sujetos que se mantenían cercanos a las compuertas –Oigan este tío creo que está loco- mascullaba mientras ambos riendo a mas no poder dejaban a aquel chico solo. Un gran suspiro fue efectuado por su parte mientras daba media vuelta y pretendía salir de aquel lugar, pero recapacitando quizás sería buen momento para poner a prueba sus habilidades decidió quedarse con una sonrisa en su rostro, de verdad demostraba ser un chaval, aun ni siquiera había acabado de madurar y ya se encontraba anhelando aires de grandeza, pensando en cuanto dinero ganaría por cada combate que ganara.

Repentinamente comenzó a reír como un lunático, más que nada, porque en su mente se dibujaban siluetas femeninas de una belleza sin igual, rodeándolo y aclamándolo como el mejor espadachín, sueños banales y pasajeros que eran comunes en una mente tan joven y poco conocedora como la suya “Si, serán todas mías, dinero, mujeres, eso es” pero aquel estado de embriagante felicidad se vio opacado por las palabras siguientes del aprendiz de cabellos morados –Ah, un gusto Aaron, yo soy Kyo, Kyo Kensato, vengo de Loguetown, hacía tiempo que quería llegar a esta isla, aunque debo admitir que pensé sería un poco más interesante, pero no me quejo, he pasado por lugares peores- comenzó de nueva cuenta a reír pero esta vez por un poco de nervios al momento que giraba su cabeza en todas direcciones observando a mas muchachos que se mantenían en un entrenamiento constante a base de espadas de madera –Bueno, ya que ambos somos aprendices tenemos que mejorar lo más rápido posible- grito con fuerza al momento que salía corriendo de aquel sitio para segundos después regresar con una vara rara y torcida a manera de “katana” –En guardia- vocifero a todo pulmón lanzándose contra su supuesto enemigo.

“Ya lo tengo” pensaba muy confiado el jovencillo al momento que estando cerca saltaba con cierto impulso con toda la intención de lanzar un golpe certero, pero en ese momento aquella vara se ladeo ganándole a la fuerza del niñato quien siguiendo la dirección de aquel objeto cayo de cara a un lado de Aaron sin llegar siquiera a tocarle -Otra vez falle- exclamaba con movimiento de dolor que reflejaban el buen golpe que se había asestado a sí mismo, con reverenda rabieta se levantó golpeando aquella vara con fuerza lanzándola lejos. Se quedó ahí parado un par de segundos y próximamente agacho la cabeza avanzando para tomar de nuevo ese pedazo de madera –No entiendo porque siempre fallo- replicaba con cierta melancolía regresando a donde antes observando con firmeza al otro personaje –Ah disculpa, es que a veces me emociono, pero bueno ya vez, de todos modos no logro hacerlo bien todavía- mostro una cálida sonrisa en su rostro rascando su nuca en un acto bastante común para cuando cometía alguna tontería que le avergonzaba, aunque, por alguna razón, tenía una buena impresión de aquel chicho, algo en él le dé mostraba como una buena persona, pero las apariencias engañan, sería mejor andarse con cuidado.

La conversación se volvía amena entre aquellos dos jóvenes, incluso tras el infructuoso intento de ataque sorpresa por parte del espadachín, el otro sujeto no parecía enfadado, sino más bien atraído por su actitud, algo raro, nunca había conocido a una persona que realmente pudiera llamar “su amigo”, la mayoría de las veces se juntaba con la gente únicamente por conveniencia o porque podía obtener algo de ellas, mas aquel joven le brindaba algo más, como si le diera una sensación reconfortante, cosa que no entendía del todo como manejar, así que tras sus palabras aun con su afable sonrisa replico con alegría –Bueno entonces habrá que entrenar para algún día volvernos fuertes je-. Repentinamente la presencia de una joven y hermosa damisela se hizo presente, los ojos de Kyo se quedaron plasmados en la hermosa pintura de la silueta femenina, tanto así que repentinamente un fuego intenso salto de sus ojos elevando sus manos al cielo y de forma casi indetenible grito –Gracias Dios!- fue entonces que adelantándose a Aaron tirándole un manotazo lo aventó a un lado colocándose frente a la hermosa jovencita tirándose a sus pies –Un gusto hermosa doncella, mi nombre es Kyo Kensato y soy el mejor espadachín que has visto, te lo demostrare ahora mismo- eufórico giro su cabeza encontrando con la vista a un estudiante que parecía haber terminado su día de entrenamiento, de edad un poco más avanzada que la suya y rapado de la cabeza, su rostro era gracioso y mostraba una ligera barba que le indicaba al menos como un muchacho de unos veinte años –Hey tu- vocifero con fuerza mientras el otro sujeto solo giraba su rostro inmutable dándole un vistazo al niñato –Te reto por el honor de esta señorita- el agraviado simplemente sonrió sin darle importancia y continuo su camino –No me ignores- bramo con ira lanzándose en su dirección, el contrario giro levemente su rostro dándole una pequeña mirada y en menos de un instante de un solo golpe directo a su rostro lo dejo “K.O” en el suelo ante la mirada de muchos estudiantes que comenzaron a burlarse del caído señalándolo sin poder contener sus pulmones –Hey miren a ese tonto jaja, desde ahora lo llamaremos K.O, de un solo golpe cualquiera lo puede vencer- seria así que se ganaría un apodo que le acompañaría toda su vida, K.O, el chicho sin fuerza.

Tras el incidente fue llevado a la “clínica” por un par de estudiantes que en medio de quejidos maldecían su mala suerte, una vez asentado en una cama abriose sus ojos observando únicamente al sujeto de cabellos morados –A…Aaron…así que lo vencí y escapo, sabía que lo haría…era demasiado débil para mí- y sin decir más simplemente cayó en un profundo sueño, recordando con este todo lo que había vivido hasta entonces, el recuerdo de sus padres mientras era aún un preescolar, sus supuestos amigos quienes al verlo en desgracia simplemente le habían abandonado, la miseria, el hambre, todo lo desagradable que había hecho para subsistir volvía a su mente “No, yo no quiero” replicaba a sus adentros conociendo que sus acciones no eran para nada santas más sabiendo que era la única forma de sobrevivir se rendía cada vez al instinto de la supervivencia, ese instinto que hasta ahora le mantenía con vida.

1 año después…

-No, no quiero…no quiero sopa…eso no es sopa vagabundo eso es lodo en un plato- replicaba entre dormido para después caerse de la cama y levantarse con una cara de total vaganza -¿ah que?- observaba a su derecha un reloj denotándole que ya era muy tarde –No puede ser me quede dormido de nuevo- gritaba con terror tomando una katana de madera y vistiéndose a toda prisa con el “uniforme” de aquel dojo saliendo rumbo al campo de entrenamiento. El lugar era inmenso y a pesar de que hacía un año se encontraba habitando en este aún se perdía con mucha frecuencia, tanto así que cada vez que llegaba a un sitio observaba que se había equivocado de sitio. Pasaron las horas y finalmente con un esfuerzo magistral llego a un campo abierto donde unos cuantos sujetos se encontraban aquellas personas tenían todas menos edad que Kyo, muchas cosas habían pasado en aquel año, el morocho no solo había fallado en repetidas ocasiones el “examen” de rango, sino que parecía no avanzar, incluso los nuevos aspirantes llegaban a ganarle con suma facilidad, lo más extraño era que a él no parecía interesarle en lo más mínimo, al grado de que su tutor se sacaba de sus casillas recalcándole que había practicado miles de veces el mismo movimiento y aun así no lograba salirle bien.

En fin, simplemente arribo al lugar sentándose junto a los demás, por alguna razón ninguno de ellos le hablaba, quizás lo encontraban como un perdedor, quizás simplemente les caía mal, sea lo que sea tras unas breves instrucciones llego la hora de practicar, nadie quería hacerlo con Kyo, pero como no podían dejarlo solo escogieron a su oponente, el miembro más reciente que apenas tenía un par de semanas en el sitio y al que muchos consideraban un prodigio de la espada, con una actitud siempre fría y seca que molestaba al pelinegro. Estaba decidido a derrotar a ese niño presumido, así que se lanzó al ataque pero en un movimiento que fue incapaz de ver y mucho menos de evitar fue derrotado de un solo golpe al estómago –No entiendo porque me hacen perder mi tiempo con el K.O hasta un bebe lo puede vencer- una santa de carcajadas fue lanzada por todos los presentes mientras el tutor furioso levantaba al moreno llevándolo a un lado del campo dejándolo descansar, para cuando despertó la clase había terminado y el niño que le derroto se retiraba con un aire de superior muy recalcable.

-Maldición- cegado por su ira emprendió carrera en busca del agresor y para cuando lo encontró observo una escena desagradable, la señorita hermosa, que aquel día hubiese recibido a los dos sujetos, se encontraba siendo asediada por un sujeto bien parecido pero con toda la facha de un patán y la hermosa jovencilla lo demostraba con sus miradas repulsivas al tipo cosa que derramo el vaso en la mente del espadachín –Hey tu déjala en paz- grito al momento que llegando con el sujeto le empujaba incluso tirándolo, ante esto el hombre se elevó denotando una altura superior a la del pequeñín comenzando a reír –Ah pero si tú eres el chicho K.O, he escuchado de ti, mi hermano te venció de un solo golpe y apenas lleva unas semanas aquí- los puños del pelinegro se cerraron con potencia para después reclamarle enérgicamente –Cállate sé que puedo vencerte en donde sea cuando sea, solo establece el lugar y la hora, te demostrare que tan débil eres- bien era cierto, el amor cegaba y la furia cegaba aún más, todos sabían que era una locura enfrentarse a ese sujeto, uno de los mejores del dojo, considerado también una luminaria entre los alumnos, cosa que denoto riendo a carcajada abierta mientras muchos de los miembros de aquel sitio se acercaban para ver que estaba sucediendo –Muy bien, será ahora mismo, a las afueras del Dojo, no quiero que ningún tutor nos interrumpa-

Aceptando el desafío ambos contendientes fueron seguidos por una multitud de espectadores que comenzaban a apostar y a reír, obviamente todas las apuestas estaban en contra del más débil pero eso no le importaba, su cabeza estaba caliente y solo buscaba una revancha para demostrar que era mejor de lo que aparentaba. La linda chica no les siguió, eso indicaba que había escapado o que por otro lado iría en busca de ayuda, mas no importaba, una vez alejados del dojo, se formó el clásico circulo de personas para que todos pudieran observar el espectáculo. El prodigio desenfundo su katana, solo que esta era una katana de verdad, las gotas de sudor corrieron por las mejillas del nipón mientras uno de los espectadores le prestaba una verdadera al mismo, tomándola con manos temblorosas se preparó para el combate –Muy bien, es hora de que aprendas cuál es tu lugar niño- y con esas palabras comenzó la contienda.

Apenas habían pasado unos minutos cuando el joven Kyo ya se encontraba tirado en el suelo, lleno de tierra mezclada con su propia sangre, los cortes no eran profundos, pero eran demasiados en todas las zonas del cuerpo concentrándose mas en el torso, incapaz de proseguir se lamentaba en el suelo “No puedo creerlo, ¿de verdad soy tan patético?, todos se ríen de mí, ni siquiera puedo avanzar, simplemente soy como un parasito entre ellos, no tengo habilidad para esto, siempre me pregunte…¿qué pasaría si yo muriera?, ¿acaso le importaría a alguien?...” sus ideas eran macabras pues aquel joven eufórico por poder usar una katana verdadera contra un humano parecía sediento de hambre, tanto así que colocando su pie izquierdo sobre el cráneo de Kyo parecía dispuesto a terminar el trabajo –Venga…- fue lo último que exclamo el enemigo tras lo cual el de cabellos oscuros cerro sus ojos esperando lo inevitable o simplemente…esperando un milagro.

Repentinamente una voz conocida irrumpió en el silencio sepulcral de la muerte, una voz amable y que tiempo atrás hubiera sido su primera señal de amigo -¿Aaron?- exclamo débilmente pues había perdido una buena cantidad de sangre, no comprendió mucho de lo que dijo, apenas si se mantenía consiente, tanto así que únicamente observo como una katana era colocada cerca de su posición, haciendo un esfuerzo supremo llevo la diestra a dicha katana tomándola con las pocas fuerzas que le restaban “Esta Katana…” sus ojos poco a poco comenzaron a palidecer, sus parpados se le hacían tan pesados como dos inmensas baldosas, únicamente abrazándose a la realidad dejo caer su mente en los brazos de Morfeo, en realidad ya no le interesaba si iba a morir o no, por alguna razón, cuando su compañero había arribado una paz pocas veces sentida le había inundado, el destino decidiría que camino le deparaba, pero cuando menos, el temor, ya no era uno de esos caminos.

3 meses antes…

-¿Oye quieres ir al baile conmigo?- clamaba aquel joven frente a una chica linda que riéndose del mismo le propino una bofetada tirándolo en el suelo, dejándolo prácticamente vencido, se levantó segundos después tocando la zona afectada que ahora mostraba un rubor por el golpe –Diablos esta es la última y me ha rechazado…pero demonios porque todas hacen lo mismo- cabizbajo elevo su mirada al cielo en aquel jardín del dojo, el baile de primavera, un baile que ya era tradición entre las mujeres y los estudiantes de aquella academia, aunque había buscado compañera todas le habían rechazado, no era de extrañarse, él no era demasiado atractivo pero tampoco era alguien despreciable, lo que sucedía era que todos le conocían como el peor de los estudiantes, era el más débil y ciertamente a que chica le gustaría ir al baile con alguien como él, era deprimente incluso el pensar en su cruel realidad. Estando a solas no pudo evitar soltar unas cuantas lagrimas las cuales limpio con rapidez mientras una leve brisa hacia caer muchas hojas al jardín, simplemente se quedó ahí sentado dejando que el tiempo pasara, el baile era aquella noche, ya estaba atardeciendo, nadie se encontraba en las afueras, todos estarían arreglándose como era debido para celebrar con sus “amados”.

Tras mucho esperar finalmente se elevó para comenzar a caminar sin rumbo, decidió salir del dojo, no quería ver a todos con sus parejas mientras él se mantenía a solas, por lo menos su compañero Aaron se encontraba bien, no le había visto mucho en todo el tiempo que habían pasado, cosa natural pues él se encontraba ya en estudiantes avanzados mientras él seguía en los principiantes. Había escuchado que era una de las sensaciones del momento junto con otros sujetos de gran control en el arte de la katana, según rumores tenia múltiples citas por semana y todas las mujeres llegaban incluso a llevarle comida y animarlo en las competencias que se realizaban en el dojo, competencia que a decir verdad, nunca había siquiera llegado Kyo pues era eliminado en la primera ronda. No podía creerlo pero comenzaba a odiar su vida, su sueño era ser un gran espadachín pero, debía admitirlo, no tenía la habilidad, ni siquiera había logrado avanzar a los estudiantes medios y eso que para ello la tanda regular era de unos cuantos meses.

-Maldita sea, ¿por qué ese tío tiene tanta suerte?- replicaba para sí mismo al momento que saltaba a un tejado del dojo con vista al mar, nunca lo había creído capaz pero…comenzaba a odiar a su compañero, odiaba que el fuera un genio mientras él era una basura, odiaba que él tuviera la atención de todas las chicas mientras el por más que lo intentaba lo mejor que recibía era un “No gracias” odiaba el hecho de que en cada batalla amistosa que habían librado siempre resultaba vencido, odiaba tantas cosas que ya no sabía si de verdad ese odio era dirigido a su compañero o si simplemente estaba frustrado. No tuvo noción del tiempo tanto así que la noche arribo y en las lejanías, en un salón especial de eventos se escuchaba ya la música, donde seguramente todos se encontraban. “Púdranse…” pensaba el pelinegro juntando sus rodillas con sus manos observando el horizonte donde los suaves sonidos del mar fungían como un arrullo más repentinamente una voz le hizo temblar -¿Kyo?- giro su cabeza y para total sorpresa del mismo ahí se encontraba, era Katherine tan hermosa como siempre. Tal fue la impresión del joven que por poco y resbala cayendo de aquel lugar –Kat…¿qué haces aquí?, ¿por qué no estás en la fiesta?- una dulce sonrisa fue figurada por la chica al momento que se sentaba junto al espadachín –Eso mismo te iba a preguntar- tras tal comentario el pelinegro se ruborizo muchísimo al punto de enviar su mirada en otra dirección –Yo…no se…no me interesan esas cosas- vocifero con cierta melancolía, no era bueno mintiendo y sabía que la rubia se daría cuenta de lo que sucedía, después de todo él ya era “popular”.

Por unos instantes se formó un silencio sepulcral, Kyo no abría la boca, después de todo sentía que los demás tenían razón, era demasiado inútil para hacer la cosa más sencilla, pero entonces noto que aquella jovencilla sollozaba –Kat…pero que…- replico con suavidad enviando una mirada a la chica quien limpiaba con su antebrazo aquellas lagrimas sin decir nada tratando de formar una sonrisa pero sin éxito –Que sucede- ella no dijo más y simplemente se retiró pidiendo disculpas al joven, más cuando se retiraba un papel cayo de su vestido, aunque no quería leerla le gano la curiosidad así que tomándola en sus manos entendió todo. Su mirada se volvió fría y pesada mientras mandaba una furica mirada al salón de eventos “Aaron...eres un maldito” dejo caer la nota que no era sino una carta de “amor” de Katherine para Aaron. Kyo no sabía porque no le había entregado la carta, pero ya lo deducía, ese maldito sin duda debía andar detrás de todas las demás chicas, cosa que molesto a la ojiazul sintiéndose ofendida y rechazada, algo que no le iba a perdonar, ni siquiera entendía lo que estaba a punto de hacer, pero ya su mente lo tenía decidido.

Regreso a su habitación y tomo una katana de madera con la cual entrenaba para después dirigirse a toda marcha al sitio del evento. Ya era algo tarde y la fiesta había concluido, algunas parejas se encontraban en los rincones quizás besándose o cosa similar, pero eso no importaba, la vista del morocho solo buscaba a una persona, a la cual encontró no muy lejos cerca de un árbol de copa ancha y de tronco pronunciado, parecía estar con unas cuantas chicas muy atractivas y sin importarle interrumpir asevero –Aaron, da la cara cobarde- su rostro habitualmente apacible ahora se encontraba lleno de ira tanto así que al cruzar miradas con su compañero exclamo de forma tétrica –Hiciste llorar a la señorita Katherine…eres un maldito y voy a asegurarme de que pagues tu pecado-

La batalla dio inicio y solo unos minutos después podía encontrarse a Kyo en el suelo derrotado –Maldición…- tal cual se esperaba, seguía siendo el mismo perdedor de siempre, más cuando su compañero estaba dispuesto a irse le tomo del tobillo derecho –No te vas a ir tan fácil, aunque tenga que arrastrarme, aunque tenga que derrotarte a mordidas, me voy a asegurar que le pidas perdón, no me importa si eres el mejor espadachín del mundo…- y así aferrándose al mismo comenzó a recibir una serie de patadas provenientes de las chicas ya de por si molestas de que un patán les hubiera interrumpido, mas asombrosamente, las manos del nipón no cedían en lo más mínimo, era como si en estado automático, se hubiese enganchado al peli morado.

-No digas mentiras, yo sé que es tu culpa- vociferaba con voz contundente y dolida, de sus ojos salían pequeñas lagrimas provocadas por la impotencia más que por el dolor, siempre había sido débil, él lo sabía y se odiaba por eso, ni siquiera podía protegerse a sí mismo y aun así planteaba cara a todo el que pudiera, era un estúpido, todos lo sabían, mas su compañero en lugar de golpearle como habría esperado mantenía con él una conversación sincera, cosa que sorprendió al espadachín ya derrotado “No puedo creerte…” a pesar de sus intenciones se negaba a creer en sus palabras, después de todo él lo había visto con esas chicas, que otra cosa podría ser, estaba intentando zafarse por la puerta grande pero no lo iba a permitir, aunque había que aceptarlo, ya estaba tan débil que incluso cuando Aaron se liberó con tranquilidad no pudo hacer nada dejando que el joven se mantuviera en el suelo sollozando en silencio sin mirar a la cara de su compañero –Maldita sea, porque, porque soy tan débil- golpeaba con debilidad la tierra cerrando sus puños en cierta medida ensangrentados por su esfuerzo.

Nada le habría sacado de aquel trastorno pero entonces escucho algo inimaginable “Tu carta…¿cómo?” elevo entonces su rostro lleno de tierra y lágrimas observándole fijamente con sus orbes oscuros –No puede ser…- su boca se abrió al máximo dejando escapar un alarido apenas audible, en realidad era torpe y a eso había que sumarle que era idiota, apenas si había leído la primera parte y por ello pensó que la culpa era de Aaron, pero, ¿si hubiera leído la carta entera que habría deducido?, se elevó con muchos problemas hasta poder quedar sentado, tanto así que su cuerpo casi desfallecía -¿Tu carta?, no puede ser, me estas mintiendo, ¿esa carta era tuya?- tomo con sus inexistentes fuerzas al peli morado por su camisa acercando su cara para cruzar miradas –No es posible, porque tu…porque ella…no tiene sentido, de ser asi porque ella estaba…- en ese instante su compañero detecto una presencia más en el lugar. Al girar su rostro un tanto a la derecha encontrose con Katherine, quien les observaba en silencio desde las sombras, fue entonces que soltó al otro hombre para elevarse más por mera voluntad que por fuerza suficiente tratando de mostrarse natural ante la rubia.

Una breve platica fue producto de su presencia para después evaporarse entre la oscuridad como un rayo de sol al caer la noche, había entregado a cada uno de ellos una katana y después como se aclaró, huyo del sitio, algunas parejas cercanas observaron el espectáculo, unas cuantas chicas seguramente esperaban al hábil joven de largos cabellos morados, otros se burlaban del pelinegro, pero este último sin importarle nada más y en un acto casi milagroso para sus condiciones tiro la katana que le había sido entregada y fue en persecución de la chica –Katherine espera!!!-. La persecución se extendió por pasillos y jardines hasta que de un momento a otro, el joven no supo donde se encontraba, así desfallecido por el cansancio cayó al suelo sin poder moverse.

ayos solares inundaban los orbes del moreno, con dificultad abrió sus parpados encontrándose de manera habitual con la clínica médica, no tenía vendajes simplemente estaba siendo atendido, ahora no había nadie en la habitación, generalmente cuando algo sucedía siempre se encontraba con el rostro de Aaron y de Katherine, pero ese día no era así, pregunto a una de las señoritas que había pasado y tras explicarle que desvaneció en un pasillo fue enviado a dicho lugar, nadie le había visitado, cosa que, al menos en aquel momento no le importaba un comino, la noche anterior la ojiazul había salido en brutal escapada, quizás su amigo estaría buscándola, cosa que el planeaba hacer de igual manera. Incluso sin autorización logro salir de aquel sitio vistiéndose con sus ropas, avanzando por los pasillos hasta llegar al dormitorio de chicas, imprudentemente entro buscando a la bella mujer a lo cual fue recibido por muchas señoritas que a base de patadas y bofetadas le sacaron enviándolo una vez más a la clínica.

De nuevo al inicio despertó una vez más en la cama del sanatorio, se levantó, se acomodó las ropas y salió en su búsqueda, esta vez tardo todo el día en aquella encrucijada y nunca le pudo encontrar, pregunto a todos y nadie parecía saber nada “Maldición que está pasando, a donde habrá ido” una suave brisa marina, proveniente de las profundidades del océano hizo danzar sus cabellos, algunas hojas cayeron a sus pies en un jardín donde se había detenido, el jardín donde tiempos atrás los tres personajes se reunían para reír y jugar, mas ahora todo era diferente, debía admitirlo, Aaron era su amigo, pero algo entre ellos había sucedido, algo que no quería aceptar, ambos estaban en busca de la misma mujer y sin embargo solo uno de ellos tenía su corazón…y ese alguien no era aquel muchacho –Pero qué diablos estoy haciendo, debo seguir buscando maldición- exclamo con fiereza para embarcar una nueva búsqueda.

Avanzo por todo el dojo encontrándose únicamente con estudiantes y tutores, repentinamente llego hasta el único lugar que no había revisado a profundidad, la misma enfermería, ingreso y como ya era natural verle por ahí nadie le presto la debida atención. Un suave susurro de agonía provenía de una habitación aparte reservada únicamente para pacientes terminales o con enfermedades muy graves, viéndose en ventaja abrió la puerta corrediza, sus labios se secaron, su garganta se trabo, sus ojos se estremecieron y un simple grito fue producido en la escena.

2 mes antes….

Encontrabase en el tejado más alto del dojo, ahí sentado, observando al mar con sus piernas enlazadas por sus brazos, sus mejillas llenas de lágrimas que limpiaba con cierta regularidad denotaba su estado de ánimo. Había pasado ya un mes desde aquella terrible escena, no cabía duda, Katherine, la más hermosa de las chicas, amable, dulce, cariñosa, ahora se encontraba abrazando la oscuridad, nadie quería decirle que tenía, pero sabía que aquello no podía terminar bien, ¿cuánto tiempo podría restarle?, los días seguían pasando y ahora cada vez la veía peor, a veces simplemente asistía para leerle algún cuento, alguna tontería sin que ella estuviese despierta. Los rumores hablaban de que había contagiado una rara enfermedad natal de la isla, incurable según las leyendas y que tardaba un par de meses en cobrar la vida de sus víctimas, por ende nadie se acercaba a ella, tenía entendido que aparte de él, solo Aaron y sus mejores amigas así como miembros de la clínica le visitaban.

Aquel día en especial no la había ido a visitar, le habían negado la entrada pues solo se había permitido una visita y aparentemente fue recibida muy temprano. El ocaso en el horizonte anunciaba el fin de un hermoso día, al menos hermoso para todos los demás pero no para Kyo. Repentinamente y sin aviso sintió que alguien más le acompañaba, giro su cabeza y encontró a su camarada –Aaron…- musito limpiándose las lágrimas devolviendo la mirada a la inmensa lejanía –Que haces aquí- repuso con cierta nostalgia, desde aquel día ninguno de los dos se había hablado con el otro, quizás porque no les importaba, quizás por odio mutuo, no estaba seguro, quizás simplemente era que ambos temían expresar el miedo que los abrazaba, ese miedo que al menos en aquella circunstancia el nipón conocía mucho mejor que su acompañante…el miedo a la impotencia...todo se habia terminado...todo...habia acabado...

1 mes antes…

Las palabras del joven reconfortaron la mente del muchacho de cabello oscuros, al menos le daba a entender que no estaba molesto con él, cosa que ya era de agradecer, tanto tiempo había pasado, tantas heridas habían sido cerradas pero que aun así no desaparecían, desde aquel trágico incidente, desde aquel encuentro en el tejado, después de todo, la vida no parecía tener el mismo sentido, se había vuelto más sombrío, mas callado, aún seguía siendo un tonto pero ya cuando menos no bromeaba en demasía. Se encontraba aquel día sentado en un jardín, había faltado a clases, algo que venía repitiendo desde unas semanas, ciertamente no le interesaba si nunca aprendía a ser espadachín, tampoco le importaba si lo expulsaban del dojo por ser una deshonra, todo para el en aquel sitio parecía haber perdido el sentido. La suerte intervino una voz familiar se hizo presente, se trataba de Aaron, quien simplemente le observo desde su posición –Si, es bueno verte también, he escuchado que de nuevo fuiste finalista en uno de los torneos, que cosas…yo ni siquiera me presente- vocifero con total naturalidad levantándose comenzando a comenzar alejándose de Aaron lo suficiente para que este le siguiera pero a la vez le impedía cruzar miradas –Te has vuelto muy popular Aaron, sobre todo en las chicas, se aproxima el evento para los “graduados”, supongo que tu estarás en el cuadro de honor-

Llevaba aquel “uniforme” representativo del dojo pero estaba despojado de arma alguna demostrando con total facilidad que había faltado a sus clases, se detuvo frente a otro jardín cercano observando el cielo, unas cuantas nubes anunciaban la caída de los cristales desde el cielo –Hoy lloverá- exclamo sin moverse de su posición inicial, agachando próximamente su cabeza con vista al suelo, las finas gotas comenzaron a presentarse en una suave llovizna de la cual estaban protegidos gracias a un par de tejados que conectaban los pasillos del sitio –Lo siento- mascullo suficientemente audible para su compañero –Hace tiempo que nos conocemos, tu eres lo más cercano que tengo a un amigo, sin embargo no he conseguido hacer suficiente, desde que Katherine se fue, creo que ya no me importa nada, he faltado a todas las clases, en realidad ya no sé si de verdad quiero convertirme en espadachín, hace tiempo era un anhelo mío y ahora parece como si fuera un capricho, comienzo a preguntarme si estaba aquí solo por ella, de ser así…no tengo más motivos para quedarme-

Un leve momento de silencio se hizo presente entre ambos sujetos, el pelinegro no intercambio más palabras, únicamente se alejó de su compañero entrando por unos cuantos pasillos para después perderse en la oscuridad. Atravesó varios sitios donde los preparativos para los nuevos espadachines estaban siendo realizados, faltaba poco más de un mes para que todos ellos fueran reconocidos como auténticos “samuráis”, cosa que afortunadamente lograba desviar la atención de su débil figura. No quería saber de nada mas, tanto así que simplemente llego a su habitación, se quedó tirado en el suelo cerrando con llave la puerta tras de sí y se quedó dormido.

Unos días antes…

-Ya te dije que no soy Katherine idiota!- una gran bofetada fue asestada al rostro de Kyo por parte de una rubia que furica se alejaba de aquel sitio, levantándose con algo de dificultad tomaba la zona dañada con su palma “De nuevo estoy con estas alucinaciones…¿será a causa de tantas bofetadas?” no entendía por qué repentinamente al ver a una chica con el perfil similar a Katherine exclamaba su nombre saludándola como sin nada, llevaba ya al menos una semana con esa manía cosa que le había ganado ya muchos golpes por parte de las chicas. En fin, avanzo por el sitio con las manos en la nuca, no había visto a su compañero y eso le alegraba, ciertamente después de aquel día no tenía idea de que podría hablar con el peli morado en caso de encontrarse frente a frente.

Había escuchado que su compañero era el nuevo campeón del dojo y según entendía el encabezaría la lista de los “egresados” cosa que le alegro en cierta medida “Ese tío lo hizo, que bien” repentinamente sin darse cuenta sintió que había pisado algo, agacho un tanto su cabeza y se dio cuenta que había pisado la cola de un gato –Ah…disculpa amiguito- el gato pareció enfurecerse y unos segundos después Kyo se encontraba rodando por el suelo siendo atacado por unos cinco felinos que le rasguñaban en todo el cuerpo –Ayuda, ayuda!!!!- gritaba mientras todos se burlaban de él disfrutando del espectáculo hasta que los gatos decidieron terminar el castigo dejando tirado al joven –Si mejor huyan- balbuceaba quedando tendido y requiriendo ayuda médica…

Actualidad…

Despertó en el lugar habitual, la clínica, ahí a su lado se encontraba su compañero Aaron quien parecía estar esperándolo, ya era de día de nueva cuenta, eso significaba que había tardado todo un día entero en recuperarse –Vaya, así que lo vencí, sabía que era demasiado genial para ser derrotado por un tipo así- vocifero bromeando como era su costumbre. Un incómodo silencio fue presa del ambiente, haciendo la atmosfera más pesada, hasta que finalmente el jovencillo ahora lleno de vendajes movía sus labios exclamando –Deberías estar arreglándote, hoy es el gran día…para ambos supongo…yo…abandonare este lugar- y así lanzando una mirada al techo se quedó en silencio, lo había decidido, ese sería su ultimo día…en aquel dojo.

-Ya lo veremos…- fue lo único que exclamo tras la partida de su compañero. Espero todo el día en la enfermería, la noche arribo, ahora ya no tenía nada que hacer, así que saliendo de aquella clínica se dirigió a su cuarto, tomo las pocas pertenencias que le quedaban y de forma extraña dejo aquella katana en su habitación, cerro sus ojos y haciendo una reverencia salió del sitio, lo que había hecho tenía un motivo, él no era alguien fuerte, no merecía llevar una katana facturada por Katherine, no…el solo regresaría por dicha espada cuando fuese lo suficientemente fuerte como para poder derrotar a Aaron y a muchos otros enemigos. Se dirigió al puerto, unos cuantos sonidos de celebración provenían de las profundidades de la isla, sin duda era la noche anhelada por todos, menos para aquellos dos combatientes que ahora partían en caminos separados. Una vez en el sitio encontró un pequeño bote de remos con vela y provisiones, no había querido decirlo, pero se retiraba de aquel sitio porque fue exiliado, después de provocar una batalla contra uno de los mejores alumnos y tras sus constantes fracasos se había decidido que no merecía permanecer en aquel sitio, cosa que igualmente no le molestaba mucho, sin Katherine y sin Aaron no quedaba nada para el en ese sitio.

Desamarro la embarcación y tomando los remos comenzó a adentrarse en la profunda oscuridad, la soledad completa por primera vez se hizo su aliada, las estrellas en el cielo, danzantes y expectantes le protegían con su bendecida luz, el mar estaba tranquilo, parecía compadecerse de aquel niño, cosa que si bien no le importaba agradecía al tiempo. La luna brillaba con fuerza en las alturas, una suave brisa provocaba que el bote avanzara con mayor rapidez, repentinamente mientras se encontraba ya sumergido en la oscuridad el nipón clamo –Hmmm…ahora que lo pienso no conseguí un mapa, no tengo brújula y no se ha dónde voy…o rayos…¿dónde estoy?- grito tomándose la cabeza en repentina desesperación sin saber con exactitud donde se encontraba o a donde se dirigía. Tardo un tiempo en aquel estado de shock hasta que finalmente ya sea por el desfallecimiento, la haraganería o la simple vaganza se tiro a dormir en el bote de manera incomoda, observo por última vez los cielos teñidos de estrellas y vocifero –Dos años…me parece justo- para finalmente quedar enteramente dormido.