Tienda de Muramasa

Viendo el maravilloso día que hacía, a Claus nada más que le hacía falta un ángel para saber que se encontraba en el cielo. Su brazo estaba entrelazado con el de Diana, su faz estaba algo ruborizada debido a esto. Sus pasos eran largos pero no muy rápidos, cada momento que pasaba era como una gota de ambrosía que caía en el interior de su boca, pero antes de que su mente pudiera reaccionar, ella se había soltado y abría la puerta de un pequeño establecimiento que, dedujo, era una tienda. Sus ojos parecían salirse de su órbita cuando nada más entrar, un ángel estaba allí, en la tienda, en una simple y llana tienda. Todo era perfecto, su acompañante era bellísima, tenía, como pensaba Claus, un "no sé qué, que qué sé yo, que yo que sé", un día espléndido, y por si fuera poco, y aún tuviera dudas de que estaba en el cielo, un ángel.

Observó los enérgicos movimientos mostrados por Diana, aquel ángel debía de ser amiga de ella, increíble pero cierto. Un emotivo abrazo hizo que en el semblante de Claus apareciera una sonrisa pura y tierna, estaba alegre de la propia alegría de Diana.
Al caerse algunos papeles del carcaj, rápidamente fue a recogerlos, por no hacer que se agachara. Mientras los iba recogiendo no se daba cuenta de lo que recogía, ya que estaba pendiente de la respuesta del dependiente, a lo mejor debía de pagar él aquel arco. De repente, decidió centrarse y desgraciadamente vio la cara de un pirata que le sonó familiar, muy familiar en un cartel de "Se Busca", no aparecía su nombre por ninguna parte. Unas lágrimas llenaron los ojos de Claus, todo estaba tan bien, y ahora, tan mal. Agarró con fuerza el cartel casi destruyéndolo, salió veloz de la tienda con una expresión de tristeza, agonía e ira en su faz. Se apoyó en la pared junto a la puerta de la tienda, en el exterior. No podía dejar de observar la cara de vicioso, asesino y malvado de aquel pirata.
La ira lo iba consumiendo, necesitaba matar a aquel pirata, o a cualquier otra cosa que se encontrara a su alcance. Sacó la pistola de su familia, se dirigía a apuntar.

El sonido de la campanilla de la puerta sonaba en señal de que alguien había entrado en la concurrida tienda, aunque a primera vista no se pudiera ver a nadie si no se descendía la mirada varios centímetros menos de lo normal pues se trataba de una pequeña rubia la que caminaba por la tienda buscando algo en concreto e indiferente a todo lo que ocurría en la misma – No puedo servirme siempre de mi bokuto... Así que me debo comprar alguna katana aquí – Pensaba la joven antes de caminar hasta el mostrador con la mirada indecisa mientras miraba los artículos de aquella tienda mordiéndose levemente el pulgar derecho.

Una vez en el mostrador, el cual estaba un poco más alto que ella por lo que tuvo que ponerse de puntillas para colocar parte de sus brazos y barbilla sobre el mismo, levantó su mano diestra junto con los dedos pulgar, índice, medio y anular levantados también – Quiero cuatro katanas buenas – Pidió la rubia con algo de esfuerzo, escuchándose el sonido que podría emitir aquella encantadora y pequeña mujer al forzarse - ¿Cuatro katanas? ¿Estás loca, pequeña? Eso puede hacer daño – Respondió el dueño de la tienda a lo que requería esa chica con un tono represivo, como si la estuviera regañando por haber dicho eso, intentado que olvidara la idea de esa petición.

En la frente de la joven empezaron a marcarse unas pequeñas venas que acompañadas por su expresión iracunda daban a entender claramente que aquel comentario le había molestado – Oye... - Susurró en esos instantes cabecibaja antes de dar un fuerte manotazo en el mostrador poniendo sus cinco mil berries - ¡Cabronazo! ¡Yo te pago y tu me das el material! ¡¿Entendido?! - Exclamó completamente alterada con un tono de voz bastante tosco y ruidoso, que bien podría escucharse en todo el lugar, además de utilizar unas expresiones que no utilizaría una chica normal más bien un hombre y mostrando una mirada entrecerrada como si intentara matar al dependiente con ella.

Miraba las armas con curiosidad, con el dedo índice de su mano derecha sobre sus propios labios, jugueteando mientras cotilleaba armas de filo variadas. Fijó su mirada en los puñales y, cuando fue a tomar algunos, algo se apegó a ella en un abrazo. Entre la voz, y la presión que sintió sobre su espalda, pudo suponer que se trataba de cierta compañera de profesión. - Tenía que reponer estas de aquí. - Comentó la ángel, palpando sólo un poco las granadas sin pasarse, no fuera a ser que sin querer reventaran todas y la armería saliera por los aires con todos dentro.

- ¿Qué hacías por aquí? - Preguntó mientras la chica finalmente tomaba cuatro puñales de los que había ahí. Parecía que el arco de su compañera había quedado algo mal y le salía más a cuenta el comprar otro, bien, cuanto más equipo tuvieran, mejores resultados obtendrían, era bien lógico, ¿no? Caminó hasta el mostrador, y dejó los puñales sobre él. - También me llevaré estos cuatro. - Dijo al tiempo que ponía el dinero. Cuando el encargado lo recogió, Eris se dispuso a colocarse los puñales, optando por colocarse dos en cada brazo, bajo las mangas de sus ropas.

Y entonces, algo que se podría calificar de "tierno" en cierta forma pasó. Una chica de pequeño tamaño apareció ahí, pidiendo nada más y nada menos que cuatro katanas, la sorpresa de la ángel se notó, al igual que la del vendedor, que estaba ahora regañándola. Sin embargo, Eris no pudo evitar el soltar unas carcajadas cuando escuchó el "¡Cabronazo!" salir de la pequeña, para la ángel, la situación le resultaba demasiado divertida como para mantenerse calladita sin reirse.

Aún sosteniendo la pistola, Claus lloraba. Viendo el posible ataque de su anteriormente refinada compañera, desevainó su estoque familiar, el brillo del sol incidió fugazmente por el filo de aquella ornamental arma hasta llegar a la punta, era un arma bellísima, bien forjada y sin duda mortal. Con un fino movimiento de muñeca hizo que su estoque se dispusiera de manera contraria a cualquier ataque normal. Apuntó a su pecho, mas con los nervios propios de la angustia no conseguiría "suicidarse" seguramente. Al oír como alguien cargaba un arma de fuego, se giró rápidamente, entró en la tienda aún con lágrimas corriendo por su cara y con un serio movimiento bajó su pistola apuntando a la cabeza de aquel dependiente que amenazaba con matar a algún "inocente".
Su parte central de la casaca, estaba poco a poco tiñéndose de rojo, muy lentamente. Probablemente, en ese rápido giro para entrar en la tienda, se hirió con su estoque. Los carteles de Wanted estaban a salvo. Con una voz seria, casi sádica dijo:

-Bajad el arma humilde tendero, nadie sufrirá daño alguno. ¿Acaso cree que un Capitán de la Marina permitiría la muerte de algún inocente? Baje el arma.

Miró a Diana, a la cual le dio sin dudarlo los carteles de Wanted. Sonrió y tocó su pecho para hacer una pequeña reverencia, al separar la mano, gotas de líquido vital caían de su palma, miró de nuevo a todos y mantuvo la compostura.

-Siento mucho que este acontecimiento haya tenido lugar y más en tal humilde establecimiento. Diana, acepte mis disculpas, aquí están, no se preocupe, que sea cazarrecompensas o no es un simple detalle.

Sí, en efecto Claus era una gran persona, tenía algunos problemas con el control de la ira pero siempre, acababa dañándose a sí mismo con tal de no dañar a otras personas. Miró al ángel y dijo con una voz cansada, quebrada, quizás por la hemorragia.

-Siento que una criatura así haya tenido que ver este comportamiento tan sumamente atroz.

El tendero asustado ante la actitud de la pequeña forzó el tragar saliva antes de ponerse a buscar las armas que le exigía y cobrárselas, mientras y detrás del mostrador una risa perturbó de nuevo a la joven que dirigió su iracunda mirada a la otra chica con el peinado parecido al de una piña - ¡¿Pasa algo, cabezapiña?! ¡¿Ehhh?! - Exclamó la mujer recordando levemente al yakuza típico por su forma de hablar dándole un apodo a la peliazul que se reía de ella aunque por un momento se olvidó de eso al tomar las armas que había comprado, colocándolas en pareja a cada lado de su cintura inclinadas de tal forma que casi rozaban el suelo, y guardar el cambio de su compra, el cual era ahora mismo su único dinero para subsistir – Necesito dinero... - Dijo por lo bajo suspirando fuertemente cuando cerraba su monedero con aquellos doscientos berries que tenía para después guardarlo en su bolsillo.

Antes de abandonar el lugar hubo una cosa que le llamó la atención, había un cartel de “Se busca” tirado en el suelo bajo una de las estanterías por lo que se agachó para verlo – Vaya... Hace tiempo que no veía uno de estos – Comentó pasando ampliamente del resto de gente que estaba en aquel lugar en ese mismo instante aunque mostrándose algo alterada al zarandear un poco su mano derecha con una expresión iracunda de nuevo – Malditos buzones, deberían de ser más bajos para que yo pueda alcanzar los carteles – Susurró apretando uno de aquellos carteles en su mano.

Y de nuevo, rió un poco más, el motivo era bien simple, el mote que le habían puesto y que, pensándolo bien, tenía su parte de razón en que parecía una piña de color azul. - Cabezapiña... Ah... Vale, ya me calmé un poco, me caes bien.. - Pronunció la habitante de los cielos cuando su risa se detuvo, no pudiendo evitar el llevarse una mano a los ojos, para revisar por si había alguna lágrima fruto de la risa. Paseó la mirada por los Wanted de su compañera, recordando que debía trabajar y pronto si quería obtener sumas de dinero suficientes para comprar, por ejemplo, una isla.

Aunque, de momento, lo mejor sería ir parando lo que sucedía, no era bueno pelear en un recinto en el que habían explosivos como los que ella misma portaba en su cintura. - Tranquilicémonos, que como se os vaya de las manos estando cerca de la armería podríamos salir por los aires todos. - Y cuando habló, señaló con su dedo índice el lugar de donde había tomado sus granadas y donde todavía quedaban unas pocas, como se iniciara un combate y se desviara sólo un poquito, todo podría hacer "BOOM" tranquilamente. Por suerte, sólo fue un susto, y Eris pudo respirar tranquila, no peligraría su bien invertido dinero, sí, en esos momentos, le preocupaba más que pudieran estallar sus propias granadas que su vida o el establecimiento.

- No te preocupes, aunque no ha sido muy atroz. - ¿Comportamiento atroz? Bueno, si él lo consideraba así estaba bien... Pero eso no se acercaba ni de lejos a cosas como las que había hecho ella, que sí podrían considerarse crueles y atroces. Entonces, prestó atención a la chica de las espadas y a los carteles que había, tomando uno de los carteles con la mano. - Ey, Diana, ¿vamos a por alguno de estos? Necesito comprar unas cuantas cosas ~ - Canturreó Eris, que miraba a Diana en ese momento, mientras meneaba uno de los carteles.

- Por cierto... - Se dirigió ahora hacia la que tenía apariencia de niña. - ¿Sabes manejar tantas armas? - Preguntó ahora, en principio suponía que dos de las espadas eran de recambio, pero se llevaría una sorpresa si resultaba que sabía manejar las cuatro al mismo tiempo.

Diana para nada esperaba las acciones que el rubio llevó a cabo. Cuando él sacó su estoque, un arma para corta distancia, montó la flecha en su arco, preparándose para cubrirse de un ataque y disparar certera y mortalmente si él intentaba llevar a cabo alguna acción contra ella. Mas no esperaba que Claus tomase el estoque en posición contraria y apuntara directamente hacia su pecho. Bajó su arco, apuntando al suelo, y paulatinamente suavizó la tensión en la cuerda. Al tensar el arco seriamente, había podido comprobar que esa cosa era capaz de perforar completamente un cuerpo a distancias cortas, y lanzar un proyectil a varios centenarse de metros, había hecho una buena compra.

La pelirroja guardó flecha y arco en en carcaj, acercándose al dependiente. En silencio, tomó el látigo de antes y una caja de shurikes, junto con otra de kunais. Veinticinco en cada unidad. Según los precios que ponían, todo ello le costaría otros dosmil berries. Asintió y sacó lo que le quedaba de dinero, separando del total la cantidad deseada. Le quedaban poco menos de trescientos berries, lo que no pintaba nada bien. Entonces, escuchó las palabras de Eris y miró a la otra cazarrecompensas, asintiendo a su propuesta.

-Estoy de acuerdo, Eris, nos hace falta dinero, y un poco de acción no puede venir nada mal... -dijo. Entonces miró a Claus y se quitó un pañuelo que llevaba en torno a su cuello, poniéndoselo en la mano.- Tapa esa herida o irá a mayores. Yo me tengo que ir. -dijo simplemente. No daría más despedida que aquella, pues la tensión del asunto era demasiada para concentrarse en ornamentadas palabras y cálidas despedidas. Quedaban dos personas en la tienda. Al dependiente no tenía nada que decirle, así que miró a la otra chica, la bajita, que sostenía uno de sus wanteds.- ¿Quieres venir? -preguntó sencilla y llanamente. Mientras, acabó de recoger el resto de carteles, y los enrolló, volviéndolos a guardar en el carcaj.

[Post raro por la poca inspiración D:]

Claus, sintió como su otra herida afloraba en su interior, Diana se marchaba. Al fin y al cabo no podía impedírselo, ni tampoco quería, como buen caballero se resignó.
Cuando le dio su pañuelo, en lugar de usarlo para sanar la herida, lo guardó, cogió otro pañuelo suyo y entonces si que comenzó a curarse la herida, mientras salía de la tienda en dirección hacia Shellstown en el East blue.
Esperaba encontrarse con Diana alguna otra vez, no iba a poder olvidarla en mucho tiempo.

La voz de la joven que se había reído de su problema con el tendero volvió a sonar, dirigiéndose a la pequeña rubia que se encontraba entretenida en un repaso de sus pensamientos sobre las posibles quejas que podría llegar a poner al servicio de correos – Más o menos – Respondió la espadachina a la chica del peinado en forma de piña mientras se levantaba y le acercaba a la otra mujer pelirroja el cartel que había tomado con anterioridad al ver que esta empezaba a recogerlos tras preguntarle si las acompañaba a ambas – Parece una buena oferta... Hace tiempo que llevo esperando poder ver a quienes se pueden cazar – Contestó a la invitación de irse a por alguna de las cabezas de aquellos carteles, después de todo lo más posible es que fuese una cazarrecompensas novata y lo más curioso es que pretendiera utilizar aquellas cuatro armas.

Cierto era, les hacía falta dinero, y además, algo de movimiento y acción no les iría nada mal. La Discordia únicamente dibujó una sonrisa cómplice cuando escuchó todas las palabras de Diana, ya era hora de trabajar entonces, pero, ¿a por quién debían ir? Habían muchos carteles, muchos piratas, muchas recompensas, muchos precios diferentes. Agh, era complicado decidir... - ¿Ya has pensado en algún pirata a por el cual ir? - Preguntó, curiosa de saber a quién tendría que bombardear en esa ocasión para cobrar.

La otra chica aceptó y, con eso, ya eran tres personas cooperando para cazar a alguien, las posibilidades de éxito aumentaban pero, por desgracia para Eris, también aumentaba el número de bolsillos entre los cuales había que repartir y, en consecuencia, tocarían a menos dinero por cabeza. - Entonces somos tres ya... Podríamos emboscar a cualquiera. - Ideas sobre emboscadas y mentiras iban a la mente de la habitante de los cielos, que estaba pensando ya en qué podría hacer con su parte del dinero.

- Como sea~ ¿Cuándo vamos de caza? - Ansiosa estaba, y se le notaba aunque únicamente fuera un poco. Quería trabajar, y quería ganar dinero, y cuanto antes mejor.

La pequeña escuchaba la conversación de las otras dos mujeres, su cuello giraba de un lado a otro estirado para poder ver la cara de las mismas e incluso el cartel del pirata al cual le iban a dar caza, mientras era empujada por una de ellas hacia el exterior del local – Esa cantidad no parece demasiada por lo que seguro que no me será problema pero... ¿Tendrá gente consigo? - Preguntó la rubia tratando de indagar si había información sobre ello, ellas eran tres desconocidas para el tal Mitsuke incluso entre ellas no se conocían todavía muy bien y también estaba la realidad de que eso mismo pasaba para las jóvenes que desconocían por completo la compañía que pudiera tener aquel moreno.

Uhm, el pirata del cartel parecía agresivo, pero no valía demasiado, es decir, que no era demasiado peligroso. Tal vez no fuera de mucha importancia para la Marina, pero sí que lo era para el bolsillo, más exactamente, y contando con que eran tres cazarrecompensas, saldría a 833333 berries aproximadamente, era mucho menos de lo que costaba el pirata originalmente, pero bueno, suponía que era el precio a pagar para que fuera más sencilla la captura del pirata. Se dejó empujar un poco por Diana, y pensó un poco más.

- Me parece bien ir a por ese. - Dijo la habitante del cielo, que aprovechó para caminar hacia fuera de la tienda. - No sé si está solo pero siempre se pue... - No pudo terminar la frase, pues alguien se acercó hasta Eris. Era un hombre encapuchado, que no dijo nada, únicamente cargaba en sus brazos una bolsa, de tamaño medio. - Por aquel negocio, el resto de lo que acordamos te lo daré cuando lo tenga reunido. - Sólo dijo eso, dejó la bolsa en el suelo y, entonces, se marchó por donde había venido.

- Aaah, por fin me pagan por aquel trabajito~ - Canturreó, lanzándose a por la bolsa y viendo qué había dentro. Esto, lo que había dentro, no era otra cosa que una fruta, ¿una fruta? ¿La habían timado? La mujer alada frunció el ceño, molesta. Se levantó y se giró, para quedar frente a sus compañeras, soltando un suspiro un poco pesado, se sentía más o menos decepcionada. - Buah, esto por mis ventas... En fin, ya que me han timado, tendré que disfrutar un poco. - Y sin más, empezó a comerse la fruta. Unas lágrimas cayeron de sus ojos, no por tristeza por haber sido timada (eso creía, pero le esperaban cinco millones aparte de la fruta), sino porque la fruta sabía horrorosamente mal, tanto, que cuando tragó el primer bocado (suficiente para obtener los poderes), la arrojó lejos.

- ¡Joder!, ¿pero qué mierda de fruta es esta que sabe tan mal? Normal que a los niños no les gusten estas cosas. - Soltó, asqueada, mientras tosía y buscaba medios para que se le fuera el mal sabor de boca que se le había quedado.

La joven de cabello rubio seguía escuchando las palabras de aquellas dos mujeres con las que haría equipo para capturar al tan mencionado pirata de los dos millones y medio de berries aún con dificultades para poder ver bien las cabezas de estas al tener el cuelo sumamente erguido y con la cabeza apuntando hacia el techo, no evitando parecer una monada con sus mejillas sonrojadas por el esfuerzo – Entiendo... Entonces, ¿iremos a entrenar, pechugona? - Preguntó dirigiéndose a la fémina más exuberante, la pelirroja, que parecía utilizar un arco como arma según se había llegado a ver – Taiga... Sawachika Taiga, es como me llamo – Afirmó la espadachina levantando su mano diestra hacia ambas, primero a Diana y después a Eris, para presentarse formalmente a las mismas. Taiga intentó ignorar lo que estaba haciendo la cabezapiña, como la había apodado a la otra compañera, con algo sobre dinero y una fruta de extraño sabor.

La pobre Eris todavía estaba asqueada del sabor horroroso de aquella fruta, pero por suerte no le impedía prestar aunque únicamente fuera un poco de atención a sus dos compañeras, que hablaban sobre precisamente eso, la misión o wanted que habían escogido, un pirata de un par de millones. - Ef entgendible - Dijo como buenamente pudo, aún toqueteándose la lengua para quitarse el mal sabor de boca. Lo de preguntar a los civiles le parecía bien, es más, seguro que podía idear algo para poder preguntar por él y no levantar demasiadas sospechas sobre sus intenciones, tampoco se podía descartar el posible hecho de que algún que otro ciudadano estuviera de acuerdo con el pirata y lo protegiera.

- Supongo que será por las alas. - Claro, esa apariencia angelical era algo que ayudaba mucho a que la gente se sintiera a gusto con ella y que la gente hablara más de la cuenta con ella. Al escuchar a la de menor estatura, se acercó a esta y estrechó su mano con la de ella. - Eris Thalass Caristeas. - Después de haberse presentado a la chica, miró a su alrededor, sí, podía preguntar, pero, ¿por dónde podía comenzar? Ahí estaba la duda que tenía, que no sabía bien por dónde empezar a preguntar.

- Aaah, no sé dónde ir a preguntar. - Se llevó ambas manos a la cabeza, frustrada, agh, al final terminaría preguntando uno por uno a todos los ciudadanos hasta dar con el paradero de aquel hombre.

[Siento la tardanza.]

- Encantada, Pelopi... Digo Eris-chan – Dijo la pequeña espadachina una vez la ángel se presentó ante ella al responder su propia presentación, equivocándose por un momento en lo que se refería al nombre que había dicho para sustituirlo por el mote que le había puesto hacía unos minutos, con un tono normal de voz acompañado de una leve sonrisa ladeada - ¿Y esta pechugona es? - Preguntó Taiga al ver que la pelirroja no había respondido, ¿le habría dado un subidón al saber que iba a ganar dinero?, sin dejar de verla de reojo con su actitud irritada que junto a sus brazos juntos y sus mofletes hinchados de daban un aire más infantil del que ya tenía siendo todavía poco acorde con el de una mujer.

La joven ángel se marchó del pequeño grupo que formaban aquellas caza recompensas para realizar su labor de informarse sobre donde podrían encontrar a su próximo objetivo, no sin antes decirle el nombre de la otra mujer que allí se encontraba y con quien dejó a solas – Pues... Uhm... Para entrenar me suena haber visto un claro en el bosque, te guiaré hasta ahí, Pechu... Digo, Diana – Dijo Taiga tras haber meditado un rato en voz alta, confundiéndose de nombre nuevamente con el apodo que le había puesto a la que ahora sería su compañera, a la par que señalaba en dirección a un bosque que se encontraba algo lejos del centro del pueblo donde se encontraban. Después de todo simplemente empezó a caminar en aquella dirección, haría falta un buen rato para llegar al lugar pero no tendría pérdida por lo que irían a hacer en aquel lugar.