El Ciclo sin fin 29zrdle

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El Ciclo sin fin 29zrdle
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Sáb Jun 25, 2011 7:09 am
No había resultado muy dificil escapar del cangrejo con una coraza azul zafiro de la playa, especialmente al no poder seguirnos con la vista la huida resultó bastante sencilla. Ahora tenía que volver a la rutina de siempre, huir y esconderme, aunque esta vez iba a estar más relajado que otras veces, pues los marines estaban centrados en el incidente del Altar de la Ejecución que en patrullar las calles en busca de algún malechor rondando las calles de la ciudad. Por lo tanto, me era algo más cómodo deambular por las calles que ir saltando de callejón en callejón como si de una rata de alcantarilla me tratase.

Me había separado de la pelirrosa y del rubio cornudo durante la huida, cada uno tiró por un camino distinto. Lamenté no haber podido averiguar nada acerca del muchachillo cornudo. ¿Sería alguna aberración entre un humano y algún animal cornudo? ¿Algún ancestro suyo o algún progenitor suyo era un demonio? Era demasiadas posibilidades como para sacar algo en claro. Aunque ya era demasiado tarde como para dedicarme a buscarle y preguntar sobre el origen de los cuernos y las alas de su espalda.

¿Qué debía hacer ahora? No me apetecía nada volver al refugio, pero tampoco estaba muy seguro quedándome por la calle, exponiendome a que alguien pudiese reconocerme y llamar a los marines. Mientras iba caminando por una calle de la periferia de la ciudad, observé un pequeño papelito pegado en la pared, al igual que en todas las paredes estaba el mismo papel. Eran los carteles de "Se busca" de los piratas que la Marina quería atrapar. Exactamente me fijé en el que ponía mi nombre: Hayato Tokusen. ¿En qué momento habrían echo esa foto? Que mal salgo, parezco un mafioso. Además, no habían sido capaces de coger mi lado bueno. También me fijé en el numerito de la recompensa, aunque ya había oido en boca de Dark la recompensa que ofrecían por mí, no había visto hasta ese momento la cifra exacta. Casi un milloncejo de Berries, seguro que con eso emepzaría a atraer a algún cazarrecompensas desesperado. Aunque estaba claro, no era nada comparado con lo que los grandes piratas contaban, cabezas que valían 400 millones de Berries que arrasaron Marineford y el cuartel general de la Marina. Cómo admiraba a esas leyendas, me encantaría ser igual que ellos, una persona fuerte y capaz de superar cualquier enemigo.
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Sáb Jun 25, 2011 12:31 pm
Mala suerte, tenía muy mala suerte. Había días, infinidad de días, días de sobra para dar y regalar. Pues no. Justo ese día, el día en el que el joven Espadachín había decidido hacerse Marine, ponerse al servicio del pueblo para proteger a quienes lo necesitaran, justo ese maldito y puñetero día que marcaría para siempre su vida, la ciudad había quedado sumida en un caos. Hacía poco que el Altar de Ejecuciones, lugar donde el famoso Roger, el Rey de los Piratas y quien había sido el hombre más peligroso, y posiblemente poderoso, del mundo había visto su fin y dedicado una amplia y sincera sonrisa a sus espectadores así como empezar una nueva Era de la Piratería. Aquel monumento digno de orgullo, ya fuera para la Marina o para los Piratas, había sido totalmente destruido. Para ser exactos había sido arrancado del suelo para ser usado más tarde como proyectil contra distintas viviendas. Por suerte no había víctimas mortales y apenas un puñado de heridos. Lo realmente preocupante eran los rumores sobre el autor de tal acto. Richard Beleth Riddick. Uno de los Piratas más famosos de la época con una recompensa que sobrepasaba los trescientos millones de berries. Los rumores de su fuga podrían quedar confirmados con este ataque y, si era así…Logue Town estaría acabada.

Había tenido la suerte de poder alistarse antes de que el supuesto Pirata reapareciera y, por tanto, el ambiente aún se mantenía considerablemente tranquilo en comparación a cómo podría haber estado de haberse alargado el atentado. Actualmente varios Marines se movilizaban por los alrededores del Altar de Ejecuciones mientras que, el resto, se mantenían a la espera en el Cuartel aguardando la posibilidad de un ataque. Una escasa minoría, entre ellos el propio Espadachín, habían sido seleccionados para hacer rondas por toda la ciudad en busca de alguna prueba que llevase hasta el verdadero autor del crimen. Resultaba una idea bastante estúpida pues, si realmente se trataba de Riddick, aquel que lo encontrara moriría antes de poder dar alarma alguna. Con el buen día que llevaba el Espadachín era muy posible que fuera su cabeza la primera en rodar por las calles de Logue Town. Mas no sería ese su destino…podría ser que fuera peor. O no.

Recorría aceleradamente las calles de la ciudad, plagas ahora de gente, recorriendo por completo cualquier zona por la que pasara con sus zafíreos ojos. El taconeo de sus altas botas anunciaba su llegada y su aspecto, imponente de forma inconsciente, lo ayudaba a moverse por la transitada ciudad. Su azulada melena se mecía ligeramente y se mostraba algo desordenada por el tiempo que llevaba patrullando las calles. Su camisa negra ahora portaba el símbolo de la Marina a la espalda, siendo identificado con facilidad. Su corta bufanda se movía sin descanso por los veloces movimientos del Espadachín, cuya arma se mantenía en su zurda, agarrada por la vaina. Así la tenía más a mano. Su diestra, enguantada al igual que su siniestra, tamborileaba nervioso su cintura al ritmo en que sus profundos orbes se movían sin descanso. Se detuvo al observar un rostro ligeramente conocido. Durante su breve estancia en el Cuartel había tenido la oportunidad de observar, y memorizar, varios de los rostros de distintos Wanted, así como nombres. No había Piratas de gran renombre, pero aun así los Piratas eran Piratas y para Aoi todos eran peligrosos. Especialmente el que acababa de avistar.

Con un andar tranquilo, e incluso despreocupado, se encontraba Hayato Tokusen. Un Pirata poco conocido y muy novato con una recompensa que ni tan siquiera alcanzaba el millón de berries. A pesar de todo habían escuchado rumores sobre sus actividades que no resultaban para nada agradables en la Marina. Por lo tanto era un peligro potencial que, de no controlarse cuanto antes, podría desembocar en un segundo Riddick. El Espadachín rezaba porque no fuera así. Si aparecían más sujetos de semejante poder la Marina estaría acabada. Y con ello la seguridad de los civiles a los que tanto ansiaba proteger el Marine. Riddick podría esperar por el momento. Hayato no lo haría. Tras apartar con ligeros empellones a quienes se interponían e su camino el Recluta logró alcanzar al Pirata. Lo primero era lo primero.

- Hayato Tokusen, quedas arrestado por el delito de piratería.- Sentenció el Marina, que mantenía varios metros de distancia con el delincuente.Depón las armas y acompáñame pacíficamente al Cuartel, no me gustaría hacer de estas calles un campo de batalla y la idea de tener que acabar contigo para llevarte a la prisión no me resulta agradable. Si me acompañas supondría un punto a tu favor. ¿Qué dices?- Esperaba, sinceramente, que el Pirata recapacitara y lo acompañara. Cumpliría su promesa de que el delincuente se había entregado voluntariamente. El agarre de su arma aumentó, mientras que su diestra reposó en el mango del arma. No podía arriesgarse, no con un Pirata.
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Sáb Jun 25, 2011 3:15 pm
La verdad, me espantaba el observar ese retrato tan horrendo que habían hecho de mi preciosa cara. Por lo que me puse a observar algunos de los carteles que estaban alrededor del mío. Había piratas bastante populares, con altas recompensas. Comparando esas recompensas con la mía, me dejaba en un pequeño aperitivo para los cazarrecompensas más desesperados por ganar dinero fácil. Observé también un cartel bastante deteriorado, como si tuviese bastantes años. Era de un pirata calvo, con lentes oscuras, aunque estaba muy difuso y no se podía apreciar bien el fondo del retrato, el propio semblante de aquel pirata daba escalofríos. Bajo el nombre del pirata, Riddick, había una recompensa desorbitada, como si fuese un pirata de los de leyenda: más de trescientos milllones de berries por su cabeza.

En ese mismo instante me vino a la cabeza el recuerdo de lo que unos borrachos contaban en la taberna de mi padre cuando era tan solo un criajo. Hablaban de un pirata loco que se atrevió a agredir a un Tenryuubito en Shell Town, y que fue arrestado y enviado a la prisión del infierno, los piratas balbuceaban ese nombre mientras bebían en la taberna: Riddick. Así que ese era el tipo que había pegado a un Tenryuubito, no me extrañaba que le hubiesen puesto esa recompensa. Nadie en su sano juicio lo haría, sobre todo sabiendo que pueden llamar a los Almirantes de la marina. Me daba escalofrios el mero hecho de enfrentarme con un Almirante. Aunque atacar a un noble ayudaría a sembrar el caos, algo que me gustaba y era la enseña de la tripulación. Por un momento, me entró el deseo de pegar a uno de esos asquerosos miserables que se creían superiores a los demás. El caos que eso produciría, la conmoción social que sembraría a mi alrededor, la adrenalina recorriendo mis venas... pensar en todo eso hizo que un escalofrío de gusto me recorriese el cuerpo. Pero debía dejar de fantasear, los nobles residían en el Grand Line, muy cerca del Cuartel General de la Marina, y no me gustaba para nada la idea de un enfrentamiento con un almirante.

Bueno, ya había perdido suficiente el tiempo mirando carteles, así que proseguí mi marcha hacia el refugio, pues volvería a ocurrir lo mismo que ocurrió cuando me cargué a aquel asesino: tras acabar de rastrear la zona del crimen, empezarían a buscar en los alrededores al culpable, por lo que hasta los callejones se llenarían de marines y el único lugar seguro para mí era el refugio. Era una suerte contar con un lugar así mientras conseguía lo necesario para poder adentrarme en el Grand Line y comenzar la búsqueda de sus grandes fortunas. Mientras seguía mi caminata, una voz firme se dirigió a mí por la espalda, anunciando mi arresto. Me giré para observar quién era el que lo intentaba esta vez.

Pude vislumbrar la silueta del marine con el pelo azul, de la misma tonalidad que mi camisa que tenía los botones desabrochados, una camisa de una tonalidad negra azabache y unos pantalones azul oscuro, los típicos que llevaban los marines. Lo que más me sorprendió era su mirada, era una mirada llena de determinación y ganas de superación. Parecía el típico novato que buscaba cualquier manera de conseguir un ascenso, por lo que estaba decidido a entregar a cualquier pirata por conseguirlo. En ese momento el "cualquier pirata" hacia referencia a mi persona. No pude evitar esbozar una sonrisa, nunca había oido decir a nadie que me iba a atrapar con esa determinación. Observé que portaba con él la vaina de una espada, sujetada con fuerza con la mano izquierda. De eso deduje un par de cosas, que era un espadachín ya demás no era muy hábil con la zurda, pues esa posición indicaba o que cojía la espada con ambas manos o únicamente con la derecha. En cualquier caso, seguía portando un cuchillo bastante grandecito ue había que tener en consideración. Desde hacía semanas, la vida era una constante apuesta en la que estaba en juego tu vida. Pero los qu ganaban no eran los que más suerte tenían, sino los que mejor sabían jugar sus cartas.

-Vale vale, tranquilo. No hace falta que te pongas así. Me rindo-dije, llevándome las manos al látigo que tenía enganchado al cinturón. Era la única arma que tenía a la vista, por lo que el bastón se encontraba a salvo de esa recolecta de armas. El tenía un arma cortante y yo una contundente además del látigo, el podría hacerme mucho más daño que el que yo pudiese hacerle con ambasm por lo que tendría que usar el factor sorpresa para ganar. Desenganché del cinturón el arma y la agarré del mango con la mano derecha, como para entregársela, con una cara de pena como si me fastidiase esa situación. Pero no se lo iba a poner tan fácil. Aproveché esa situación para comenzar la ofensiva, no iba a dejar que los marines me pillaran tan pronto. Manteniendo la mísma expresión facial, hice un rápido movimiento con la fusta y lancé un ataque sorpresa al adversario, dirigido al brazo derecho del Marine. Tras el flagelazo, retrocedí un par de metros para mantener las distancias con el marine. - Más quisieras- dije, con un tono bromista.
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Lun Jun 27, 2011 3:24 pm
Por un momento el Espadachín atisbó algo de esperanza pues, tras sus palabras, el Pirata había alzado las manos anunciando su rendición. Obviamente eso podía ser muestra un arrepentimiento…o de querer tomarle el pelo al Marine. Desde luego no se confió, no deseaba ser derribado de un solo golpe en su primer día de trabajo, aunque esperaba que este fuera resplandeciente. Había empezado mal, muy mal, no podría empeorar. ¿O quizá si? Sus zafíreos sorbes observaron meticulosamente todos y cada uno de los movimientos del Pirata, en primer lugar su mano fue dirigida al cinto donde portaba un elegante, y peligroso, látigo de cuero. El arma fue retirada de su lugar de reposo para quedar en la mano del Pirata. Pero, obviamente, no podía tener un buen día, no. La mala suerte la había tomado con el peliazul y es que lo que podría haber sido una rendición pasó a ser una clara ofensiva enemiga. A pesar de lo peligroso que era un látigo sus ataques llevaban cierta preparación, no exagerada, pero lo suficientemente tardía como para poder defenderse. No podía permitirse el lujo de perder el primer día que llevaba de Marine. Derrotaría al Pirata y lo entregaría al Cuartel antes de que Riddick volviera a atacar.

En cuanto el látigo comenzó su movimiento Aoi realizó el suyo. Fue su velocidad la que lo salvó de recibir un doloroso golpe pues el largo alma, en vez de su diestra, amarró la vaina del arma, la cual aún permanecía envainada. Al haber tenido el brazo derecho listo para atacar en cualquier momento había podido reaccionar con la suficiente rapidez para interponer su arma en la trayectoria del ataque, haciendo que el arma se enrollara en su azabache vaina. Sin perder tiempo su siniestra amarró el arma enemiga con fuerza antes de girar un par de veces más la vaina, asegurándose de que el enganche del arma quedaba fortalecido. Si el Pirata deseaba su arma tendría que acercarse y arriesgarse a recibir un ataque directo por parte del Espadachín quien, asegurado el fuerte agarre, desenvainó con su diestra mientras la mano izquierda agarraba la vaina y el nudo del látigo. Estiró con algo de fuerza a la par que hablaba.


- Nunca concedo segundas oportunidades Hayato Tokusen…tu destino lo has labrado tú mismo.- Le tocaba a él.

No se decidió a pasar de forma tan directa al ataque, así que simplemente se puso en guardia empuñando con fuerza su arma. Necesitaba saber más de su enemigo. Por el momento sabía que tenía un arma de medio y largo alcance, mas desconocía si este era su único recurso de ataque o tendría algún otro as bajo la manga. El filo de su espada quedó ligeramente cerca del arma enemiga. Si este soltaba el arma o decidía ejercer fuerza para atraer al Marine, Aoi optaría por deshacerse del arma del rival cortándola en dos. Si se acercaba su arma también podría responder, incluso su vaina podría y, a las malas, podía deshacerse de estas si el improvisado amarre del látigo lo estorbaba más que lo ayudaba. Cualquiera que fuera el caso el Espadachín no volvería a ser sorprendido. No cedería más a la mala suerte, por hoy ya era suficiente.
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Mar Jun 28, 2011 5:28 am
Uyy, te salvó el que estuviese cenando, aunque mejor así, asi podremos ganar más Xp al final de la semana ^^

El rápido movimiento del marine impidió que la ponzoña empezase a recorrer otro cuerpo más. En vez de golpearle en el brazo, la fusta fue detenida con la vaina de la espada, enrollándose en ella. En el momento en que noté como la tensión del látigo tiraba de el objeto para que saliese en dirección al marine, agarré con algo más de fuerza el mango del látigo para evitar que se separase de su dueño.. Además de que el marinerito ayudo a esta tarea, pues se encargó de dar unas vueltas más, las justas para que la fusta estuviese tena y que tuviese que estirar el brazo para evitar que se la llevase. Estábamos en un toma y daca, el jóven marine sujetaba usando su mano izquierda su vaina con el látigo liado en la vaina y yo me encontraba con el brazo derecho estirado para evitar soltar mi látigo, mientras ambos tirábamos con fuerza para que el otro soltase su parte del látigo. Aunque el jóven marine tenía una pequeña ventaja, pues tenía acceso a su arma afilada; aunque esa ventaja era relativa, pues yo aún tenía mi bastón desarmado y bien guardadito.

Al observar cómo el marine sacaba su arma de la funda, no tardé en seguir su ejemplo. Usando la mano zurda, accedí a los bolsillos internos de la camisa para sacar los tres fragmentos que conformaban mi arma favorita. Aprovechando mi cuerpo como punto de apoyo, uní las tres partes para conformar mi arma con el extremo metálico del bastón apuntando hacia arriba. La verdad es que con una mano no podría hacer gran cosa con el bastón, pero podría hacer lo justo para bloquear y desviar los ataques del arma cortante del oponente mientras conseguía ganar el tira y afloja con mi látigo.

-Aprendete el cuento, marine. Espero que me entretengas lo suficiente. - respondí, usando un tono provocativo y esperando que el marine cayese en la mofa.

Al observar que el marine no se decidía a atacar, pareciendo como si esperase a que yo le atacase, decidí seguir intentando ganar nuestra particular batalla por el control de la fusta, pero seguramente el marine esperaría que tirase hacía mi del látigo y así poderlo contrarrestar tirando hacía si mismo. Tenía que haber alguna manera para evitar que el marine tuviese el control sobre la situación. Agarraba su vaina con la mano izquierda y acercó el filo de su espada a mi látigo. Esto se ponía feo, aunque podría sacar algo de ventaja. Como el peliazul sujetaba la funda de su arma de una manera horizontal, un fuerte impulso del látigo para cualquiera de los dos lados haría bastante más fuerza que tirar hacia mí. Pero no podía olvidarme de la espada del marine, si tiraba hacia su derecha el marine no dudaría en cortar mi arma. Lo que tenía que hacer para salir de esas situación estaba claro: con bastante brusquedad moví el brazo que sostenía el látigo hacia la derecha hasta ponerlo en paralelo con mis hombros, la onda del movimiento se propagó rápidamente a lo largo de la cuerda y provocó que la vania siguiese el mismo moviento que mi brazo, saliendo despedida hacia la izquierda del marine. En ese instante, agité el látigo para que se desliara ahora que no había ninguna fuerza que lo evitase y tiré de el para recoger la cuerda. Contra un espadachín no me serviría de mucho.
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Miér Jun 29, 2011 11:48 am
Por fin la suerte parecía sonreírle, y es que ya iba siendo hora. Su defensa había resultado un éxito y, ante su negativa a atacar, su enemigo había optado por una ligera retirada. Viendo frustrado su ataque e inmovilizada su arma había ejecutado un fuerte tirón en pos de desestabilizar al Marine quien, aguantando estoicamente, se mantuvo inmóvil ante la fuerza de su oponente hasta que esta cesó y el látigo liberó su agarre. La espada del Marine silbó mientras cortaba el aire. Había errado en su oportunidad para deshacerse de tan molesta arma. Mas su enemigo, en vistas de que poco iba a servirle la peligrosa herramienta, había guardado nuevamente el látigo para dejar ver ahora su nuevo arma montable y dividida en tres piezas; dos de madera y una de metal. Al juntar estas un bastón hizo aparición. Eso era una clara indicación a que era hora del combate directo. El Espadachín reflexionó, pues lanzarse al ataque sin pensar nada antes resultaba de lo más estúpido. No deseaba ser derrotado por un seco golpe que no había visto venir.

Por el momento sabía que se enfrentaba a un usuario de armas variadas y algo contrarias. De una sutil y complicada arma como el látigo había pasado a una herramienta más rudimentaria, un bastón largo. Tal hecho favorecía mucho al Espadachín quien por fin podría llevar el combate a su campo favorito; la corta y media distancia. El problema ahora era el bastón. Desconocía los conocimientos del Pirata sobre el uso de tal arma, pero no podía seguir cediendo terreno a su enemigo o sería el primero en ser herido. Y eso, en muchas ocasiones, podía significar perder. Debía intentar inutilizar el arma de su adversario, para lo cual tendría que asegurarse el combate en pocos ataques. Tenía la ventaja de usar dos “armas” a la vez, en la diestra su katana y en la siniestra la vaina del arma, lo cual ayudaría mucho en contra de un arma a dos manos como el bastón. Tenía también mayor potencia de ataque y, a diferencia de la contundente arma, su espada no podía romperse al contacto de la madera. Decidido, por fin se lanzó al ataque.

Agarró ambas armas en dirección a su rival, empuñándolas como si de katanas gemelas se trataran, y se lanzó al ataque con una veloz carrera para recortar la distancia que los separaba. Antes de llegar, quedándose a poco menos de un metro, el Marine se detuvo repentinamente y, aprovechando el propio impulso de la carrera así como usando su pierna derecha como eje, hizo una media vuelta. Su diestra lanzó un corte horizontal al rostro del contrincante, mas este ataque jamás daría en el blanco, pasando de largo, pues había encogido ligeramente su diestra. El verdadero ataque, en este caso uno doble, consistía en un barrido de piernas con su extremidad izquierda a la par que liberaba un potente golpe con la vaina en el costado del rival. Esperaba que la katana distrajera a su rival, al atacar al rostro, y se defendiera de este ataque para dejar así que los otros dos impactasen en él. Además, al no dar una vuelta completa, seguía teniendo dominada la situación, resultando complicado, si no imposible, ganarle la espalda y ejecutar un ataque sorpresa. No caería nuevamente en uno.
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Vie Jul 01, 2011 9:50 am
Parecía como si por fin la cosa empezase a amenizarse un poco, estaba harto de tener siempre la iniciativa. Observé que algo cambió en la expresión facial del marine. Parecía como si estuviese analizando la situación. Tal vez el hecho de haber guardado mi arma ponzoñosa le hubiese confundido, pero no iba a dejar que se cargara mi querida correa de desgracias; o tal vez simplemente estaba pensando cómo reaccionar ante mi nueva arma. Aunque, la verdad, no tenía mucha complicación el análisis sobre la situación actual: yo poseía una desventaja en cuanto al armamento, pues ambas armas podían ser cortadas por la del marinerito. La única forma de librarme del espadachín sería crear una situación de ventaja ante él y pasar a un ataque rápido pero contundente que terminaría esto de una vez por todas. Empecé a considerar un aspecto importante que no hacía más que rondarme por la cabeza y que era un peligro inminente para mí: la búsqueda del criminal no tardaría en venir a la zona donde nos encontrábamos. Ya podría destruir otra cosa ese tal Riddick, así al menos podría esquivar las persecuciones y acabar la aventura por hoy.

Al observar a mi adversario empezar su movimiento, dejé esos pensamientos por un momento y me centré en librarme del peliazul primero, luego ya podría pensar en huir y demás cosas. El marine empuñaba la vaina como si se tratase de otra espada, similar a la que portaba en su diestra y se lanzó a la carrera. El marine había cometido un error garrafal al venir corriendo de frente hacia mí con los brazos abiertos, pues dejaba el pecho descubierto. Aunque no tuviese la misma peligrosidad con mi bastón que el marine con su arma cortante, yo seguía teniendo ventaja en un aspecto: el alcance de mi arma era mayor que el de la suya. Cuando la distancia que nos separaba era de 2 metros hice mi contraofensiva. Con la mano derecha sujetando la parte inferior del bastón di un fuerte impulso al bastón sin soltarlo, mientras que la zurda dejó de hacer fuerza hasta encontrarse con la otra mano. De esta forma, lancé una estocada frontal al pecho del marine, usando mi bastón como si de una lanza se tratase haciendo ese movimiento con las manos estirando simultáneamente los brazos hacia el marine. La poca distancia que nos separaba y el rápido movimiento eran factores que dificultaban la esquiva del golpe del bastón con su parte metálica en las costillas del espadachín peliazul.
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Sáb Jul 02, 2011 10:02 am
Off: Tras consultar con un admin se ha determinado que, al ignorar mi ataque, recibes este. El asunto es que no puedes atacar antes que otro usuario porque destrozas el sentido del post del afectado. Lo que si podrías haber hecho es detener un combo de ataques, mas no una serie de acciones que se dan antes del propio ataque, en este caso la carrera, ya que, de ser así, por la lógica de mi post yo me comería tu bastón y me pondría a dar espadazos al aire xDDD. De todos modos no te preocupes ya que, aunque te vaya a dejar KO (tengo permiso) en el Cuartel está Riddick así que podrás escapar perfectamente xDDD

La afilada hoja recortó con cuidado algunos morenos cabellos del flequillo del Pirata quien. Distraído por el ataque fallido, pareció ignorar por completo los dos ataques que seguían al primero, el cual no era más que una simple distracción.- La vaina golpeó con fuerza el costado del criminal causando una dolorosa contusión mientras que la pierna siniestra del Espadachín barría con éxito los pies de su enemigo. Este, sin apoyo alguno, cayó con violencia sobre la fría calzada golpeando con fuerza el duro suelo con su cabeza. Tal fue la gravedad del impacto que Hayato, sin remedio, perdió el conocimiento. Suspirando aliviado y respirando algo cansado, el Marine dio por finalizado el combate, envainando su arma y devolviéndola a su cintura a la par que sacaba un par de simples esposas que usó para inmovilizar las manos del Pirata.


- Ir por las buenas habría sido lo mejor…- Reflexionó el Marine, suspirando con pesadez.

Se echó a la espalda al inconsciente criminal usando como ayuda para sujetarlo el propio bastón de este. No se lo robaría ni lo dejaría abandonado, podría ser un Pirata, pero era su rival y debía respetarlo. Dirigió su mirada al Cuartel General y el pánico se dibujó en su rostro. La poderosa voz que anuncio la sentencia sobre el Gobierno fue reconocida, al igual que la fuerza de la que fue testigo el Espadachín al ver como la mitad del cuartel era reducido a escombros. Llegaba demasiado tarde. Sin perder mayor tiempo se lanzó a la carrera en dirección al Cuartel. Si combatía contra aquel individuo moriría, pero si no combatía traicionaría todo aquello en lo que creía y había jurado defender. Era hora de la verdad.
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Lun Jul 04, 2011 10:24 am
Off: Como ya te dije por CB, me parece realmente MUY nazi que, por hacer un ataque para EVITAR tu ataque (que no es que lo haya ignorado, sino que he movido ficha para que no lo hicieses), me tenga que comer el tuyo así porque sí. Si los admins fueron los que decidieron eso, lo dejaré pasar por esta vez. De todas formas, estoy bastante decepcionado con el juicio de los admins si consideran que hacer algo de sentido común es "Ir en contra de los turnos de rol" que, paradójicamente, tú también has hecho al ignorar mi ataque. Pero bueno, habeis conseguido quemarme bastante pero no voy a tomar ninguna acción en contra tuya por hacer uso del lenguaje ambiguo para salirte con la tuya.

El marine hizo un grácil movimiento para esquivar mi golpe e impactarme con la vaina de su espada. La fuerza del golpe hizo que perdiese el conocimiento, haciendo que me fuese imposible reaccionar a las esposas que me colocó el marine. Un fuerte golpe hizo que recuperase el conocimiento. Antes de abrir los ojos pensé que me encontraría en la celda del cuartelillo de la marine pero, para mi sorpresa, fue el asfalto lo que me encontré al levantar mis párpados. Descubrí, en ese momento, que me hallaba tirado en una calle cercana al cuartel general con dos esposas normales en las manos y en la distancia se podía observar al cuartel encontrándose en llamas por la destrucción del pirata Riddick. Fue un golpe de suerte que ese marine hubiese decidido dejarlo todo por ir a ayudar a sus compañeros de profesión.

Ante mí, encontré mi bastón íntegro, sin que le faltase ninguna parte. Eché mano al cinturón para comprobar si también se encontraba el látigo en su sitio y así fue. Me sentí bastante aliviado por encontrarlo todo en su sitio. Agarré el bastón con una mano e hice fuerzas para poder levantarme. Me dolía bastante el estómago por el golpe recibido, por lo que tuve que usar el bastón como muleta de apoyo para conseguir andar hasta recuperarme. Ya arreglaría cuentas con ese marine, pero ahora tenía que encontrar la manera de librarme de las esposas. Conseguí refugiarme en la oscuridad de un callejón para asegurarme de no tener un encontronazo sorpresa otra vez. Dentro del callejón busqué cualquier cosa que me pudiera servir para romper los amarres que mantenían atadas mis manos. Los grilletes que unían las esposas parecian que tenían bastante tiempo, pues algunos de los eslabones estaban cubiertos de óxido.

"Tal vez con un fuerte golpe bastaría para que algún eslabón se rompiese" pensé, pues el óxido hacía que la resistencia a un golpe brusco descendiese mucho. Cojí la cadena con las manos y la coloqué detrás de un barril lleno de algún líquido, tal vez agua, aunque eso no me importaba. Estiré los brazos hasta que la cadena quedó en tensión y tiré con fuerza hacia detrás, quedándo la cadena frenada con el barril. Seguí tirando hasta que uno de los eslabones cedió a la fuerza y acabó quebrándose. El retroceso hizo que volviese a caer al suelo, aunque esta vez estaría libre de la cadena para poder mover los brazos libremente. Una vez libre de la cadena, usé la parte metálica del bastón para dar golpes a los dos grilletes hasta que se abrieron un poco, lo justo para poder liberar mis manos. Ahora emprendí el camino de vuelta al escondite, pues la jornada de hoy se había vuelto muy alocada y lo mejor sería descansar.
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