Llegada a la ciudad de la oscuridad 29zrdle

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Llegada a la ciudad de la oscuridad 29zrdle
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Llegada a la ciudad de la oscuridad Empty Llegada a la ciudad de la oscuridad

Mar Ago 16, 2011 9:55 am
Parecía que el Log Pose les había jugado una mala pasada, el rumbo que había tomado el Night Carnival les había llevado hasta una isla oscura, tristona y de empobrecida apariencia.

El Capitán que permanecía ahora sentado sobre el trinquete de proa se rascó un poco la nuca observando el nefasto horizonte que se alzaba ante ellos-
Vaya, qué truño de isla... Tiene pinta de muermazo...- Iba a sugerirles a sus nakamas el dar media vuelta y largarse rapidamente pero recordó que el Log Pose necesitaba tiempo para habituarse al campo magnético de la isla y apuntar hacia el siguiente destino así que a los intrépidos piratas no les quedaba más remedio que desembarcar en aquella isla y tomar al menos algunas provisiones mientras hacían tiempo.

Así pues, haciendo alarde de su enérgica actitud como siempre dio un ágil salto aterrizando con sus pies sobre la cubierta y comenzando a hacer algunos pequeños estiramientos como si se preparara a hacer ejercicio-
Bueno chicos ¡¿Estáis preparados para explorar la isla?!
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Mar Ago 16, 2011 11:30 am
Al parecer habían llegado a la primera isla del Grand Line... El gyojin obviamente no se había esperado encontrar con una isla pobre y oscura, aunque no por eso podría considerarla como "no peligrosa". Era hora de desembarcar, el Log pose necesitaba tiempo para indicar un nuevo rumbo, así que no había nada más que hacer que esperar.

- Hmmm, maldito Log Pose, mas te vale indicarnos una buena isla la próxima - Dijo algo decepcionado el joven pez-humano, sin dirigirse a ningun ser vivo en especial.

- Toca esperar, por ahora vamos a recorrer la isla - Dijo respondiendo a la actitud demasiado positiva del capitan, aun con aires de decepción, la verdad una isla así daba pocas ganas de desembarcar, pero eran las reglas del Grand Line y no había mas que hacer que respetarlas. Luego se dispuso a esperar a ver que elegía hacer los demás miembros de la tripulación.
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Mar Ago 16, 2011 3:20 pm
A diferencia de las opiniones de sus dos compañeros, Capitán incluido, Henry no parecía disgustado con el destino al que el Log Pose les había conducido. Sí, era una isla oscura y sí, era una isla tristona y desolada. Pero no por ello dejaba de ser una isla interesante, intelectualmente hablando. Lo cierto era que a Henry, aquella isla le parecía intrigante, tétrica, como una novela de misterio. Y, si era una novela de misterio, ¿por qué no podría haber algún misterio en ella? Sin necesidad de establecer una deducción excesivamente compleja, podría entenderse que una isla dejada de la mano del Gobierno Mundial tenía más posibilidades de contener algo por descubrir que una isla densamente poblada y con una alta actividad humana. No podía estar seguro de nada, pero merecía la pena investigar aquella isla. A las muy malas, hallaría material para un nuevo capítulo de su diario.

-Venga, la isla no puede estar tan mal. -intentó animar el arqueólogo al grupo, pensando rápido, para encontrar alguna razón que pudiera motivarlos a todos, y no sólo a él mismo. Era algo complicado, pues no había tenido tiempo de averiguar los sueños personales de cada uno. Sin esos datos, no podría encontrar una coincidencia y sugerir una motivación que sirviese para todos a la vez. En base a esto, optó por secundar la idea de Desmond, tratando de hacer incapie en una cualidad innata de todo ser humano y, creía, gyojin: la curiosidad. Estaban sólos en un territorio desconocido para todos. Cualquier cosa que encontrasen, sería una sorpresa. Henry jugaría con ello.- ¿Quién sabe lo que podríamos encontrar aquí? Cualquier cosa, diría yo... -comentó, sonriendo interiormente.

Ahora, cada uno de ellos imaginaría una cosa, basada en lo que su propia mente quisiera encontrar. De este modo, no necesitaría conocer sus motivaciones para estimularlas. Satisfecho de su jugada, se colocó correctamente su traje. Dejó su diario en el barco, pues no quería que sufriese daño alguno. De su cinturón, colgó sus tonfas, listas para ser utilizadas en caso de que fuesen necesarias. No llevaba una ropa apta para la exploración, y él lo sabía, pero la verdad era que carecía de prendas más adecuadas. Para ser sinceros, y al margen de las posibilidades que Nakamura ofrecía, él hubiese preferido una isla civilizada, para empezar. Aunque era un alivio estar en un sitio donde nadie se preocupase por cobrar su cabeza...
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Mar Ago 16, 2011 7:15 pm
La tripulación de aquellos cuatro intrépidos piratas les había llevado hasta un lugar bastante simple y tétrico en su primera parada en el Grand LineVaya... Vaya... - Pronunció el cocinero al escuchar los comentarios de sus compañeros, entre los que reinaba el descontento del Capitán y el Navegante frente al “entusiasmo” del arqueólogoSi esta isla es un aburrimiento solo habrá que hacerla divertida, ¿qué os parece? - Preguntó mostrando una sonrisa Seishin en un intento de animar a los que había afectado a mal el llegar a Nakamura mientras empezaba a avanzar y echar una visual a todo lo que su vista alcanzaba... Fuera como fuera la isla, habría una aventura por delante.
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Mar Ago 16, 2011 7:39 pm
Bueno ¡Entonces está decidido!- Exclamó el pirata dando un ágil salto y subiéndose sobre el barandal de babor que daba justo a la zona de tierra. Con el salto y la tétrica y fría brisa que recorría el lugar su oscuro cabello recogido en coleta se agitaba violentamente. Acto seguido Desmond se cruzó de brazos mirando al oscuro horizonte- Exploraremos la isla por nuestra cuenta cada uno e intentaremos conseguir lo que podamos, ya sabéis, si encontráis algún tesoro no dudéis en traerlo al barco.- Así pues, como su pelo, su oscuro atuendo de gabardina, camisa y pantalones negros también eran mecidos por la fuerte brisa que azotaba el lugar.

Aprovechad vuestra estancia en la isla para haceros más fuertes, quizás pronto venga a por nosotros la Marina y debemos estar preparados.- Les aconsejó el Capitán para luego virar levemente su rostro y posar su mirada de reojo sobre sus fieles nakamas, esbozando una alegre sonrisa- ¡Nos vemos aquí en unas cuantas horas!- Concluyó por fin para luego saltar de aquel barandal directamente a tierra y aterrizar sobre la reseca tierra de la zona, comenzando a continuación a caminar apaciblemente hasta perderse en el horizonte.
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Mar Ago 16, 2011 10:03 pm
El cielo estaba oscurecido, algo habitual en esa isla. La banda había llegado por fin, nadie sabía que les aguardaba dentro de sus fauces. Lo que solo unos pocos sabían era que dentro de esa isla se encontraba una piedra... algo especial. Un Poneglyph. Muchos intentaron llegar a él. Si alguien lo consiguió, nunca se supo más de él. Menos de Grarter Hadglass, pero murió al mes siguiente en una pelea contra un oso. El caso era que, Henry, quería ser el siguiente. Una piedra, del tamaño de un puño, triangular, se encontraba tirada al lado de un árbol. Estaba algo oculta entre las hojas, pero desde la posición en la que estaba el arqueólogo no sería nada difícil poder visualizarla. Ahora solo quedaba esperar, y ver si la curiosidad picó en el pelinegro o la indiferencia era la que se sentaba en el trono de su personalidad.
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Miér Ago 17, 2011 6:17 am
- Bien, nos vemos en un rato – Dijo el joven pez saltando del barandal hacia la árida y oscura tierra del lugar.

- ¡No se metan en muchos líos! – Les grito a sus compañeros que aun estaban en el barco, sabiendo que ellos posiblemente no eran de esos que iban armando caos por ahí. Desmond ya era solo una pequeña sombra que se dirigía al interior de la isla, aunque Yushu veía más conveniente caminar por la costa, y nunca alejarse demasiado del barco. Esto no era por miedo, si no por precaución, quien sabe, es una isla pobre, y posiblemente algunos de sus habitantes relacionarían “barco = comida” o alguna cosa así, había que tener cuidado, no se podía dejar el barco así nada mas, y que se defienda por sí solo.

El joven Tritón ahora caminaba por la seca arena del lugar, en busca de un buen lugar para practicar su gyojin karate, teniendo siempre la visión fija en el barco por cualquier inconveniente.

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Jue Ago 18, 2011 10:19 am
Lo primero que sintió Henry al poner los pies en la isla fue la humedad. El ambiente era muy pegajoso, y el aire casi mojaba. Eso tenía su parte buena, y tenía su parte mala. En primer lugar, significaba que no pasaría calor mientras exploraba. Sin embargo, también significaba que podía haber exceso de vegetación en algunas partes. Aquello, sumado a la atmósfera cargada de electricidad, hacía que las ganas de explorar decayesen. Pero no decayeron completamente. En la mente de Henry seguía estando la idea de explorar aquel lugar a fondo. Y más cuando, en aquel momento, visualizó una piedra triangular junto a un árbol. Curioso como pocas personas en el mundo, Henry se acercó y tomó la piedra entre sus manos desnudas. Cuando la tuvo así unos cuantos segundos, su rostro dibujó una muestra de asombro sin igual...

-Manufactura cuidada, bordes desgastados... Esto no es una simple piedra... Esta piedra ha sido tallada por seres humanos... Y no precisamente ayer... -decía, más bien pensando en voz alta, sin soltar la piedra en ningún momento. Entonces, con energías renovadas, subió al barco, buscando prepararse para lo que dejaría de ser una exploración y sería una búsqueda. Lo primero que hizo, fue coger una bolsa para cargar con cosas, entre ellas la piedra que acababa de encontrar. También, cogió un pequeño cuchillito de cocina. No sería muy útil, pero cortaría unas cuantas cuerdas. ENtonces, se paseó por cubierta y cortó unos cuantos cabos sueltos, para tener suficientes para una buena exploración. Cogió un libro de notas, un lápiz de grafito y bajó de nuevo a la isla.

Lo siguiente que haría sería buscar algo para abrirse camino en territorio agreste. Necesitaba tres cosas, y una de ellas ya la tenía. En primer lugar, buscó una rama, recta y bastante consistente, aunque de un grosor acorde a su mano. Tardó diez minutos en encontrar una perfecta. Menos tardó en conseguir una piedra con un extremo afilado. Con un trozo de cuerda, de los que había cogido en su barco, unió ambos elementos para crear una especie de hacha primitiva. No era gran cosa como arma, pero era perfecta para despejar el terreno de maleza si neceistaba. Claro, todo eso no hubiese sido necesario si Desmond no hubiese salido corriendo de aquella manera. Uno de sus Kukris le habrían servido. Von todo su equipo preparado, se internó en la isla, en busca de más ruinas antiguas, como aquella piedra que llevaba en la mochila.
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Jue Ago 18, 2011 10:44 pm
El joven era precavido, pues más no avanzó hasta estar preparado con algunos objetos que parece ser que el chico creyó necesarios. Una vez preparado, se adentró en la isla. No tardó demasiados pasos desde que se internó que se vio rodeado de árboles, un aglomerado de estos de forma laberíntica. Todo parecía hecho adrede, como si la naturaleza quisiera asustar a sus invitados. Tras caminar unos pocos minutos, casi de repente, el sendero que estaba marcado de forma humana terminó. El camino no seguía. Ahora solo había vegetación y oscuridad causada por las sombras de la primera. Ahora elegía él mismo su camino, tenía que decidir por que zona adentrarse, hacía donde moverse, tendría que cortar algunas raíces que estuvieran colgando por la zona y también tendría que ingeniar alguna forma de iluminarse, para saber hacía que lado se dirigía o que había a su alrededor. Ya se habían comprobado la existencia de insectos y reptiles venenosos que podrían matar o, al menos, dañar a un humano impregnándolo con su veneno. Todos estos peligros acechaban en las zonas más boscosas, y aunque no era seguro, parecía un buen lugar donde esconder... cosas.
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Sáb Ago 20, 2011 8:23 pm
Pocos minutos tardó en darse cuenta de que había olvidado algo fundamental: luz. Era un error de novato, y merecía golpearse a sí mismo con el hacha por ser tan estúpidamente descuidado. Además, los ruidos del entorno le advertían de que el entorno no sería agradable con él. Serpientes, insectos, anfibios, mamíferos e incluso plantas... Todo tipo de seres naturales presentaban un peligro para el explorador descuidado, y él estaba demostrando ser uno. Antes de internarse más, debería subsanar unos cuantos errores. Cortó cuatro pedazos más de cuerda, cuatro pedazos de una longitud de apenas medio metro cada uno. Se metió los pantalones por dentro de los calcentines, y para asegurarse de que eso permanecía cerrado, ató dos cuerdas. Así, ningún bicho se colaría por allí. Como su ropa no era de seda, presentaría una ligera resistencia, que seguramente le podría dar tiempo a reaccionar. Con sus manos hizo lo mismo. Se colocó sus guantes y aseguró sus mangas con cuerdas. Ahora, tocaba el asunto del fuego.

No contaba con aceites, ni nada parecido, ni siquiera combustibles. Era lo malo de no fumar, que no llevaba un encendedor encima. Necesitaría fabricarse una antorcha con lo que tenía. Madera, la consiguió rápido. De un preciso hachazo, se hizo con una buena rama. Ahora, necesitaba un combustible. Ató algunas cuerdas al extremo de la rama y se puso a pensar rápidamente en qué utilizar como material inflamable. Barajó todas las posibilidades, incluso pensó en naranjas, o en excrementos de animales. Finalmente, recordó que siempre llevaba una pluma y una botellita de tinta de reserva. Un arqueólogo sin nada para escribir, no valía nada, y soportes de la escritura siempre había. Pensó que el grafito le serviría. Además, no necesitaría toda la tinta. Sin más, sacó el recipiente e impregnó de tinta su antorcha. Ahora, sólo necesitaba encontrar dos piedras adecuadas. Empezó a desandar la zona y finalmente encontró un poco de pedernal, nada especialmente difícil cerca del mar. Con eso y el acero del cuchillito de cocina, no tardó mucho en encender fuego. Guardó el pedernal, para futuros usos y se dispuso a seguir avanzando.

Se abriría paso con el hacha, despejando bien la zona antes de avanzar. Cortaría las ramas para que ninguna serpiente pudiera sorprenderle con facilidad, y mantendría la vista atento a las ramas que cortase. Mantendría, del mismo modo, su antorcha cerca del rostro, como protección, y al otro lado, el hacha. Sabía la zona más vulnerable, y la protegería. ¿Qué ruta seguiría? Simplemente, la que mostrase plantas más arraigadas, lo que por lógica debía de llevarle a las zonas menos exploradas de la isla. Era lógico pensar que si alguien se había abierto paso a través de la isla, las plantas que había cortado para ello estarían menos crecidas que las que no fueron tocadas. Eso dificultaba el avance, pero si pretendía encontrar algo bien oculto, necesitaría hacer eso.
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Sáb Ago 20, 2011 9:54 pm
Gracias al ingenio y la inteligencia del arqueólogo, logró crear una improvisada antorcha que era efectiva y abastecía sus necesidades. Gracias a ella fue avanzando con iluminación y fuera de peligro de animales, pues muchos vivían en la oscuridad y la luz les daba miedo. Tantos minutos estuvo caminando por el sendero, fueron los minutos que estuvo caminando entre ramas, parando a cortarlas cada cierto tiempo, lo que impedía que avanzase más rápido, pero quien algo quiere... Al final, pudo encontrar una especie de salida. Llegó a una zona, un círculo algo amplio pero escondido de la isla. En esa zona, no parecía haber ningún árbol más los que lo rodeaban. Estaba formado por círculos, pues había un círculo de césped casi muerto al inicio, luego una especie de lago en miniatura rodeando lo que parecía ser una isla en la que tan solo había un fresno y... nada más. Sin embargo, desde esa isla se podían oír extraños ruidos guturales. Y, si uno se llegaba a fijar se podía distinguir una sombra que se movía de un lado a otro, en lo que parecía una especie de baile.

Podía ignorar este extraño hecho, dado que en esa isla la gente no estaba muy bien a nivel de cordura y volver a meterse entre los árboles a buscar la procedencia de la piedra sin más, o bien podía interactuar con el extraño ser, exponiéndose ante cualquier cosa.
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Mar Ago 30, 2011 2:28 pm
El camino, aunque lento, fue bastante cómodo. No necesitó de hacer uso de las protecciones que había improvisado para que animalejos no se colasen por su ropa, y eso era buena señal. Además, el contar todabía con varios metros de cuerda le daba una mayor sensación de tranquilidad. Con el equipo que llevaba, esperaba poder explorar durante un buen rato más, y esperaba que fuese un rato suficiente para encontrar lo que quisiera que escondiese aquella isla. No dejaría que el misterio de ese lugar se impusiese a su inteligencia y permaneciese oculto tras haber alcanzado él aquella isla. En eso iba pensando cuando, de repente, la vegetación se suavizó y empezó a hacerse menos frondosa. Un minuto más tarde, estaba en un claro, más abierto.

-Bien... ¿Y ahora qué? -se preguntó el arqueólogo mientras miraba a su alrededor. Apagó la antorcha, ya que en aquel claro la luna iluminaba lo suficientemente bien como para ver, y eso le daría un poco más de tiempo de luz si la necesitaba. El pequeño lago que allí encontró le pareció ideal, ya que le serviría para rehidratarse un poco. Eso hizo, y caminó tranquilamente, a beber agua, mientras su mente volaba en busca de la respuesta al interrogante que se había formulado segundos atrás. Entonces, sus oídos captaron una especie de ruido gutural, que le hizo alzar la cabeza. Escudriñando las sombras, le pareció ver una especie de sombra danzante. Se aclaró la garganta, refrescada tras la bebida, y se dispuso a hablar.- ¿Hola? ¿Quién anda ahí? -preguntó, haciéndose notar.

No tenía ni idea de qué tipo de lengua hablaba aquel ser, así que empezó a probar en todas y cada una de las lenguas que sabía hablar, y eran bastantes. Una idea remota, tal vez estúpida, pasó por su cabeza, y repitió la pregunta utilizando también el viejo idioma en el que eran escritos los míticos Phoneglyph. Tras ese recital de saludos, esperó la respuesta o reacción del desconocido. Tampoco sabía si era hostil, así que estaba alerta a todo.


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Mar Ago 30, 2011 4:17 pm
Cuando se acercó a preguntarle al extraño sobre su estancia en la zona, este giró su cabeza hacía él. Escuchaba las múltiples idiomas con los que el pirata le hablaba, y se quedaba algo confuso, hasta el momento que utilizó el lenguaje de los Phoneglyph. Justo al oír las palabras en ese idioma este se dejó ver. Se podía ver a una persona que por su delgado cuerpo se trataba de un anciano. Poseía una máscara de madera con adornos chamanísticos en esta que le daban un aspecto místico. Tenía el pelo blanco que le caía hacía atrás, aunque no en abundancia. Como ropaje llevaba una pequeña camisa de cuero desgastada, al igual que sus pantalones. Su calzado eran unas sandalias que parecían viejas. No parecía poseer ningún arma más el bastón tallado que tenía, un bastón de madera viejo tallado por una persona que no estaba especializada, eso se podía ver en la irregularidad de este. El anciano se acercó a Henry paso a paso. Les separaba un anillo de agua de más o menos cinco metros de distancia y dos metros de profundidad. El islote en el que estaba el enmascarado solo había una cacerola que emitía un humo negro, aunque no se podía ver desde su zona que era lo que había en su interior.

- ¿Tu saber idiomas? ¿Tu ser elegido de Satán? - Preguntaba el enmascarado, algo intrigado, mientras giraba la cara de un lado a otro continuamente, haciendo que la máscara imitase sus movimientos. La máscara con esos detalles chamanísticos poseía una cara echa con pintura azul en distintos tonos de forma atemorizante, quizás para asustar a las bestias. Se quedó en el borde del agua, mirando al chico. De golpe, dio un salto sin tomar carrerilla, con el cual llegó cómodamente al lado del pelinegro, era algo extraño que una persona de esa edad pudiera dar esos saltos - Satán destruirá nuestra tierra pronto... Dejó un único mensaje de salvación, pero nosotros no entendemos... - Decía el extraño, algo cabizbajo, deprimido por saber que su pueblo iba a ser destruido por la magnánima fuerza malévola sin posibilidades de sobrevivir a no ser salvados, excepto por ese mensaje que decía haber dejado Satán.
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Miér Ago 31, 2011 5:33 pm
La mirada del arqueólogo permanecía fija en el anciano. La luz de la luna le permitía dilucidar sus rasgos más notorios, como la máscara que lucía o su demacrado cuerpo. Por no hablar de sus ropajes. A su lado, Henry parecía todo un noble mundial, eso a los que tanto odiaba, simplemente por prohibir el estudio de las lenguas antiguas y la investigación sobre la historia del mundo. Se fijaba sobre todo en sus expresiones corporales, y vigilaba sus movimientos con cautela. Al mismo tiempo, mantenía la atención centrada en sus alrededores, por si llegase a ser objeto de una emboscada. Por si acaso, y demostrando sus capacidades estratégicas, había calculado un puñado de rutas de escape, de las que sólo tres implicaban mojarse.

En ese momento, el anciano empezó a hablar, haciendo referencia al dominio lingüístico que había lucido el de Ohara hacía segundos. Además, le señalaban como elegido de Satán. Si mal no recordaba de los libros que había leído, había islas en las que se practicaban ritos satánicos. Si esa pista iba en lo cierto, la isla en la que se encontraba era Nagakura. Tenía que jugar bien sus cartas, y no meterse con las ideologías de los lugareños para no meterse en problemas. No les daría a entender nada, y dejaría que fuese su libre imaginación la que elaborase suposiciones; siempre y cuando estas no fuesen contrarias a sus intereses. De momento, lo que el anciano con capacidades físicas sorprendentes -lo que le animaba a mantener las manos lejos de las tonfas- le decía, le resultaba increíblemente interesante.

-Mi nombre es Henry S. Doyle, y soy un viajero de tierras lejanas. No sé si seré el elegido de Satán, pues él no comentaría sus planes con un mortal como yo. -comentó, aludiendo a la naturaleza superior del ente en cuestión.- En efecto, conozco la mayoría de los idiomas existentes, y con gusto podría ayudaros a descifrar ese mensaje. -explicó. Si exploraba el misterio mientras les hacía sentirse ganadores, las cosas irían sobre ruedas. La victoria más fácil es la que se obtiene cuando el enemigo está beneficiado. No eran enemigos, pero en cierto modo Henry veía todo aquello como una gran partida de ajedrez.- Lo único que pido a cambio, señor, es que se me permita registrar por escrito las costumbres de vuestra gente. De este modo, aunque la aniquilación se siembre sobre estas tierras, nunca serán sus gentes olvidadas. -la promesa de gloria y fama era una de las más tentadoras para la gente, y esperaba que funcionase en ese caso. Si así era, no sólo conseguiría descubrir el misterio de Nakamura, sino que también tendría un buen material para incluir en su diario de navegación.
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Jue Sep 01, 2011 5:29 pm
- ¿¡Aniquilación?! ¡El caos se cierne sobre nosotros, Satán destruirá nuestra tierra, lo sabía! - Exclamaba el enmascarado, de una forma un tanto extremista con las costumbres de esa isla. El anciano parecía empezar a olisquear al pirata sin cesar y por todas partes. Parecía un hombre que, aunque su edad fuese elevada, su hiperactividad permanecía, quizás cómo muestra de que no quedaba resquicio alguno de cordura en su sesera, quizás como representante de una isla que creía en cosas que no tenían ni pies ni cabezas - Hmf hmf hmf, Sí, hueles como un elegido de Satán - Comentaba mientras se volvía a poner bien, con su espalda encorvada por su propia y pequeña joroba. Pero tras ponerse firme, se agachó. Ahora parecía estar olisqueando el suelo. Dio unos pasos, como si siguiera un rastro. Pero no parecía estar buscando algo en concreto - Por ahí - Señaló al norte de la isla con su dedo, mientras seguía - Ahí estar un hermano druida, él te ayudará. Tu di que vas de parte de Shandris, él ya sabrá... - Comentaba, mientras que de otro salto volvía a su islote y le daba vueltas al contenido de su cacerola, que seguía emitiendo un extraño humo proveniente del mismo contenido de esta
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Jue Sep 01, 2011 6:19 pm
Inmóvil quedó el arqueólogo mientras el chamán empezaba a olisquearle. No le pediría modales, ni educación, porque tampoco podía pedirle siquiera cordura, al parecer. No era psicólogo y, aunque se compadecía del anciano demente, en aquellos momentos sólo se preocupaba de obtener su particular recompensa intelectual. Cuando el hombre le reconoció como elegido de Satán, él se sintió triunfador y agradeció nuevamente a la suerte por haberle concedido una mente tan astuta como la que tenía. Lo que le hizo pensar... ¿Qué olor le había indicado que era elegido de Satán? ¿El olor a tinta quemada? Era la opción más lógica, si se tenía en cuenta que muchas componían ciertos sulfatos, y el infierno se decía estaba lleno de azufre. Un conjunto de casualidades muy bien recibidas.

-Muchas gracias, señor. Haré todo lo que esté en mi mano por descifrar ese mensaje del que me habláis. -se despidió el caballeroso arqueólogo, echando rápidamente mano a su bolsa para sacar el pedernal y el cuchillo una vez más y volver a encender la antorcha. Con el hacha en la mano derecha y la antorcha en la izquierda, se alejó al borde del claro que el anciano había señalado y empezó a abrirse paso, sin mucha dificultad, aunque notando cómo lógicamente la vegetación volvía a espesarse. Mientras avanzaba, buscaba una especie de senda, o signos de tránsito humanos. Era bastante lógico pensar en ellos, ya que por algún lado había tenido que llegar Shandris al claro, y posiblemente proviniese de la dirección señalada... En cualquier caso, buscar la senda era secundario para él, y lo que más le preocupaba en ese preciso instante era abrirse paso entre la naturaleza para buscar a ese druida del que le habían hablado.

Era una sociedad bastante curiosa, que al parecer se había organizado en base a una religión profana. Como tal, al parecer, parecían admitir y fomentar el druidismo y la comunión con la naturaleza, cosa bastante extraña en las sociedades con un fuerte poder religioso. Debía ser una consecuencia del satanismo. Ahora, quería saber más sobre su organización política, sus sistemas económicos y su desarrollo cultural. Quién sabe, quizás podía sacar algo de esta islita. Le estaba gustando de verdad eso de explorar una tierra tan agreste.
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Vie Sep 02, 2011 6:23 pm
Cuando el joven ya se había ido lejos, el sujeto en cuestión se quitó su máscara mostrando un rostro demacrado, con una sonrisa malévola. También se podía apreciar los pocos dientes que poseía este. Con su cucharón de madera fue removiendo el contenido de la cacerola, el cual se componía por sangre humana mezclados con cráneos y huesos alargados que habían sido destrozados como para saber cuales eran. Cogió la cuchara y le dio un trago a esa sangre - Mmmmh, delicioso... Él será el siguiente... - Dijo mientras volvía a colocarse su máscara, y seguía condimentando su comida.

Por otra parte, el arqueólogo había encontrado por sin un sendero estable tras un arduo camino entre los pegados árboles. Las bestias en esa zona ni se escuchaban siquiera, lo único que habían eran telarañas, pero no había ni rastro de arañas. Al final del sendero se encontraba una cueva rocosa. No parecía haber ninguna alternativa más, a parte de volver tras sus pasos. Sin embargo se escucharon pasos dentro de la cueva, cada vez más sonoros. Por fin el causante de esos ruidos se dio a conocer. Un oso de piel marrón asomaba, y no parecía estar contento. Gruñía, estaba furioso. Parecía haber detectado al invitado por su olfato. El oso cargó a toda velocidad contra el cuerpo del pirata, intentando abalanzarse contra él y tumbarlo al suelo mientras le desgarraba la piel del pecho con sus dos primeras zarpas, o al menos eso intentaba.

La longevidad del oso es de 25 - 30 años (máximos conocidos de 34 años en estado silvestre y 47 en cautividad). Tiene una longitud corporal que varía de 1,50 - 2,95 m, dependiendo de la subespecie, y una altura en la cruz de hasta 1,30 m. Su peso también varía, desde los 100 hasta los 675 kg. El color es muy variable de un individuo a otro. Puede variar entre el marrón muy oscuro y el dorado claro, pasando por diversas gamas de grises. Este oso en concreto tenía el pelaje de color marrón algo claro. Las crías suelen presentar un collar blanquecino más o menos amplio alrededor del cuello, marca que habitualmente desaparece a partir de la primera muda al año de edad, pero puede quedar algún resto en los adultos. El pelaje se renueva una vez al año, en la época estival. La visión no la tiene muy desarrollada; comparada con otros sentidos, aunque sí puede ver en color durante la noche. A larga distancia reconocen formas pero no detalles, y detectan mucho mejor animales u objetos en movimiento que inmóviles.

Son plantígrados. En algunas situaciones desfavorables pueden erguirse sobre sus patas traseras para aumentar su campo de visión. Su oído es extremadamente agudo y desarrollado al igual que el olfato, que es excelente, finísimo y, sin duda, su sentido más desarrollado y el que más les ayuda en su vida cotidiana. Gracias a él pueden detectar a larga distancia muchas de sus fuentes de alimento y también el estado sexual de otros ejemplares durante la época de celo - Groaaaaarr!! - Rugió el animal en mitad de su carga, enseñando sus mandíbulas. Sus mandíbulas tienen 4 caninos o colmillos, puntiagudos y robustos como los de otros carnívoros. Sin embargo, la presencia de incisivos aptos para cortar hierba y tallos, y de molares amplios y aplanados capaces de triturar alimentos de origen vegetal, hacen que la dentadura de este carnívoro esté perfectamente adaptada a un régimen omnívoro.

Tras el pirata solo había el estrecho sendero por el cual había venido, y delante de él tan solo había un muro de rocas en las que se formaba una entrada a lo que parecía ser una cueva normal y corriente. Las rocas eran grandes y pesadas y parecían estar adheridas entre ellas con fuerza. El cielo estaba oscurecido, pero la visión del ambiente era buena. El terreno era firme y plano, no había ningún altibajo. Los árboles de su espalda eran altos, pero no por eso parecían difíciles de trepar. Igualmente esos árboles de en frente habían sido dañados por zarpazos, por lo que la madera que otorgaría sería mala y la resistencia de árbol estaba muy levemente resentida por esos daños. Eran árboles normales, no contenían ningún fruto en su copa. La hierba del suelo era escasa, muy escasa. Alguna ligera estepa comprendía ese terreno llano y extenso, pero solo en zonas, en otras muchas era solo tierra normal y corriente.
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Sáb Sep 03, 2011 11:23 am
Tras un rato caminando entre la vegetación, Henry logró encontrar un pequeño sendero que, al cabo de unos cuantos pasos lo acabó conduciendo a lo que parecía la entrada de una cueva. El arqueólogo observó con precaución la formación rocosa, hasta que de pronto un rugido gutural le alertó sobremanera. Henry sabía a lo que se exponía, y no le costó mucho identificar el animal que emitía un ruido tan característico. Sabía que se trataba de un animal de la familia de los Úrsidos, y como actuar en caso de un ataque de una de esas bestias. Había leído tantísimo en su vida que conocía cosas sobre la naturaleza de esos animales. Eran súmamente territoriales, por lo que un enfrentamiento suponía que ellos te vieran como una amenaza, y por tanto te atacasen. Correr hacía que te viesen como presa, y por tanto te atacasen. Lo mejor, si no podías derrotarlos era, hacer ver que no eras ninguna amenaza para ellos.

Y la menor amenaza que existía era un cadáver. Agradeció nuevamente a su mente rápida como un relámpago que le permitiese elaborar un plan en tan corto periodo de tiempo. Lo primero que hizo fue apagar su antorcha y lanzarla un par de metros a su derecha. Él, por su parte, se tiró al suelo y respiró profundamente, manteniendo su concentración en la piedra que guardaba en su mochila. Era un objeto frío, inerte, totálmente inmóvil que no emitía ni el menor rastro de vida. necesitaba mantener su mente completamente volcada en algo así para soportar lo que seguramente llegaría a continuación. El úrsido, si las cosas salían como planeaba, seguiría el olor más intenso, que venía de la apagada antorcha. La tinta quemada emitía una intensa fragancia, que habíase ya adherido a su ropa. En caso de que el animal se acercase a olfatearle, si se mantenía completamente inmóvil, manteniendo sus constantes vitales al mínimo y su respiración prácticamente nula, lo daría por muerto.

Si lograba despertarle, tendría que buscar una forma de deshacerse del oso para seguir avanzando, y el único arma con la que contaba en aquel enfrentamiento era su prodigiosa inteligencia. Por tanto, lo que haría en cuanto el oso se fuera, si se iba, sería incorporarse y volver al bosque en busca de algún tipo de planta o flor que pudiese proporcionarle un polen capaz de emular a la pimienta, o incluso pimienta misma. También buscaría un árbol debilitado lo suficiente para que, con un poco de golpes de su hacha y con una cuerda, pueda dar lugar a una buena trampa. Su último recurso sería buscar ramas y hojas con las que crearse un disfraz intimidante. Si luchaba contra el oso, tenía que aparentar ser mucho más grande y fuerte, para obligarle a abandonar su territorio. Así funcionaba la mente animal, y la suya era mucho más compleja. Tres planes seguidos, y una maniobra de emergencia -golpear en la cabeza con el hacha al oso si no abandonaba el lugar o si no se tragaba su treta- elaboró mientras esperaba que el rugiente animal hiciese su aparición.
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Sáb Sep 03, 2011 3:20 pm
El oso inspeccionó el cuerpo del pirata que yacía tendido en el suelo. El oso no lograba distinguir muy bien entre los muertos y los vivos. La única prueba de que estuviera vivo para el oso era verlo en movimiento. Se acercó al cuerpo humano y empezó a olerlo. No olía a muerto... pero tampoco a vivo. Un olor interfería en su análisis mediante su sentido del olfato. Acercó el morro babeante al rostro del arqueólogo. Tras eso fue a hacer lo mismo con la antorcha, la olfateo y la babeó levemente. Después fue a un árbol a orinar, y tras eso volvió a la entrada de la cueva. Cuando permaneció en la entrada, empezó a dar vueltas alrededor de sí mismo para luego tumbarse. A los pocos minutos se podía escuchar una respiración agitada. Estaba dormido. Sin embargo tentar la suerte intentando cruzar la cueva con el oso ahí dormido era algo peligroso. En ese momento entraban los planes del arqueólogo.

El pirata tras oír eso se levantó de su clase particular de teatro, y se sumergió en el corazón de los árboles de nuevo, buscando algo que le pudiese servir. Árboles debilitados había por todas partes, centenares. Plantas... ya era algo más difícil. En esa isla casi todo estaba marchito, y lo que no estaba marchito era venenoso o estaba en muy mal estado, además que las pocas plantas que cultivaban los aldeanos de la zona luego las utilizaban en sus ritos satánicos en el núcleo del pueblo. Ahora se encontraba en una zona alejada del centro, pero aún así las plantas y las flores eran cero. Ramas y hojas si que habían, por el suelo y por los mismos árboles, habían muchas y no escaseaban.
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Sáb Sep 03, 2011 4:25 pm
Su plan de fingir su propia muerte tuvo un éxito ciertamente esperado. Confiaba en sus deducciones mucho más de lo que lo hacía en su destreza física, pero suplía sus carencias atléticas con una astucia que le permitía elaborar planes mucho más complejos. Así, aunque sus recursos físicos fuesen menores, era capaz de crear estrategias que eliminasen ese factor de la ecuación y le garantizasen un rotundo éxito en la mayoría de las ocasiones. Se alejó despacio de la cueva, al notar la respiración profunda del animal. Ahora, tocaba buscar lo que había andado pensando desde su sitio en el suelo. Plantas, al ver la marchita vegetación, comprendió que no conseguiría. Como mucho, podría utilizar un puñado de tierra para cegarle momentáneamente, pero eso sólo podría enfurecerle. Aun así, no se privó de guardar una poquita en su bolsillo.

Pensó, que el plan más sensato y con mayor índice de éxito, sería el de tenderle una trampa al oso. La mayor baza de esos animales era la carga, así que tenía que encontrar alguna manera de que la trampa se accionase mediante el movimiento de avance del animal. Cerró un segundo los ojos y recapituló lo que tenía. Contaba con su hacha de piedra, que le serviría con suerte para manejarse con madera debilitada. Tenía varios metros de cuerda. Uniendo los cabos que había cortado y con lo que le quedaba en la bolsa, contaba con lo necesario para crear una triple red entre el espacio de unos árboles separados a menos de dos metros entre sí, cerca de la cueva del oso. Si organizaba bien los nudos y calculaba con precisión, conseguiría un mecanismo que, al chocar el oso contra las redes que colocase, tirase dichos árboles, que estarían debilitados precisamente con el hacha para que cayesen en la posición relativa del úrsido. Debía hacer unas pequeñas muescas en los troncos para que las cuerdas no se moviesen y su trayectoria no se viese alterada. Cuando hubo visualizado la relación de fuerzas y trayectorias, se puso a trabajar. Aproximadamente veinte minutos tardó. Hubiese tardado menos, pero se vio obligado a guardar sigilo para que el trabajo no despertase al animal. Tras la trampa, quedaba la parte más importante del plan: el segundo plan.

Si la cosa no salía bien, el oso estaría enojado y con razón, y ahí debía jugar nuevamente con su inteligencia. Los árboles no eran difíciles de escalar, a simple vista, y tras un intento, lo confirmó. Lo que hizo fue buscar un árbol cercano y lo más resistente posible, siendo su prioridad máxima la proximidad. Lo que buscó entonces fueron piedras bastante contundentes, que pudiesen causar un daño importante al caer desde la altura del árbol. Rocas del tamaño de un puño eran suficientes, y las encontró. Subió una docena, aproximadamente, a las ramas más altas del árbol -usando su bolsa para colgarlas- y estableció una ruta sencilla de escalada. Con los preparativos listos, respiró profundamente y repasó mentalmente una vez más su plan. Llamaría la atención del oso mediante gritos y algunas piedras que le habían quedado, atrayéndolo directamente hasta la red, que quedaba en una trayectoria recta desde la entrada. Si las cosas salían bien, el oso toparía con las cuerdas y tiraría de ellas, haciendo que los debilitados árboles quebrasen y cayesen en el punto que Henry había calculado que estaría el oso, teniendo en cuenta que las cuerdas debían frenarle. Eran cuerdas resistentes, para aparejos de barco, así que no quebrarían con facilidad. Los árboles deberían noquear al oso, y ese era su plan principal. En cualquier caso, no esperaría quieto. Mientras el oso corriese, treparía a la seguridad de las alturas por si se diese el caso de fallar, poder dejar caer las rocas sobre la cabeza del animal, dejando que la consistencia de la roca y la gravedad hiciesen el trabajo de noquearle. Como lo tenía todo listo, suspiró y agarró unas piedras del suelo, lanzándolas hacia la cueva, empezando a gritar sonoramente para llamar la atención del mamífero.
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Sáb Sep 03, 2011 5:39 pm
El humano había creado una espléndida trampa, tanteando el terreno y sirviéndose de lo que había a su alrededor. El oso se despertó por una pedreda que cayó al lado de su cabeza. No sabía que era lo que estaba pasando, pero emprendió su carga majestuosa hacía el frente, intentando derrocar cualquier cosa. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de caer en la trampa, desde el interior de la cueva se pudieron escuchar unas palabras - قطب سلسلة مارتوريل - Fue un grito simple que paralizó al oso, y le hizo sentarse de inmediato. Estaba adiestrado. De la cueva salió otra figura. Esta vez una humana. Se trataba de lo que parecía ser un isleño. Estaba abismalmente gordo y este mostraba su rostro. Tenía un pelo rizado, algo afro, y largo. Su ropa estaba desgastada ciertamente, pero era mucho más lujosa que la de el primero. Tras ver toda la que había liado el humano y comprender el arma que había tendido se quedó algo impresionado - Oh... ¿Esto lo has hecho tu...? Menudo desmadre... - Dijo, en un tono muy informal, mientras se reía por lo bajo al verlo subido a un árbol - Perdón, creo que te ha asustado, él es un buen oso, se llama قطب سلسلة مارتوريل , pero cariñosamente le gusta que le llamen رتوريل - Comentaba con gesto amistoso.

Tras eso, pegó un fuerte silbido. A su llamada acudieron muchos animales: una lechuza, un lobo, tres gatos, una tortuga, un perro, una avestruz, una yegua muy pequeña y un cangrejo - Te presento a mis amigos, y mis armas. Pero no te preocupes, no mucha gente llega hasta aquí sola... ¿Me equívoco? - Preguntaba, preparado para dar la orden de ataque a sus animales, algunos no muy feroces, pero todos ellos útiles en diversas funciones. Tras eso se quedó esperando la respuesta del pirata. Estaba claro por que estaba gordo, y por que no había ningún animal por la zona, tenía un perfecto equipo de caza animal que trabaja por él.
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Sáb Sep 03, 2011 6:24 pm
Desde su árbol, observó con satisfacción cómo el oso se encaminaba directamente hacia su trampa. Todo estaba saliendo según lo planeado, de no haber sido porque un elemento desconocido y completamente inesperado entró en acción, interrumpiendo completamente el normal desarrollo de su estratagema. Un grito en un idioma al que no estaba acostumbrado pero que sin embargo conocía, paralizó al oso y lo hizo cesar en su avance. Henry dirigió su mirada entonces a la entrada de la cueva, justo para divisar como un hombre de robusta figura salía, observando toda su estratagema. Su trampa acababa de ser descubierta, su posición segura revelada y su ventaja sobre el oso reducida a escombros. Ahora tenía que lidiar en aquella partida de ajedrez no con un ser instintivo, sino con un humano de inteligencia desconocida, pero que comprendería de seguro los rudimentos de la lógica. Cuando preguntó por su trampa, Henry sonrió ligeramente e hizo una ligera reverencia, incluso desde el árbol.

-Así es. Esto, caballero, es obra mía. Y de haber permanecido los elementos de la ecuación inalterables, creo que el pequeño رتوريل habría caído de lleno en mis redes. -comentó, sin mostrarse intimidado en ningún momento ante el ejército animal que le presentó el rechoncho varón.- En cualquier caso, has presentado batalla digna, te felicito. -comentó, refiriéndose esta vez al oso. Incluso le dedicó una sonrisa al úrsido. Aún así, ahora tenía más motivos de los que preocuparse, sin duda. Estaba en desventaja por donde quiera que lo mirase, y tenía que pensar algo rápido para poder salir del aprieto.- En efecto, no he llegado hasta aquí solo. En primer lugar, he contado con la colaboración de mis compañeros que, a juzgar por los destrozos que puedo ver desde aquí y por los ruidos que he oído antes en la otra parte de la isla, deben haber estado dominando sus poderes. -sabía por esos datos que acababa de enunciar que Desmond había dominado el Haki, era una deducción simple, la verdad, y esperaba que eso pudiese aportarle un poco de peso a su posición a la hora de negociar.- En segundo lugar, he seguido unos indicios que me han llevado a investigar restos arqueológicos en esta isla, restos que podrían ser más valiosos de lo que esperaba en un principio. Y aquí llegamos al objeto de su pregunta, mi señor. En efecto, quién me puso sobre esta ruta fue Shandris. Sospecho que desde un principio pudo no ser más que una trampa bien urdida en la que, me temo, he caído al igual que el valiente رتوريل ha estado a punto de caer en la mía. -explicó el elocuente varón, sonriendo con tranquilidad desde su posición elevada. Sabía que si se iniciaba batalla, eso no serviría de mucho, pero no iba a dejarse intimidar, eso le restaría puntos.- ¿Qué hacemos ahora? Usted puede dejarme seguir tranquilamente con mi investigación, incluso colaborar conmigo en ella; o puede enviar a sus compañeros contra mí. En ese caso, prometo ofrecer pelea hasta que el último de mis huesos haya sido triturado, momento en que estimo mis compañeros tomarán el relevo. Personalmente, preferiría la primera opción, es mejor para ambos. -comentó con una amable sonrisa el pelinegro, arreglándose un poco el traje.

-Oh, qué modales los míos. Permítame presentarme, caballero. Soy Henry S. Doyle, Arqueólogo y Subcapitán de los Fist of Devil. -comentó el culto joven, mirando fijamente al hombre gordinflón que había en el suelo. Su mente, por si acaso, ya estaba calibrando las capacidades de cada uno de los animales del grupo. La cosa no pintaba bien, pero tenía que confiar en su intelecto.
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Dom Sep 04, 2011 4:21 am
El gordinflón domador escuchó todo lo que dijo. Al parecer el arqueólogo era muy hablador. Había iniciado un monólogo que conllevó de un tiempo para escucharlo todo. Tras decir el nombre de Shandris se pudo ver como sonreía, pero no solo eso. Incluso las bestias tan solo con oír ese nombre retrocedieron por si solas - Ya veo... ¿Eres un arqueólogo? ¿De esos que buscan las piedras que cuentan la historia borrada? Bueno, creo que no tenemos nosotros de eso, lo más parecido es el último mensaje de Satán, pero está escrito en una lengua infernal - Comentaba, mientras se daba media vuelta dando la espalda al chico. El oso retrocedió aún más que el resto de los animales, volviendo al lado de su dueño - Si Shandris te ha elegido es por que no eres una persona normal y corriente... él es muy exigente en ese aspecto, no sé lo que habrás hecho, pero le has debido caer bien. En efecto, dentro de esta cueva se encuentra el único mensaje de Satán. Tan solo yo, como guardián, y unos cuantos piratas lo han logrado ver. Pero te advierto, el mensaje está maldito. Todos los piratas que entraron y lograron leerlo murieron casi al instante de una enfermedad extraña, si aún así quieres leerlo, entra en la cueva - Decía mientras entraba en la cueva, perdiéndose en las sombras.

La cueva avanzaba cuatro o cinco metros hacía el frente, y luego ya giraba bruscamente hacía la izquierda. Allí, estaban colgadas algunas antorchas de las paredes, iluminando levemente la zona - ¿Sabes una cosa? A mi me encanta comer, ya lo puedes ver - Bromeaba al final, puesto que estaba algo gordo - He probado muchos tipos de animales, y tan solo hay uno que me guste al cien por cien... - Pero de repente se paró. La cueva parecía terminar, pues frente de ellos había una pared. Abajo se podía apreciar un pequeño hueco. Parecía como un agujero, pero era bastante estrecho - Si quieres llegar al mensaje tendrás que pasar por ahí. El camino es muy estrecho, así que tendrás que ir reptando lentamente, espero que te guste la espeleología - bromeaba el guía. Obviamente estaba claro que el pirata quizás podía pasar, pero por simples razones ya se veía que el guardián no podía pasar ni siquiera un cuarto del cuerpo por ese agujero.
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Dom Sep 04, 2011 7:18 am
El arqueólogo escuchó con atención la respuesta del gordito, atento a cualquier tipo de orden oculta tras sus palabras que pudiese indicar a los animales que hiciesen alguna clase de movimiento ofensivo. Sujetaba la pesada hacha de piedra con su mano, por si acaso tenía que utilizarla como arma contundente contra alguno de esos bichejos que intentasen subir al árbol tras él. Especialmente le preocupaba la lechuza y los gatos, que en caso de ataque, serían los que tendrían más facilidades para atacarle en aquellas circunstancias. Por suerte, no fue necesario, y el hombre por razones que desconocía el varón, accedió a permitirle continuar con su exploración. Mencionó los llamados Phoneglyph, y aunque dijo que en esa isla no había ninguno, Henry ciertamente estaba empezando a dudarlo. Ese mensaje de Satán le atraía demasiado la curiosidad como para dejarlo escapar, a pesar de todas las advertencias. Lo de que el mensaje estaba maldito... Temía más una posible artimaña para atraparle que una maldición. Por experiencia de haber leído informes de otras exploraciones, sabía que las maldiciones, en la mayoría de los casos, se debían a algún tipo de toxina en el aire o en la roca. Si se prevenía, no tenía por qué haber ningú problema.

Mientras avanzaba tras el robusto guía -habiendo recogido su antorcha de la entrada de la cueva-, sacaba del bolsillo de su pecho un pañuelo blanco impoluto, parte del elegante traje que llevaba habitualmente. Con cuidado, lo dobló y lo colocó cubriéndose medio rostro con él, concretamente la nariz y la boca. Si había algo en el aire, la tela lo filtraría. Temía por algún tipo de espora que el moho pudo haber esparcido. Sabía de esporas que se adherian al tejido interior de sus pulmones y causaban fallos, lo relataban otros arqueólogos que habían investigado sepulcros "malditos". Cuando el otro tipo le indicó que ése era el final del camino para él, y que tendría que pasar reptando, Henry asintió. Agachándose para continuar avanzando. Si la necesidad le forzaba a encender su antorcha, lo haría. Si no, lo evitaría por posibles filtraciones de gases inflamables. No se fiaba del gordo, ni un poquito. Pero en cierto sentido, aquel lugar recóndito ofrecía cierta ventaja para él. Si no podía dirigir eficazmente a los suyos contra él, Henry recuperaría la ventaja de la batalla hombre-animal. Además, todo el tiempo que pasase jugaba a su favor. De momento, estaba solo, pero si Desmond dominaba el Haki, podría suponer un desequilibrio en las fuerzas a su favor. Ahora, necesitaba encontrar ese mensaje.
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Dom Sep 04, 2011 8:00 am
El gordito no hizo nada, al igual que sus animales. Tan solo miró por el oscuro hueco tras la marcha del pirata. El agujero era estrecho... e incómodo. Sentía como su cuerpo era presionado por el mismo terreno, y que el aire que pasaba por ahí no era demasiado. Unos minutos muy largos reptando pasaron. Parecía que había avanzado mucho, cuando en realidad no lo había hecho tanto. Pero por fin se podía ver algo de luz al otro lado. El otro lado del agujero era como una especie de terreno circular. Las paredes, aunque estaban hechas por rocas eran lisas, y ascendían al cielo en forma de cúpula, dejando un agujero redondo justo encima del techo por el cual entraba aire algo de luz. Por todo el suelo habían esqueletos, infinidad de ellos. En el centro de la sala había un círculo de color carmesí, aunque no parecía ser gracias a la pintura ese círculo, sino más bien a la sangre. Infinidad de decoraciones y símbolos satánicos adornaban una vasta y simple mesa, cubierta por un mantel blanco envejecido y descolorido al rojo en varias zonas. Al fondo de la sala, la pared parecía ser distinta, cambiaba su relieve por otro más rugoso y antiguo, y desde lo lejos e podía ver como había algo escrito en ellas.

- ¡La carne humana! ¡Ese es el alimento que más nos gusta! ¡Carne humana con salsa de sangre... de eso nos alimentamos, nosotros y nuestra gente! ¡Jajajaja! ¡Te presento a nuestro ritualista, Halfus! - Se podía oír esas palabras desde el otro lado de la cueva, y luego se escuchó un movimiento brusco. Parecía ser que el domador de antes había sellado el agujero con una piedra grande, ahora ya no podría retroceder. Encima de la mesa habían cosas extrañas, velas medio derretidas que permanecían encendidas, muchos cráneos, varios botes de cristal con algunos órganos del cuerpo humano ahí metidos, en estado de putrefacción. sentado en el suelo, ahí se encontraba. Estaba muy delgado, demasiado, parecía que llevaba sin comer una temporada. Parecía también debilitado por esa simple razón. Pero todo cambió cuando este agarró una guja con sus manos. Halfus llevaba su rostro cubierto por una máscara, pero esta distinta a la de Shandris. Esa máscara era pequeña y nada llamativa, de un aspecto aterrador, emulando a algún demonio. Avanzó unos pasos hacía su víctima, a pies descalzos. No poseía más ropa de la necesaria, mostrando un cuerpo arrugado y delgado en extremo - Todo esta listo... Para el ritual... Lazos de sangre, lazos de sangre, él no quiso la lágrima del babuino, él no vio la piedra triangular... - Decía, mientras seguía avanzando hacía el pirata a paso lento
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