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Miér Jul 20, 2011 10:42 am
No le había costado mucho escaquearse del cuartel debido a que a esas horas, las tres y pico de la tarde, la mayor parte de los reclutas y Marines estaban durmiendo la siesta en los jardines que rodeaban la zona o, para los que querían estar más tranquilos, en sus cuartos, ajenos a todo y todos. A la marine no le gustaba salir a esas horas del día. El sol brillaba en lo más alto del cielo y sus rayos chocaban contra la pálida piel de la joven haciendo que se sintiera enrojecer, casi al punto de poder freír un huevo en sus manos. Es más, estaba convencida de que si ahora mismo cogía un huevo, podría cocerlo en pocos minutos y comería otra vez. O merendaría.

En fin, por suerte la albina, previsora, tras salir del campo de tiro donde se encontró con esas dos mujeres -la escoba y la tetas- se dirigió a su cuarto, cogió su sombrilla favorita y taconeando por los vacíos pasillos del cuartel -donde incluso el marine encargado de vigilar la entrada y salida del lugar estaba como un lirón roncando en su garita- salió sin mucho problema y soltó un alarido de dolor y quejido nada más pisar la arena y piedrecitas del terreno. Crunch crunch oía y notaba bajo sus pies, aunque las piedrecitas se iban rompiendo bajo su peso, más de una y de dos veces trastabilló y estuvo a punto de perder el equilibrio más de lo que solía perderlo y caerse al suelo de morros. O de tetas, cosa que le había pasado alguna vez ya y dolía. Mucho.
Pensando en sus gilipolleces, como cuánto le gustaría que se nublara y lloviera, o que como mínimo el asqueroso sol se escondiera tras una nube negra como el hollín, al fin llegó al centro de Logue. No había mucho que escoger, ni variedad para distraerse, ni...Ni nada de nada, qué coño, la ciudad era divertida las dos primeras semanas tras llegar pero después era un tostón porque siempre eran las mismas caras, las mismas calles, las mismas distracciones, las mismas broncas...

Suspiró entrando en la enorme y perfectamente redonda plaza, rodeada por enormes y perfectamente redondas casitas sin esquinas, haciéndolo todo muy redondo y muy perfecto y muy bonito. Pensándolo bien, la plaza se veía en sí como una pequeña ciudad dentro de la misma ciudad. En ella, a pesar de encontrarse el altar de ejecuciones, lugar en el cual el gran Rey de los Piratas Gol D. Roger encontró la muerte -irónicamente en el mismo lugar donde nació, aunque quizás ése era el deseo de casi todo el mundo; recordaba los pacientes agonizantes de su padre, los cuales pedían entre sollozos poder morir en su tierra, en el lugar donde nacieron. A veces lo lograban y a veces no, así de asquerosa era la vida-era precisamente donde más vida y bullicio había. No pocas tiendas y restaurancitos de precio bajo y medio se hallaban por la plaza, también las calles y callejuelas eran lugar de encuentro de maleantes, hogar de vagabundos y plagas de ratas apestosillas que salían de vez en cuando hacia el exterior. No era un lugar que le gustara mucho, pero en ése momento le apetecía mezclarse con la multitud, oír cuchicheos y murmullos, enterarse de conversaciones ajenas y montarse sus propias historias hilvanando las murmuraciones de los demás, añadiendo elementos y gente ajena a ellos pero que daban alegría y un punto de color a sus desvaríos. Todo esto mientras paseaba por la plaza moviendo el mango de la sombrilla entre las manos, haciéndola rodar perezosamente entre ambas palmas, haciendo cosquillas de vez en cuando. Una agradable brisa traía el olor a sal del mar que los rodeaban, los berridos de las gaviotas les recordaban que eran muy afortunados de tener una isla habitualmente tranquila y próspera, ya que casi todos los barcos atracaban en su puerto para recargar mercancías y víveres ante de sus partidas.

Pero obviamente, toda ciudad tenía su lado oscuro. No solo los barcos dejaban dinero y productos de otras islas lejanas, también dejaban, de vez en cuando, ladrones y maleantes, magantos que se dedicaban a atracar y apalear a todo el que se le pusiera por delante a cambio de un par de monedas, y los más osados, golpeaban a mujeres para violarlas y saciar el hambre alimentado por meses de ruta y testosterona en el ambiente. Y sobre estos maleantes vamos a centrarnos ahora, y es que la joven albina, vestida de negro, con alitas pomposas en la espalda y sombrilla que ocultaba parte de su anatomía pero dejaba entrever un cuerpo prieto, entradito en carnes pero apetecible llamó la atención de unos ojos vivarachos escondidos en la oscuridad de una esquina húmeda. La figura emergió de las oscuridades escoltada por otras cuatro figuras más. La gente, al verlos, se asustó y apartó temerosa. Los Gyojin eran de sobras conocidos por su violencia, y que se presentaran cinco de golpe no era buena señal. Poco a poco el murmullo se fue apagando y algunas personas empezaron a irse de la plaza, dejando solo a la manada Gyojin, a la albina que en ése momento estaba toqueteando fruta en una parada situada en un lateral pero muy cerca del centro y a varios grupitos que se habían formado, cuchicheando en voz muy baja para que nadie les oyera.

Joder, qué caras están las cerezas. ¿No podría reb--La joven se quejaba con la mano izquierda llena de esas pequeñas frutitas rojas como la sangre y colgaban entre sus dedos como perlas de agua, pero cuál fue su sorpresa al ver que el tendero se había ido. Pestañeó incrédula y miró a su alrededor. No solo el tendero se había desvanecido, también parecía haberse llevado a la mayor parte de la gente de la plaza. Pero lejos de preocuparse, se encogió de hombros y aprovechó para coger una bolsita de papel, llenarla de cerezas y, con una en la boca, se giró. Vale, robar estaba mu feo, pero el sueldo como marine era una mierda. Además, no habia nadie...¿Y para qué se iba el tendero? Que se joda.

Pensando esas cosas para no sentirse culpable -aunque no se sentía así en absoluto- se giró de sopetón y tan rápido como lo hizo, chocó contra algo. Y se oscureció. Alzó el rostro para ver el cielo, a ver si por casualidad había alguna nubecilla chachi ocultando el sol y le alegraba el día. Pero lo que vio era menos chachi. Una enorme cabeza lisa pero brillante, mojada, coronada por dos enormes ojos amarillos y tontos la miraban desde las alturas. No era muy difícil de ver que había chocado contra un Gyojin. Y olía mal. Muy mal.
Frunció el ceño y dejó caer el rabito de la cereza, dejando el hueso apartado en una mejilla y entrecerró los ojos, sin dejarse adrementar por un bicho de más de dos metros a simple vista, y que abultaba como cuatro veces ella. Entonces el bicho abrió las fauces y los labios se extendieron hacia delante, tal y como sucedía con los peces, ladeando la cabeza para mirarla a los ojos.

Hola preciosa. Mis hombres y yo hemos estado en alta mar muchos meses y necesitamos descargar las huevas en alguien, si tu precio es razonable, serás agasajada con cinco magníficos Gyojin. ¿Hace?-Su voz era como su aspecto. Asquerosa. Pero también húmeda, como si tuviera algas en las cuerdas vocales y las escupiera a trocitos con cada palabra farfullada por su asquerosa boca. Solo cuando dijo “hombres” la albina ladeó la cabeza hacia los lados. Contó cinco pescaditos, todos rodeándola: al frente, el cabecilla, que parecía una lubina. A los lados, dos con tentáculos -quizá un calamar y un pulpo, no se fijó mucho- y los otros tres eran meras sombras borrosas, pero logró adivinar una cabeza en forma de T, un tiburón, seguramente. La marine agradeció su capacidad para ocultar lo que le asqueaba, y es que mostrarse indefensa ante esos bichos era lo peor que podía hacer, y lo sabía. Controlando los nervios y temor, ladeó la cabeza y cogió con firmeza la bolsa de las cerezas pero por la base, sin dejar de mirar a la lubina, pestañeando con calma.

Mira pescadito, no sé qué me da más asco...Si lo mal que oléis los cinco, tus dientes llenos de algas o que me hayas confundido con una puta. Si tantas ganas tienes de follar vete al mar de donde has venido y te tiras a una sirena, ¡anguila de mierda!-Bue, había hablado sin pensar y sin pensar actuó después. Aquello se lió de un modo brutal; la joven lanzó la bolsa de cerezas directamente a la cara de la lubina, que cerró los ojos y apartó la cabeza el tiempo suficiente para que, mientras los demás peces se apartaban sorprendidos por la reacción de la muchacha -tan pulcra en su vestir, tan modosita en sus gestos y tan burra en su forma de hablar y la mala hostia a la hora de golpear- la joven dio un giro sobre sus pies, golpeando a los cuatro secuaces con la sombrilla. Como era de esperar, el golpe sirvió de poco, ya que si algo tenían los Gyojin era fuerza y resistencia, pero las cerezas y la sombrilla habían servido para distraerlos un segundo. Y si algo no tenían los Gyojin en tierra era poca agilidad y maniobrabilidad, así que mientras los cinco peces echaban a reír, la albina se agachó y pasó corriendo entre dos de ellos, cerrando la sombrilla y pensando qué hacer después. La cosa no pintaba bien; estaba sola, siendo perseguida por cinco bichos de dos metros y pico de altura y gran envergadura que se lo habían tomado como un juego, y es que las posibilidades de escape eran pocas, la posibilidad de ser violada muy alta y las ganas de serlo nulas. Y después del estirón que notó y que sesgó su carrera y respiración en seco, supo que tampoco tenía escapatoria, más que nada porque estaba a bastante distancia del suelo, siendo cogida como un cachorro de gatito por su dueña caprichosa, mirando al pescado frente a frente. Pero ahoral la lubina tenía mejor aspecto, las manchas rojitas de las cerezas le habían manchado la cara y parecía que tenía el sarampión.

Vaya, vaya con la gatita.-Rió zarandeándola un poco, haciendo que se le deshicieran un poco las coletas y el flequillo le tapara los ojos, pero tras soplar pudo verle un poco mejor. La distancia era correcta, el hecho de que ladeara la cabeza también jugaba a su favor...La marine solo tenía una oportunidad y debía aprovecharla lo mejor posible, así que optó por seguirle el juego un poco más-Normalmente las otras chicas se quedan quietas y temblorosas, no es divertido; pero contigo será diferente, morderás y patalearás, y tus dientecitos en nuestra piel será como una marca de guerra.

Como era de esperar, rió. Y los tontifurris de sus congéneres, también. Estaban todos distraídos y era su última oportunidad antes de que empezaran a meterle mano bajo las faldas y destrozaran el corsé, así que con las manos firmes sujetando la sombrilla con fuerza, usándola como una lanza, asestó la punta metálica en la obertura de las agallas del cuello de la lubina, que soltó un grito de desesperación al notar cómo algo penetraba en su interior varios centímetros. Dejó ir a la joven que, en vez de separarse de su paraguas, se aferró a él con más fuerza mientras notaba cuatro grandes brazos rodear su cintura y piernas para inmovilizarla. Pero eso no sería suficiente, tendrían que arrancarle los brazos si querían que se soltara de su sombrilla. De un rápido gesto, la abrió. Y francamente, el berrido que soltó la lubina penetró sus oídos como un chirrido y manchas de sangre salpicaron su rostro como lágrimas calientes. Dejó ir la sombrilla, bien aferrada dentro del cuello del Gyojin justo cuando notó otro estirón que, ahora si, la separó de él y la lanzó al suelo, golpeándose la base del cráneo y la espalda con tanta fuerza, que perdió el aire de los pulmones y la vista se le nubló.

Al menos, inconsciente, no notaría el dolor...
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Miér Jul 20, 2011 11:50 am
Caminaba como una niña con zapatos nuevos. Su coraza nueva se ajustaba perfectamente a su figura femenina. El viejo Will había tenido un ojo increíble a la hora de darle lo que había pedido. Lo cual le hacía sospechar algo no muy alentador, la verdad. Ese viejo armero, aparte de un tipo majísimo y una gran persona, tenía una capacidad bastante desarrollada para calcular dimensiones de los senos. ¿Tanto tiempo había practicado? ¿Era acaso un viejo verde? Sacudió la cabeza con fuerza. No quería pensar en ello y tirar por tierra la buena impresión que al cabo de los años se había formado del tendero. Quizás solo era algo aprendido con la profesión de vender armaduras. Sí, eso tenía mucha más lógica, sin duda. No había que pensar mal de la gente.

Pasó al lado del Altar de Ejecuciones. Al parecer, se había trabajado muy duro ya que todo estaba prácticamente reconstruído, salvo quizás el orgullo de algunos de los marines y/o habitantes de Loguetown. Acarició la espada ligeramente, de manera inconsciente, antes de adentrarse por unos callejones que de sobra tenían fama de peligrosos. Años viviendo allí le habían proporcionado el acto reflejo de comprobar sus armas antes de entrar en esa zona. Estaba allí, así que dejó su miedo fuera y caminó. A los pocos pasos, un berrido, sucedido por un sonoro golpe como de una caída se escuchó en una calle paralela.

Brelaina usó su capacidad para callejear en Loguetown y se coló por un callejón que, ciertamente, recordaba más desanchado. Tuvo que trepar por una caja y luego agacharse para pasar por un agujero en una pared que llevaba allí incontables años. La Marina no lo había tapado porque era perfecto para emboscar a piratas fugitivos, en ambos sentidos. Al agacharse, el hueco se le quedó un poco pequeño y tuvo que serpentear para poder colarse por allí. Finalmente, tras un saltito escalonado. llegó al otro lado del callejón. Entonces, y tras saltar un murete de metro y medio, dio a la calle de la que provenía el ruido.

La imagen con la que topó fue de lo más horrible. Una panda de gyojin, cinco según le pareció contar, se estaban ensañando con una mujer que estaba tirada en el suelo, aparentemente inconsciente. Sintió como algo, un nosequé, se revolvía en su interior y sin perder un segundo se lanzó a enfrentar a esos abusones, desenvainando la espada. Al tiempo que uno alargaba su brazo buscando aferrar la piernecita de la chica albina, Brelaina emergía desde un lateral hecha una completa furia. Con un grito salvaje, golpeó el brazo del violador con su espada. Lo único que le salvó de la mutilación fue que, en el último momento, se controló y golpeó con el plano. Aún así, fue un duro golpe que podía haberle roto un hueso, ya que llevaba toda la energía de la carrera.

Los otros cuatro se pararon y uno de ellos, que parecía ser el líder, soltó una carcajada gutural que hacía dar arcadas. Brelaina se cuadró, delante de ellos sosteniendo la espada con ambas manoos. El Gyojin, corpulento, recordaba a una lubina, y seguramente sería eso precisamente. Echó mano a su cinturón y se cubrió las manos con un pañuelo con una calavera, de manera totalmente macarra. Al parecer, no tenían intención de rendirse, ni de tomar en serio a la espadachina que todavía no se había ni presentado. En ese momento, sólo pensaba en que cualquiera que acercase un brazo demasiado a la albina, recibiría un corte como escarmiento. Estaba actuando como escudo humano, por lo que se limitó a esperar.
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Miér Jul 20, 2011 1:14 pm
Los cinco Gyojin rodearon a la recién llegada mostrando la pose más chulesca y macarra que podían, obviamente producto de horas de práctica en donde fuera que vivieran o se trasladaran, ya que poco más podían hacer para pasar el rato aparte de buscar pececillos o gusanitos que devorar en el fondo del mar.
Por su parte, la albina aún permanecía en el suelo, tumbada de lado y con el cabello alborotado, las coletas más deshechas que antes y totalmente despeinada, en cuanto se despertara iba a cagarse en todo, y es que no soportaba que le tocaran el pelo y se lo dejaran así de mal, a lo homeless. Chiribitas de colores flotaban delante de la oscuridad que la rodeaba, así como pequeños destellos de luz que provocaban que salieran más chiribitas, de más colores, cada vez más bonitos y monosos y variados como una mezcla del arco iris y el pelaje de un unicornio. Pero algo la despertó de su inconsciencia, y es que un algo le tocó una pierna. Algo blando y suave, así que no era una aleta de alguno de los peces, lo cual significaba que no la estaban violando. Y que si notaba eso, es que ya no estaba inconsciente. Quizás no había estado inconsciente y solo había sufrido un lapsus temporal por el golpe en la cabeza...La cuestión es que poco a poco logró abrir los ojos y entrecerrarlos por la maldita luz centelleante del astro rey, que seguía molestando en el cielo, sin una nube por ahí.

Con otro quejido se irguió y se quedó sentada en el suelo, mesándose la melena con una mano mientras la otra descansaba en el suelo, removido por lo sucedido segundos antes. Y ahí vio a su salvador. Larga melena rojiza, armadura ceñida a las curvas de un cuerpo que parecían de mujer...Anda, pues no era salvador, era salvadora, qué bien. La marine se levantó de golpe, rehaciéndose las coletas al ponerse en pie y dio un par de saltitos para ponerse bien la ropa, acercándose a la pelirroja pero caminando hacia atrás, mirando a todos lados para no perder de vista a los Gyojin.

Gracias...-Musitó al notar un choquecito contra algo, la armadura de la joven que tintineó con el golpe, suave. Espalda contra espalda, ahora ambas mantenían la mirada fija en los Gyojin. De un primer vistazo, delante tenía al tiburón, a ambos flancos los dos con tentáculos, que se movían sin parar; así que supuso que delante de la pelirroja estaban la lubina -aún herida, seguramente con la sombrilla aún clavada en las agallas ya que no veía su paraguas por ningún lado- y el último, uno con la cabeza en forma de cono y rojiza, con largos bigotes y ojos negros. Un Gyojin gamba, que...Guay.

La albina sonrió a ver a la gamba, sin saber cómo ni porqué le había hecho gracia, así que se desestresó riendo un poco, enjuagándose las lágrimas de los ojos, suspirando para calmarse y recomponerse. Y al parar de reír, soltó un “ains” al pensar que no tenía sombrilla. Y tampoco guadaña, la había dejado bien cerradita en la habitación, debajo de la cama, ya que tenía pensado salir a dar una vuelta y no esperaba meterse en un lío como ése. Gracias a Dios, la albina era una joven con recursos, también debido a las enseñanzas de su padre y madre -sobretodo madre, un poco más agresiva que el padre- así que optaría por luchar con lo que tuviera a mano.

Oh, mirad lo que tenemos ahora chicos, dos gatitas. Nos las podemos repartir; las dos para mi y cuando me haya cansado, os las doy.-De nuevo bravuconas risas que solo hacían que la albina se cabreara más y tomara la decisión de golpearles más fuerte. Aprovechando el momento de desvarío masculino pececil, echó la espalda hacia atrás para apoyarse más en la pelirroja y ladeando la cabeza, chistó algo a su salvadora-La lubina para ti, la gamba, el tiburón y los calamares me los quedo yo que son tontos. El jefe está un poco herido por mi sombrilla, intenta arrancársela de golpe para destrozarle las branquias y que se joda.

La idea era una gilipuertez, pero ya que la pelirroja se había encarado para salvarla de la agresión, lo mínimo que podía darle como respuesta, era ser el tanque, el cebo o como quisiera llamarlo. Apretando los puños, echó a correr hacia el tiburón, que como tenía los ojos a los laterales, tardó un poco en ver que un puñetazo se dirigía hacia su nariz -y es que una vez leyó que los tiburones, cuando son golpeados en el morro, se desorientan, a saber si funcionaba con un Gyojin-y, efectivamente, pestañeó y cayó de rodillas al suelo, tanteando el terreno con sus manos mientras la marine, de un salto, se subió a su espalda y se aferró al morro como si cabalgara un caballo. Obviamente, no era un caballo, y como la ropa estaba húmeda, era un poco difícil el aguantarse a él, así que para no caerse cuando el tiburón se levantó, la marine clavó los tacones con saña en los costados del pez y éste, tras gruñir de dolor, echó a correr por la plaza. Lo divertido vino cuando, al estar alejándose de los demás Gyojin, la marine se giró y miró al grupo, sujetándose al tiburón con una mano mientras con la otra los señalaba y les hacía el saludo del dedo corazón.

¡VENID A POR MI, QUISQUILLAAAAAAAS!!!-Ahora la risotada la soltó ella, pero poco duró, ya que los otros tres Gyojin -los calamarcitos y la gamba- echaron a correr hacia ella. Al haberse sujetado con solo una mano, había perdido un poco el equilibrio y el hecho de que el Gyojin tiburón corriera como un loco, no ayudó a que la marine mantuviera la compostura mucho más...Y con un tropiezo del bicho acabó cayendo hacia atrás, aferrándose al cuello de su montura con las piernas -cerradas tan fuerte a su alrededor que al bicho parecía faltarle el aire-y con los brazos colgando, veía cómo los demás Gyojin, cabeza abajo y con el mundo al revés, se acercaban a ellos. Lo que haría a continuación, sería improvisar sobre la marcha, ahora mismo el nivel de sangre en la cabeza era tan excesivo que se estaba mareando...
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Miér Jul 20, 2011 2:27 pm
Rígida, con sus ojos cobrizos fijos en el jefe de la banda, aunque vigilando por el rabillo de los mismos al resto de Gyojines, apretaba con firmeza la empuñadura de su espada. Cuando más concentraba estaba, tanto que se hacía un poco de daño en las palmas de las manos, notó como algo chocaba con su espalda. La voz que siguió, femenina y delicada, le hizo pensar que se trataba de la chica, quien al parecer no estaba del todo inconsciente, sino seguramente aturdida por un golpe. La fuerza de aquella raza era algo digno de tener en cuenta, y aquel gyojin modelo lubina parecía realmente fuerte. No le extrañaría lo más mínimo si unos golpes dados con unos puños como esos eran capaces de causar estragos incluso a través de su armadura.

Al parecer, ella había ideado un plan. Brelaina lo escuchó, sin decir nada, mientras reflexionaba sobre él. Era, por decirlo de manera suave, una locura suicida. Pero no tuvo mucho tiempo de pensar en ello, porque como si hubieran leído el pensamiento de la albina, los cuatro pescados se lanzaron a por ella en masa, y el jefecillo saltó con el fin de caerle encima con el puño por delante. O eso al menos era lo que pensó ella, pues el salto le sobrepasó, y sólo había otra persona allí que pudiese ser el objeto del puñetazo que la lubina estaba dispuesta a propinar.

Brelaina ni se lo pensó. Se giró y descubrió que la situación de la jovencita, tras haber reído y gritado, no era precisamente muy buena. Boca abajo, con las piernas agarradas del cuello del tiburón. El tipo lubina iba derecho, tras ese portentoso salto que un humano normal no sería capaz de dar con facilidad, a destrozarle la cabeza de un puñetazo. Las piernas de la pelirroja se movieron solas, abriéndose paso a espadazos entre los gyojines de los tentáculos raros, directa a proteger a la muchacha, pues era su deber. Llegó, antes que él y se plantó, con el pecho por delante, en la trayectoria.

Por su mente sólo pasaba una idea: Proteger a aquella chica. Sentía que esa era su misión, su deber en aquel momento. Su integridad, las consecuencias que podría tener algo así en su armadura o en su cuerpo, si era una acción suicida o no... nada de eso pasaba por su mente en aquellos eternos instantes. Brelaina Alagondar, sólo sentía que quería protegerla. Tenía que protegerla y la protegería. Sentía la Voluntad de protegerla, de servir como escudo a aquella chica. Y esa Voluntad, que latía fuertemente en su interior, se manifestó, por primera vez en su vida, en forma de lo que ella quería en esos momentos: una barrera.

El puñetazo, potente como pocos, se quedó en absolutamente nada cuando, frente a Brelaina apareció una barrera invisible. No podía verse, pero estaba allí, pues el puño se había frenado a escasos centímetros de su pecho. La energía del impacto pudo sentirse, y sacudió con violencia los cabellos de la Teniente, que permaneció firme en todo momento. Los gyojines, alarmados ante este inesperado hecho, se quedaron sorprendidos. Uno de ellos balbuceó la palabra "Haki" entre tartamudeos. Brelaina no respondió, sino que siguió allí, de pie, cubriendo a la albina, sin decir una palabra.
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Miér Jul 20, 2011 4:27 pm
La cosa se estaba poniendo bastante bizarrilla. Ver a una marine cabalgar un Gyojin mientras era perseguida por tres más y otra chica de cabello flamígero se disponía a batallar contra un Gyojin portador de sombrillas, en medio de una plaza abandonada, con un altar de ejecuciones semireparado al fondo...Vamos, que no.
El trote del tiburón no decaía, y la joven cada vez estaba más cansada; le dolían las piernas de tanto apretarlas, le dolía la espalda de estar tumbada y le dolía la cabeza porque a cada paso del bicharraco ésta chocaba contra su dura piel y oye, al cabo de unos minutos de trote, la risa -es que Debris reía como una posesa cuando la zarandeaban- empezó a convertirse en carraspeo y quejiditos a cada choque. Entrecerró los ojos porque el sol tocaba la moral, y decidió que lo mejor era ir a lo bruto, para variar. La mejor idea, o al menos la única que tenía en mente era dejarse caer. El resto de Gyojins la pisotearían y posiblemente acabarían con su vida o, como mínimo, con unos cuantos huesos rotos así como desgarros musculares y hemorragias, pero era o eso o morir. O seguir corriendo pillada a un tiburón hasta el resto de sus días o como mínimo, hasta que éste volviera al mar, ella se ahogara y los peces se la comieran poquito a poquito, empezando por los ojos.

Pero justo cuando iba a dejarse caer y rodar por el suelo, una onda paró en seco a todos los Gyojin, y la albina cayó al suelo, ya que no esperaba el frenazo y acabó estampando las costillas en la plaza, justo detrás del tiburón. Cuál fue su sorpresa al, mientras se levantaba volviendo a mesarse la melena, comprobar que todos los Gyojin estaban quietos, como estatuas gigantes. Pestañeó mirando a su alrededor, y solo reaccionó cuando escuchó la palabra “Haki” salir de sus asquerosas fauces. Haki...Pensaba que moriría sin ver a un usuario de dicho poder; y fíjate que casualidad, se había tropezado con uno. O mejor dicho, uno se había tropezado con ella. De todos modos no se habia dado cuenta de que la pelirroja estaba a pocos metros de ella y se había interpuesto para protegerla, otra vez, de la lubina violadora y estaba siendo cubierta por esa fuerza mágica.

Haki...Y no estoy borracha ni drogada ni fumada...-Musitó frotándose los ojos para comprobar que no estaba soñando, al contrario, estaba más viva que nunca y había afrontado una de las situaciones más peligrosas por las que podía pasar una chica, pero la suerte había estado de su parte y había salvado el culo y la virginidad. Y sin más preámbulos, los Gyojin echaron a correr, no sin antes amenazar a las dos jóvenes con la revancha, claro.
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Miér Jul 20, 2011 5:38 pm
Haki... Aquello había pillado por sorpresa a los Gyojin. No esperaban que una de las "gatitas" pudiese utilizar una fuerza tan poderosa y temida como el Haki. También, por sus palabras, parecía haber dejado desconcertada a la peliblanca. Pero sin duda, la más sorprendida con todo aquello había sido Brelaina. Ella, una simple Teniente de la Marina, había conseguido despertar el Haki, un poder que todos tienen pero que muy pocos logran manifestar o dominar. Vale, ella lo había utilizado de manera inconsciente, como reflejo de su Voluntad de proteger a la chica albina, pero a partir de ahí, y sabiendo que podía manifestarlo, podía adquirir control sobre él y utilizarlo en batalla, justo como ahora mismo había hecho. Quién le iba a decir a ella que la primera persona que vería utilizar Haki sería ella misma. Era algo fascinante.

La situación cambiaba totalmente en ese momento. Hasta entonces, sólo podía contar con su habilidad y su espada para derrotar a los enemigos. Sin embargo, con el Haki, un universo de posibilidades se abría ante ella. Ahora tenía un poder, un poder importante, que utilizar para lograr sus fines. Podría, con el Haki, superar situaciones en las que antes sólo cabía la desesperación ante la impotencia. La Justicia que perseguía estaba, desde ese momento, un pasito más cerca. Un primer paso que podía ser el inicio de una buena carrera. Pero no había tiempo ahora para pensar en sueños cumpliéndose y, en definitiva, fantasear. Los asaltantes se habían ido y había una chica detrás de ella, una chica que había recibido más de un golpe en aquella trifulca. Envainó su espada, recién comprada, y se giró hacia ella.

-¿Estás bien? -preguntó, dejando que su personalidad natural, y no la cáscara autómata con sólo la protección en mente, tomase el control de su ser. Cierto era que gracias a esa cáscara había logrado despertar el Haki, pero se sentía extraña, y no esperaba que eso se manifestase demasiado a menudo. Hubo un instante en esa pelea en que sin duda hubiese decapitado a algún Gyojin. Por suerte, su consciencia seguía sujetándola por detrás. Ahora, totalmente ella, lo que más le preocupaba era el bienestar de la albina.- Por un momento temí haber llegado demasiado tarde... Oh, por cierto, soy Brelaina, de la Marina. -se presentó educadamente. Al haber adquirido recientemente esa coraza, no había tenido tiempo de añadirle el símbolo de la marina y era simplemente gris acero. Con una sonrisa en sus labios, esperó la respuesta de la joven.
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Jue Jul 21, 2011 9:50 am
Solo cuando la cosa se calmó un poco y el solete amenazó con volver a asomar tras la marcha de la nube que lo ocultaba, la plaza empezó a recuperar los murmullos de antes, la gente salía de sus escondites para retomar su rutina y las dos mujeres parecieron desaparecer, los Gyojin se habían llevado con ellos la atrocidad que iban a acometer y la gente, hipócrita como siempre, ni había prestado atención a la herida y mucho menos se iban a preocupar ahora.

Se fijó en la pelirroja. Era alta -no era muy difícil ser más alto o alta que la angelita, que era un taponcio gotico-, la melena roja que ahora reposaba calma mostraba todo su esplendor; nada más y nada menos le llegaba a las caderas. Qué melenaza, qué envidia le daba, ya que a ella a duras penas le llegaba el cabello por la cintura y, recogido en dos coletas como llevaba ahora, le cubrían los pechos y se enredaban con el encaje del corsé, manchado de tierra por las caídas. La pelirroja, que se llamaba Brelaina, era tan cortés en sus palabras y modo de hablar como en sus gestos y actitud caballeresca, algo agradable de ver en esos días y que, según había leído de pequeña, era algo solo visto en eso, en libros y cuentos infantiles, donde la princesa era rescatada por su caballero de blanca armadura y brillante caballo -¿o era blanco caballo y brillante armadura?-así que...Espera, ¿Brelaina era su caballero? Eso significaba que ahora tenía que casarse con ella o una chuminada parecida, si seguía los rituales de los libros...

Negó con la cabeza un segundo y rió tontamente-Debris Delorean, Marine-Al menos parecía que ambas eran Marines, lo cual era tranquilizador, si llega a ser pirata ahora estaría en deuda con uno de los que se supone que ella, la angelita marine, tenía que dar caza, aunque llevaba tiempo solo cazando chocolatinas y poco más en el cuartelucho. Hizo una reverencia y al erguirse, miró afablemente a Brel, juntando las manos tras la espalda y pensando en cosas. ¿Y ahora qué? Ah, si...-Has sido muy amable y oportuna, podría haberme pasado cualquier cosa, pero un buen par de golpes se habrían llevado esos bichos.

Dijo llevando la mano derecha al bíceps izquierdo, en pose peleona y frunciendo la cara en una mueca agresiva, aunque con los pelos de loca que llevaba, sumado todo a las alas que asomaban de vez en cuando por los hombros, poco miedo podía dar. Pero sí que había demostrado que sabía defenderse, así que en realida, un poco de guerra sí les habría dado a los Gyojin, aunque luego hubiera acabado descuartizada y siendo pasto de las gaviotas.

Ahora estoy en deuda contigo, cualquier cosa que necesites puedes contar conmigo.-Dijo totalmente en serio, aunque al pensar en lo que había dicho, se asustó y llevóse las manos al pecho, echándose un poco hacia atrás-Bueno, cualquier cosa no, el rollo bollo no me va, así que mejor digo que cualquier cosa que no requiera de situaciones sexuales ni de ése tipo, ya me entiendes...No es que me des asco, es solo que las tías no me van...Ya sabes.

Viva y bien el sentido común y el don de gentes, con un poco de suerte Brel no se enfadaría y se lo tomaría como lo que es. Una Ángel desquiciada que aparenta ser un trozo de pan pero en realidad está como una cabra. Quizás se cayó de cabeza de Skypiea al mar y por eso se quedó así de turuleta...
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Vie Jul 22, 2011 4:46 pm
Brelaina observó a la chica de arriba a abajo con más atención cuando le reveló que también era de la marina. Eso sí que le sorprendió, pues no veía ningún arma cerca y no parecía tener una forma física sublime, ergo no parecía a priori muy buena luchadora. Había demostrado ser original y valiente, de eso no cabía duda, y el tiburón recordaría ese día como aquél en el que casi es ahogado por una de las chicas a las que quería beneficiarse unilateralmente. Pero de ahí, a encarar a cinco Gyojin curtidos y con unos recursos superiores... Un par de golpes sí, pero dudaba de que eso hubiese bastado. Y ojo, no era por desacreditarla, ya que ella misma no se veía capaz de haber derrotado a esos tipos valiéndose únicamente de su habilidad. EL despertar del Haki había sido realmente oportuno, más que nada por el efecto intimidatorio.

Siguió observándola a medida que hablaba y no pudo evitar soltar una risita po lo bajo cuando ella mencionó el asunto sexual. No quería ni imaginarse lo que había pasado por la mente de aquella ángel al decir aquellas palabras, aunque se hacía una idea general del tema del asunto. No le dio mucha importancia al comentario, ya que después de haberse golpeado en la cabeza de ese modo, era de esperarse algún que otro desvarío. Lo importante era saber mantener la compustura y los modales, especialmente ahora que sabía que se trataba de una compañera. Sin más, procedió a quitarle plomo al asunto.

-No te preocupes por eso, a mí de momento los asuntos sexuales no me interesan, de ningún tipo. -dijo con sinceridad. Tenía cosas más importantes en las que pensar, realmente, y no era precisamente de las que se dejase llevar por instintos desenfrenados. Y ahora, con el Haki, era otro tema en el que pensar largo y tendido antes de dormir cada noche. Sumándolo todo, no le quedaba tiempo para escuchar sus necesidades sexuales.- Y no estás en deuda conmigo, así que tranquila. Sólo hice lo que debía. -dijo calmadamente. Aquello era algo en lo que creía firmemente, y lo haría de nuevo si fuese necesario.

Suspiró, de puro agotamiento. Llevaba todo el día de aquí para allá y necesitaba descansar en algún momento. Su coraza pesaba más de lo que desearía y el sólo lastre de su espada al cinturón le hacía sentirse lenta, lenta y torpe. Tal vez el uso del Haki la había dejado así, pero no era confirmable, ya que llevaba todo el día de aquí para allá, ayudando en todo lo que era necesario. No obstante, debido a su profesionalidad, no se quejó en ningún momento. Ya tendría tiempo de descansar.
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Sáb Jul 23, 2011 2:54 pm
Suspiró con la diestra en el pecho, visiblemente muy aliviada ante la respuesta de Brel sobre el tema sexual; nada de eso quería la pelirroja, gracias a los angelitos de Skypiea no le había tocado pringar.Pero eso de que no le interesaban de ningún tipo hizo que varias dudas aparecieran en su cerebrito traumado -traumado por el golpe de antes, no de trauma de fobia o...bueno, ambas dos cosas serían válidas- ¿eso significaba que era Asexual? Pestañeó ante la posibilidad de que la marine no tuviera ningún tipo de deseo carnal, eso normalmente se había relacionado con los Ángeles pero al parecer, había descendido al mundo Terrenal y era capaz de invadir cuerpos Humanos normales, curioso curioso, sería algo digno de estudio, hum.

De verdad Brelaina, era tu deber pero me quedaría más tranquila si pudiera devolverte el favor. ¿Quieres tomar algo, comer?-Preguntó cortesmente la angelita, seriamente preocupada por la bondad de la pelirroja, cosa que vale, era Marine -como ella- y en teoría era algo habitual entre los de su oficio, pero leches, era prácticamente IMPOSIBLE que alguien hiciera algo por otra persona sin ánimo de lucro o sin esperar beneficio alguno. Llevó las manos a la falda, un poco estropeada por el revolcón en el suelo y la levantó hasta medio muslo para coger una de las dos bolsitas del liguero y la abrió, contando en voz baja las monedas-Tengo 400 berries, no es mucho pero una bebida sí puedo pagarte...

Suspiró avergonazada, pesarosa y profundamente decaída, cerrando la bolsa y dejando los brazos lacios a ambos costados. Era una marine pobre, POBRE y eso le daba rabia, mucha rabia. Le gustaba el sonido del dinero cuando caminaba, el tacto a través del terciopelo de la bolsa apretarle el muslo, el calorcito al sacarlo de la bolsa...Pero la realidad era esa, era pobre y punto. Entonces, notó algo en ella, parecía cansada. La miró a través del flequillo, ladeando los labios en una mueca infantiloide, llevando una mano a la barbilla, pensativa-¿Despertar el Haki cansa? En eso sí puedo ayudarte, soy Médico. Puedo aliviarte un poco...

Sonrió esperando que le dijera que sí, al menos podría empezar a devolverle el favor, aunque fuera por partes. Y la primera sería así, relajándola. Pero sin sexo.
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Sáb Jul 23, 2011 5:13 pm
Sin poder aguantarlo más, Brelaina llevó las manos al costado para soltar los cierres que mantenían su coraza ceñida a su pecho, quedando con una camiseta blanca de lo más simple y que, ahora sí, portaba el símbolo de la marina. De hecho, era una camisa parte del uniforme típico. Una vez se hubo librado de ese trozo de metal que descansaba sobre sus hombros, lo colocó en el suelo y se desabrochó el cinturón con la espada. Le había notado el cansancio, y no era necesario seguir dando una imagen de bienestar total. Le pesaba hasta el alma y carecía del orgullo que cegaba a tanta gente y les impidía aceptar esa situación. Dejó su arma apoyada en su coraza y se estiró.

-No se si será el Haki o el día de locos que llevo... Reconstrucciones, persecuciones, arrestos y ahora una pequeña pelea... -explicó la pelirroja mientras curvaba su espalda, algo agarrotada por la rigidez que imponía la coraza. Estaba bastante hecha a llevar ese tipo de protecciones, pero realmente la fatiga se ensañaba con ella cuando llevaba varios kilos de metal colgando del pecho.- Y, siendo sincera, ahora mismo más que una bebida lo que me apetece es una buena cabezadita. Un sueño reparador, dicen. ¿Tú que opinas? -preguntó, mientras la miraba con suma atención, aún realizando algún estiramiento.

Era algo prudente eso de solicitar asesoramiento médico ante una situación así. Un exceso de fatiga tenía entendido que podía causar problemas más serios. Por ello, si le preguntaba por su opinión, podría saber cómo actuar en ese momento para garantizarse una óptima salud. Lisiada en una cama del cuartel no era de ninguna utilidad para nadie, y no le apetecía lo más mínimo pillarse una baja laboral. Su sentido común le pedía que durmiese pero, quién sabe, a lo mejor este era uno de esos caso en que el sentido común y la medicina dictaban opiniones contradictorias. Y ante esa disyuntiva, Brelaina prefería escuchar a los médicos.
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Dom Jul 24, 2011 8:02 am
Y su petición pareció tener respuesta afirmativa en cuanto Brel se quitó la pesada armadura y la postró en el suelo, para después descolgar la espada y dejarla al lado de la anterior pieza. La pelirroja mostró un torso musculado pero no demasiado, cuerpo atlético seguramente debido a las horas de entrenamiento y a tener que cargar con una armadura la mayor parte de las horas del día así que tras esperar a que terminara de arquear la espalda, provocando así que la columna crujiera en unas zonas determinadas y le comentara el día tan ocupado que había tenido, la albina se dispuso a trabajar.

Estiró ambos brazos hacia la espalda de la Marine, apoyando con suave firmeza las yemas en su sudorosa piel, palpando como si estuviera en una frutería comprobando la maduración de los melones, solo que con eso se estaba haciendo una idea del estado muscular de Brel. El silencio y respiración lenta y pausada de la médico daba a entender que estaba totalmente concentrada, y solo soltaba el aire con la misma lentitud cuando apretaba, con la ayuda de los pulgares de ambas manos, unas zonas muy concretas a ambos lados de la columna, a la altura de las cervicales, las lumbares y la cadera, donde se encuentra el nervio ciático. Masajeó con dureza y algunas veces, con más fuerza de la necesaria para deshacer los nudos de los músculos y poder destensarlos antes de frotarlos con calma para relajarlos.

Dormir te irá bien, y un baño caliente también. Intenta, sobretodo, permanecer un rato en el agua lo más caliente que puedas, eso relajará la musculatura y podrás hacer mejor los estiramientos para deshacer los nudos que tienes en la espalda.

Al poco de terminar de hablar, terminó con un suave magreíllo masajístico en la base del cráneo, para reactivar la circulación y aliviar el agotamiento general. Un suave palmoteo en los hombros de la pelirroja dieron fin al corto masaje, antes de apartarse y, rascándose una oreja, caminar un poco dando un rodeo para mirar atentamente la armadura, aún en el suelo y tocarla con dos dedos, tanteando su peso.

Aún así estás bastante bien, pero recuerda intentar relajarte siempre que puedas, el cuerpo va acumulando cansancio y cuando dice basta...Las consecuencias podrían ser muy malas para alguien como tú.
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Dom Jul 24, 2011 3:18 pm
La teniente no opuso resistencia alguna cuando la albina llevó sus dedos a su espalda y, con una precisión que ella nunca sería capaz de igualar, por la simple razón que se había especializado en el manejo de la espada y no de la medicina. Escuchaba su rítmica y lenta respiración, tranquila y pausada, que reflejaba la concentración que la otra mujer tenía en aquellos momentos. Presionaba de tal manera que Brelaina notaba cómo pequeños pedacitos de tensión eran disueltos como si fuesen poco más que cachitos de mantequilla, que ella esparcía para su mayor comodidad. La zona de su columna vertebral especialmente parecía estar realmente cargada, y ella fue bajando por allí. A veces, aplicaba más fuerza, para, según ella pobremente entendía, tratar las zonas más afectadas. Cuando terminó, después de darle unos ligeros consejos, Brelaina se sintió mejor, sin lugar a dudas. Masajes como aquellos aliviaban más de lo que le gustaría admitir.

-Muchas gracias, Debris, realmente parece que me he quitado unas cuantas horas de encima... -confesó, moviéndose ligeramente para comprobar que, efectivamente, se sentía ligeramente menos cansada y podía recuperar sus cosas, y al menos podría llevárselas de allí y volver al cuartel, lugar donde podría seguir las recomendaciones dadas segundos antes por la peliblanca.- Creo que es momento de volver al Cuartel. El calor no es nada agradable, y tengo ganas de darme un buen baño y dormir, dormir mucho... -explicó la pelirroja mientras se agachaba y cogía su cinturón, con la espada colgando de ella.

Tras ajustarse el cinturón, pasó a la coraza. Seguía pesándole, lo que significaba que el cansancio seguía allí. Por suerte, ahora, no le dolía la espalda solo de llevarla puesta. También significaba que el trabajo de ese día había sido demasiado intenso. Tal vez había trabajado demasiado a propósito. Por la simple necesidad de no pensar en nada. Había sido un día trágico, con muchas muertes, muertes de conocidos incluso. Mientras había estado trabajando como una autómata, esos pensamientos tristes no habían rondado su mente. No obstante, ahora que empezaba a pensar en relajarse, esos desoladores incidentes llamaban a la puerta de su memoria. Brelaina intuía que esa noche le iba a costar dormir. Con tal fin, se dirigió a Debris.

-Una cosa... ¿Tienes algún tipo de medicina o algo que me ayude a dormir? Hoy... Bueno, no ha sido un día que vaya a olvidar con facilidad, desgraciadamente, y temo que sin ello esta noche no pueda pegar ojo... -explicó, manifestando su preocupación a la peliblanca. Si había estado atenta, sabría lo ocurrido en el altar, en el puerto y en el cuartel. Sabría de los muertos, de los heridos, de la destrucción. Sólo necesitaba, una vez contase con esa información, con un ligero nivel de empatía para entender lo que por la mente de Brelaina pasaba en aquellos momentos. De hecho, sus ojos, bajo la simple imagen de cansancio, también relflejaban tristeza.
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Dom Jul 24, 2011 4:46 pm
Las palabras de Brelaina alegraron a la joven, fueron una inyección de ánimo para la albina que últimamente tenía el ídem por los pies. Con las manos tras la espalda, se mantuvo quietecita mirando cómo la pelirroja se desperezaba y volvía a ponerse la coraza antes de recoger la espada y devolverla a su cadera, donde chocaría a cada paso y tintinearía alegremente.

A pesar del masaje, de haber apaciguado el dolor de sus músculos, no había podido aliviar su rostro. El dulce semblante de la pelirroja mostraba cansancio, agotamiento y muchas ganas de dormir, cosa que demostró al decirle amablemente que, en efecto, quería volver para echarse una siestecita.

Claro Brel, te acompañaré a tu cuarto, no sea que con el sol y calor, el cansancio te provoque un colapso y te desmayes.-No podría defenderla de una manada de Gyojins salidos, ni de una tripulación Pirata armada hasta los dientes, pero si algo podía hacer la Médico era cuidarla hasta quedarse tranquila tras dejarla en lugar seguro, así que se puso al lado de la espadachina y echó a andar a paso lento, escuchando sus palabras y asintiendo a su petición-Tengo algo para dormir, aunque mejor dicho es un relajante muscular. Eso hará que entres en un estado de calma que te hará dormir ocho horas sin problemas.

Pensó en lo que tenía en su cuarto. Y alzó la mirada distraidamente hacia las nubes, con un par de dedos en la barbilla, frunciendo los labios y chapurreando cositas para ella, en voz muy baja pero aún así audible, solo que quizás poco comprensible para Brel.

Podrías tomarte una Manzanilla o Valeriana, o mejor te doy un extracto de Pasiflora y espino blanco, con unas pocas gotas en medio vaso de agua tendrás para unas seis horas de sueño, quizás...-Decidido. Callando de golpe dejó de andar y se metió las manos bajo la falda durante un rato, sacando de ahí un paquete minúsculo que tendió a la pelirroja en cuanto se bajó la falda.-[color=darkorchid]Toma, es raíz y hoja de Pasiflora molida, mézclatelo con un poco de pan o algo de beber, media hora antes de dormir; pero sobretodo tómatelo y túmbate donde quieras dormir, ¿vale?

Sonrió de nuevo afectuosamente, esperando que la muchacha cogiera el paquetito y, más adelante, si volvían a encontrarse, le dijera si había hecho efecto o no. Y esperaba que así fuera, claro, si no, quedaría mal.
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Dom Jul 24, 2011 8:17 pm
Una gran sonrisa fue lo que Brelaina dio como respuesta a las palabras de la médico. A pesar de lo extraña que había resultado su manera de cabalgar a un Gyojin, así como disparatada habíase mostrado su mente, Debris estaba demostrando ser una muchacha realmente amable y atenta. No sólo había aliviado el dolor de su espalda, sino que además se ofrecía voluntaria para acompañarla hasta su cuarto. Sin olvidar tampoco que no había hecho sino aceptar su petición de algo para poder conciliar el sueño. Brelaina podía imaginarse la mente del joven ángel trabajando en valorar los posibles fármacos o remedios naturales que cumpliesen la función que la teniente requería.

Empezó a expresar en voz alta las opciones. Brelaina, aunque oía todas sus palabras con perfecta claridad, la mayoría de las cosas que decía no le transmitían la menor información. Era un problema de código de comunicación, ininteligible para la pelirroja. Sí, esas cosas que decía le sonaban a plantas y demás hierbas, pero hasta ahí. No tenía ni la más mínima idea de las propiedades de cada una. Si no fuera porque la espadachina ya confiaba en aquella médico, hubiese podido ser envenenada con total facilidad. Pero no era así. Ya había puesto su espalda en sus manos, no tenía miedo a concederle el control de su sueño y vigilia.

-Entendido, media hora antes de dormir, lo mezclo con agua y me tumbo. Gracias, Debris. -dijo Brelaina tomando el paquetito y guardándoselo bajo su propia falda, cerca de la bolsa de los Berries, que tintineó opulosamente. Ciertamente, sus más de diezmil berries pesaban un poquito, pero llevaba una gran parte en billetes, así que no suponía ningún problema. Estaban perfectamente sujetos a su pierna de tal manera que no se balanceaban ni con acrobacias. Por alguna razón, tener la esencia esa en sus manos le hizo sentirse más tranquila. Junto a la médico, salió de allí caminando por su propio pie, evitando el sol del mediodía, de camino al cuartel para, por fin, descansar.

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