[Prólogo] Encuentro de sueños.

Miér Jun 22, 2011 3:53 pm

Shelltown, una isla construida en torno a una enorme base de la marina, la cede central de la misma en el East Blue, donde los marinos más experimentándoos iban a parar si querían hacerse más fuertes, ya que los más destacables de entre sus filas eran seleccionados para ir al Grand Line, donde las fuerzas de la justicia eran de temer. Sin embargo, todo eso interesaba muy poco al peli-azulado que caminaba por las calles de aquella ciudad, siendo bañado por los incandescentes rayos del sol que hacían de aquella una mañana hermosa, tanto como para tomarse el día libre de entrenamientos y labores, algo que realmente se disponía a hacer.

El muchacho caminaba sin rumbo alguno, con ambas manos en sus bolsillos correspondientes del pantalón, observando a las personas pasar y a los diferentes establecimientos que por allí se erigían, como lo era un restaurante bastante llamativo o una tienda que vendía muñecos y juguetes para niños, más sin embargo, lo que realmente llamo su atención fue una herrería al lado de una tienda de armas, donde parecían estar forjando algún tipo de espada, algo que le apasionaba realmente, por lo que se quedaría allí un buen rato, teniendo en cuenta que no tenía más nada que hacer por el resto del día, al menos hasta que se marchase.

Miér Jun 22, 2011 6:11 pm

Caminaba. Sin rumbo, sin meta. Solo caminaba. Víctima del destino o del azar, o más bien de una tormenta que había arrasado con su bote, el Espadachín se había visto arrastrado a una de las peores zonas para aquellos que seguían su profesión. Aquellos llamados Piratas. Shellstown era una isla muy conocida en el East Blue por muchos motivos; por su magnífico mercado, la amabilidad de sus gentes, la calidad de sus productos, hasta por la magnífica comida que Servín. Mas el hecho más importante, interesante, y que más afectaba al peliazul, era que un Cuartel de la Marina resultaba ser el epicentro de la isla. Así que, por resaltar, lo mejor de Shellstown era la pacífica vida de sus habitantes por el nulo número de Piratas. Él no causaría problemas, no deseaba hacerlo. Prefería salir por patas e ir a la siguiente isla a nado que tener que hacer frente a un Cuartel entero. Era mucho más preferible, menos agotador y hasta más seguro. Suspiró, resignado, antes de abandonar el Puerto.

El bullicio era digno de un ajetreado día de mercado. La suerte no estaba con él. Decenas de personas, civiles y Marines, plagaban las calles y las recorrían de un lugar a otro ojeando los diversos puestos mercantes antes de comprar cualquier cosa. Los mercaderes eran numerosos y variados, ofrecían dese comida hasta elementos decorativos o, de gran interés para el Espadachín, armas. Desde luego echaba en falta una buena espada. Su madre no le había podido dar ninguna ante los grandes problemas económicos que poseían. Su maestro no contaba con armas de sobra y, dolido, había tenido que negar la petición de su alumno. Había trabajado duramente y, por fin, tenía dinero de sobra para hacerse con un arma en condiciones. Una única espada sería suficiente…aunque no sabría si un lugar tan pacífico como Shellstown tendría buena mercancía. Aun así, sus zafíreos ojos no pudieron evitar posarse sobre una de las tantas herrerías en la que su dueño, fornido y aparentemente veterano, forjaba una de las armas que tanto deseaba el Espadachín.

- Lo que daría por tener una…- Pensó en voz alta el joven peliazul.

Miér Jun 22, 2011 6:36 pm

El peli-azulado observaba con detenimiento a la forja que en esos momentos estaba siendo utilizada para crear una espada, viendo que al parecer sería un espadón o un mandoble, lo cual era bastante llamativo para el muchacho, el cual estaba más que nada acostumbrado a ver katanas y... Katanas, además de shinais y bokutos, pero bueno, el caso era que los espadones eran bastante menos utilizados por la gente en esa época, de seguro por su dificultoso manejo. Entonces, los oídos del muchacho pudieron escuchar unas pocas palabras que parecían nostálgicas, girando su cabeza en dirección a donde las había escuchado, viendo allí a un peli-azul ensimismado en la forja, más bien en la espada, por lo que pudo darse cuenta de que el sujeto realmente deseaba una espada, más que nada por lo dicho que por su expresión facial.

Sin prestar mucha más atención al forjador y su creación, fijo sus orbes oculares en el muchacho de azulada cabellera, acercándose un par de pasos a el y diciéndole con una media sonrisa dibujada en su rostro. - Es hipnotizante, ¿Verdad? Una afilada hoja de metal que resplandece fieramente ante los rayos del sol, el aroma de la madera pulida y el cuero en la tsuka de la misma, y la textura tan tersa de la saya en la que es envainada... Las espadas son como las pinturas... Obras de arte. - Sentenció con una sonrisa algo más enérgica, volviendo su mirada a la ahora terminada espada, un mandoble que fue a parar a un barril donde más armas de ese tipo reposaban, de seguro algún encargo para los marines del lugar o para algún mercader, aunque no tardó en volver su mirada a la forja, ya que el herrero comenzaba nuevamente con su labor, comenzando así a forjar una nueva espada que de seguro acompañaría al resto que se encontraba en el recipiente contiguo. De todas formas, lo importante era que estaba intentando entablar charla con aquel que parecía amar a las espadas, o al menos sentir atracción hacía las mismas, y eso era bastante interesante de ver en esos días, en los cuales las espadas eran simplemente utilizadas para derramar sangre por doquier, más que nada en manos de algún pirata inexperto, de esos que solamente buscan la gloria matando y asesinando a diestro y siniestro. Los tiempos ya no eran lo que antes, o al menos no los recordaba de esa manera.

Jue Jun 23, 2011 3:46 am

Atento y expectante observaba el Espadachín la obra que, poco a poco tomaba forma. A pesar de queda impresionado por la destreza del herrero y la belleza del arma que estaba creando, no pudo evitar sentirse ligeramente decepcionado. Un mandoble no era su arma favorita, desde luego. Alguien como él, más veloz que fuerte, prefería el uso de espadas más ligeras y afiladas; las katanas eran siempre su primera opción. Los mandobles resultaban armas bellas pero muy toscas a la hora de manejar, destacando más por su capacidad destructiva que por su potencia de corte. Más que cortar partías. Aun así, una espada era una espada y Aoi, como todo buen Espadachín, sabía apreciar una buena espada. Podría no ser de su gusto, pero estaba seguro de que un arma así haría maravillas en manos de quien pudiera empuñarla. Una voz lo sacó de sus pensamientos. Centró su profunda y gélida mirada en el nuevo sujeto, peliazul como él, y que portaba unas ropas un tanto llamativas, Bastante curiosas, la verdad.

- Obras de arte muy peligrosas en malas manos…hace tiempo que se perdió de vista el amor por el arte de la esgrima.- Reflexionó el Espadachín.- Actualmente una espada solo se ve como una herramienta para matar. Es una lástima.

Odiaba aquella abstracta visión actual sobre las espadas. Lo que deberían de ser bellas obras dedicadas solo a la protección se habían vuelto letales objetos que poblaban las cinturas de todo tipo de sujetos. La mayoría de ellos eran criminales o asesinos. Aoi había aprendido de su madre y de su maestro a ver más allá de lo que es el filo y la empuñadura, de apreciar el arma como un compañero y no como una herramienta. De saber cuándo desenvainar y cuando mantener envainada el arma. Ahora cualquier disputa era buena para derramar la sangre. Actos así manchaban la reputación de los buenos espadachines que pasaban de amantes de la esgrima a delincuentes. Y resultaba una lástima, la verdad.

- Me pregunto cuánto tiempo más seremos valorados como asesinos a ojos de la sociedad.

Jue Jun 23, 2011 9:07 am

El muchacho arqueó una ceja y escuchó atentamente a las palabras de aquel peli-azulado, el cual no parecía ser un muchacho del montón, si no que hablaba como lo haría un verdadero espadachín, reflexionando acerca del erróneo uso de las espadas en manos que no deberían siquiera osar tocarlas, aunque nada podía hacerse ante ello, ya que las espadas abundaban como granos de arena en un desierto, y aunque fuese un hecho lamentable, no había solución alguna más que derrotar a todo aquel que se llamase espadachín, aunque fuesen más de la mitad de las personas que conformaban el planeta. Algo prácticamente imposible.

Entonces, el peli-azulado de estrafalarios anteojos, observó al muchacho que parecía ser un espadachín, o que al menos poseía el pensamiento de uno, viendo así que no había nada que le dijese lo contrario, aunque este no portaba espada alguna, al igual que él, pero antes de que pudiese preguntar nada, las palabras del muchacho volvieron a escucharse, está ves dejando saber un pensamiento bastante acertado de lo que sucedía en esa época, ya que el honor y fama de los espadachines había caído considerablemente, teniendo en cuenta las masacres que cualquiera realizaba haciéndose llamar con tan honroso sufijo, sin siquiera sentir lo que realmente era un espadachín. Sin preámbulo, alguno, los labios del peli-azulado se movieron nuevamente, expresándose hacía el joven de igual color en su cabellera. - Espero que pronto, ya que la mala fama hace que los verdaderos espadachines queden opacados, aunque sea una injusticia. Por eso yo vivo a mi manera, sin importar lo que digan los demás, mi alma es mi espada, y nadie podrá quebrantarla llamándome un asesino, aunque yo sea todo lo contrario... Viviré y moriré como un espadachín. - Sentenció con un tono de voz algo más serio pero aún enérgico, observando al espadachín de azulados cabellos que delante suyo se encontraba, sabiendo acerca de su profesión ya que el mismo había desvelado que era alguien que seguía el camino de la espada, aunque era raro encontrar gente con tales pensamientos y que aún fuese fiel a la espada, y no que la usase como un objeto para robar y causar dolor, el cual era su uso más "popular" en esos tiempos.

Vie Jun 24, 2011 3:46 am

Enormemente agradecido se sintió Aoi al comprobar, por las palabras del individuo, que tenía junto a él un Espadachín de misma opinión. Era raro ver, actualmente, personas verdaderamente dedicadas al camino de la espada, mucho más ver a alguien que entendiera realmente la triste situación que vivía la esgrima. Las palabras del estrafalario sujeto animaron al Espadachín, que no pudo hacer otra cosa que sonreír como aprobación a lo que había dicho. Al parecer no se encontraba ante un seguidor de la Marina, o eso deducía por sus libertinas palabras. Creyó firmemente en que no se encontraba ante un asesino, pues no parecía haber derramado sangre alguna. Simplemente estaba frente a otro Espadachín.

- De injusticias sobrevive el mundo, mas el tiempo cura toda herida y es seguro que dentro de poco se reconocerá a los Espadachines como verdaderos paladines de la espada, y no como simples asesinos. En nuestras manos queda cambiar el aciago final que puede tener la esgrima por el camino que actualmente va.

Tras la reflexión guardó silencio, pensando y rememorando momentos con su maestro. Había sido uno de los pocos hombres, junto al que acababa de conocer, que sabían valorar lo que realmente significaba ser un Espadachín, eran sus enseñanzas las que habían guiado al peliazul por el buen camino de la espada. La idea de tener un compañero frente a él lo embargaba de alegría y de emoción. Su mano quedó tendida en dirección al desconocido.

- Mujakina Aoi, Espadachín. – Se presentó.- ¿Con quién tengo el placer de hablar?

Vie Jun 24, 2011 8:51 am

Las palabras vociferadas por el peli-azul de gafas al parecer habían agradado al muchacho que poseía el mismo color en sus cabellos que él, y esto lo demostró dejando salir de sus labios unas cuantas palabras que también agradaron a Sieg, teniendo en cuenta que había expuesto un punto bastante interesante, como lo era el que el tiempo curaba toda herida, un dicho bastante cierto pero en el que no había llegado a creer del todo, ya que aunque el tiempo pasase, la herida que había dejado la muerte de su abuelo aún le afectaba de vez en cuando, en momentos de soledad y angustia, haciendo que sintiese nostalgia y tristeza, aunque claro, eso solo le pasaba rara vez.

Entonces, sus pensamientos fueron disipados por un gesto de amistad que aquel muchacho le brindaba, ya que estaba tendiéndole la mano para que la estrechase, a lo que el peli-azulado de gafas respondió sujetándole la mano con energía, al tiempo que le decía. - Sieghart Akechi, espadachín, es un placer, compañero. - Expresó con energía y emoción, ya que estaba hablando con un espadachín de verdad, y no recordaba desde cuando no lo hacía, teniendo en cuenta que no había visitado Shimotsuki en un par de semanas, o hasta meses, ya que calcular el tiempo pasado no se le daba muy bien, teniendo en cuenta que poco le importaba el mismo. Entonces, los labios del muchacho volvieron a abrirse, está vez haciéndole una pregunta al espadachín. - Y dime, ¿Que hace un espadachín en una ciudad de marines? No creo que vayas a prestar tus servicios a una organización donde les da igual si usas tu espada para proteger... O para desatar el caos. - Sentenció girando su cabeza hacía la derecha, observando con algo de resentimiento a la enorme edificación de la marina que se alzaba imponente y majestuosa, siendo el edificio más grande de toda la isla, aunque claro, si la ciudad estaba construida en torno al cuartel, debía por obligación ser grande, o sería opacado por las demás edificaciones. Entonces, volvió a fijar su mirada en el peli-azulado, esperando una respuesta por parte del mismo, aunque tampoco esperaba que respondiese, ya que estaba en todo su derecho de hacerlo o no.

Vie Jun 24, 2011 1:51 pm

Agradeció con una amplia sonrisa y una afable mirada el hecho de que el Espadachín decidiera corresponder su ofrecimiento formando un fuerte apretón de manos que duró unos segundos. Sieghart Akechi. No le sonaba para nada aquel nombre, si era Pirata había psado inadvertido, si era Revlucionario también y si se dedicaba a ser Cazarrecompensas, cosa que dudaba bastante por la forma de ser que mantenía, tampoco tenía gran renombre. La certeza de que pronto escucharía rumores sobre tan magnífico hombre se hio hueco en su mente, haciendo que la sonrisa se ensanchara aún más. Por fin podían tratarse de igual a igual.

- Es un placer conocerte, Akechi-san, no veo buenos Espadachines desde que terminé mi entrenameinto hará casi cuatro años.- Un par de carcajadas escaparon de entre sus labios que pronto fueron acalladas por la pregunta de su recién conocido amigo. La verdad es que nada lo había llevado a la isla salvo la tormenta…pero debía de aceptar que en su mente aún se preguntaba si ser Marine no era tan mala idea. No los odiaba, es más, los respetaba, y actualmente la mayoría de Piratas eran grupos de seres sanguinarios y asesinos. No estaría cómodos entre ellos…¿Pero lo estaría con los partidarios de la Justicia Absoluta?- Ha sido casualidad, pero aun así…- Calló unos segundos.- No soy contrario a la Marina…no apoyo tampoco a los partidarios de la Justicia Absoluta, pero supongo que los Marine son como los Piratas, hay de todo. Los Piratas pueden ser simplemente un grupo de personas que desean libertad o varios asesinos sedientos de sangre, la Marina tiene gente dual, los hay seguidores de la Justicia Absoluta y que ven como escoria a quienes incumplen la ley por mínimo que sea y aquellos que se enorgullecen de poder salvar y proteger a los inocentes.- Reflexionó unos segundos más.- Tienes razón cuando señalas una dualidad así en un Organismo que debería de ser único, ¿pero no hay cientos de puntos de vista diferentes también entre Piratas? No me sentiría bien abandonando lo que creo…y creo que los Espadachines podemos redimirnos y limpiar nuestro nombre sin necesidad de derramar sangre y tendrás que aceptar que en la Marina es mucho más sencillo…a no ser que la Justicia Absoluta te ate de pies y manos…si llegara tal momento acabaría yo mismo con mi vida.- Y de nuevo el silencio, ahora incómodo y tenso, entre ambos compañeros.

Vie Jun 24, 2011 2:40 pm

El peli-azulado sonrió ante las palabras exclamadas por aquel de igual color en su cabellera, ya que este mimo decía que era un placer conocerle, y que desde hacía cuatro años que no veía un buen espadachín, lo cual hizo pensar al muchacho que su acompañante estaba elogiándolo, algo que le causo bastante orgullo y algo de vergüenza, teniendo en cuenta que hacía bastante que nadie le elogiaba por nada, ni siquiera por sus tantas hazañas de bienhechor. Pero pronto, su sonrisa fue cambiada por una mueca de reflexión, ya que el espadachín que le acompañaba estaba dejando saber su opinión acerca de la marina, por lo que el peli-azulado de gafas se dispuso a prestar su entera atención en las palabras del muchacho.

Al parecer, tenía un concepto de la marina de lo más optimista, algo que no desagradaba al espadachín engafado, el cual simplemente se limitaba a asentir en las pausas que su acompañante realizaba, y una vez hubo terminado, sonrió con energía y exclamo con igual efusividad. - Realmente eres un verdadero espadachín… Ser capas de mostrar un juicio tan firme e inquebrantable realmente merece un elogio… La verdad es que tienes razón, todo mundo piensa de una manera diferente, y es verdad que muchos miembros de la marina darían su vida con tal de proteger una vida, aunque lamentablemente hay muchos otros que no moverían ni un dedo, aunque la vida en juego sea un familiar o hasta un compañero… Si serás un marine, espero que sigas tu ideología y no te dejes corromper por el poder que conlleva ser parte de la marina, y tarde o temprano nos veremos, ya que… Yo soy un pirata, pero no busco riquezas ni tesoros, si no fama y más que nada… Disfrutar de la vida. Se que en un futuro posiblemente nos enfrentaremos, pero… ¿Qué es más honrado que un duelo entre espadachines? - Sentenció sin dejar de sonreír ni un instante, apoyando y respetando su decisión e ideología, y realmente creía en que sería un marine ejemplar y digno de admiración, aunque no se lo dejaba saber abiertamente, ya que resultaría extraño que le diese tanto apoyo a un desconocido, pero de seguro, y con suerte, su compañero peli-azulado le entendería.

Vie Jun 24, 2011 3:01 pm

El eterno silencio, cada vez más incómodo e insoportable para el Espadachín, fue finalmente roto por su acompañante quien, contra todo pronóstico pesimista del peliazul, halagaba y apoyaba su idea de ser Marine y de cambiar las cosas desde dentro. La verdad es que nada había decidido aún, aunque si era cierto que Shelltown era un inicio ideal para todo Marine, una ciudad tranquila y pequeña con un gran Cuartel donde poder entrenar sin ningún inconveniente. Se situaba en el East Blue, el más tranquilo de los cuatro Blues y eso era otro punto a su favor ya que, antes de luchar contra cualquier amenaza, la mayoría de Reclutas ya habían entrenado más que suficiente. Suspiró, sonriente y ansioso por las palabras de su compañero que, aunque Pirata, seguía siendo igual a él. Un Espadachín.

- Por mucho que se me critique o que se me considere un perro del Gobierno…mientras pueda salvar aunque solo sea una vida habrá merecido la pena. Para eso estamos los Espadachines, para usar nuestro arte en la esgrima como método de protección y no de destrucción. Las espadas son herramientas y su objetivo queda en mano de quien las empuña…haz de ellas un objeto de protección y serás un héroe, úsalas para derramar sangre y serás un monstruo. Eso es lo único que importa. No hay Pirata y Marine hablando ahora. Es una discusión entre Espadachines y es así como te valoraré.- Y nuevamente su mano se extendió.- Será un gran honor batirme en justo duelo contigo cuando llegue el momento Akechi-san…nada de la lucha absurda que ha estado guiando este mundo entre Piratas y Marines. Un duelo de verdad, con nuestro honor y orgullo en juego. No merece la pena arrebatar vidas entre rivales, ¿no crees?

Vie Jun 24, 2011 4:26 pm

Nuevamente, las palabras del peli-azulado causaban agrado y cierta alegría en el engafado, el cual simplemente sonreía y escuchaba atentamente a todo lo que este tenía que decir, ya que sus palabras volvían a estar impregnadas de aquel pensamiento que solo los espadachines de verdad poseían, además de estar en lo cierto casi al cien por ciento con sus palabras, teniendo en cuenta que Sieg aún conservaba un par de cosas que le diría en cuanto tuviese la oportunidad, la cual se presento cuando este extendió su mano hacía el, a lo que correspondió sujetándola con firmeza, haciendo así un apretón de manos entre hombres, entre espadachines, mientras escuchaba nuevamente las palabras que el muchacho dejaba salir de sus labios.

Y una vez hubo terminado sus palabras, era momento del peli-azulado engafado para hablar, por lo que contesto con una voz igual de firme y sin soltar su mano. - ¡Por supuesto!, Será una duelo entre espadachines, donde se preserva la vida del contrincante y no hay rencor alguno en la derrota o en la victoria... Pronto partiré, Aoi-san, pero permíteme darte un consejo... Una espada en manos de un espadachín es un arma formidable, pero no importa que tipo de espada sea, ni que tan fuerte o resistente sea, lo que importa es que compenetres esa espada... Con la que llevas aquí. - Dijo elevando su mano libre y apoyando su dedo índice en el pecho del muchacho, al tiempo que decía nuevamente. - Tú alma es la espada más fuerte de todas, siempre y cuando creas en ella como tal... Nos volveremos a ver, ¡Y el mar temblará ante nuestro honroso enfrentamiento! - Vociferó con energía y efusividad, soltando su mano y sonriéndole con una mueca temeraria dibujada en sus labios, al tiempo que bajaba ambas manos y las llevaba a los respectivos bolsillos de su pantalón, comenzando así a caminar en dirección al puerto, no sin antes decir unas pocas palabras más. - ¡Mucha suerte, Aoi-san! - Fue lo dicho por el peli-azulado espadachín, el cual siguió su camino para retirarse del lugar, pensando en lo grande que se convertiría aquel sujeto, sintiéndose totalmente honrado de haberle conocido, ya que de seguro, el sería aquel que cambiaría la marina y protegería a todos por igual, como lo debía hacer un verdadero marine, y un verdadero espadachín.

Vie Jun 24, 2011 5:01 pm

La sonrisa que esgrimió en su ostro el Espadachín fue una de las más sinceras en toda su vida. Por fin lo había encontrado. No solo había hecho un compañero, también había hablado con un magnífico y verdadero Espadachín y, mejor que todo eso, tenía un rival magnífico. Recibió con fuerza el segundo apretón de manos que había realizado con su compañero y correspondió sus magníficas palabras, casi memorables, con una enorme sonrisa y una ardiente mirada en sus gélidos y zafíreos orbes. Ahora lo tenía claro.

- No hay victoria o derrota en un duelo entre verdaderos Espadachines…hay honor y orgullo en cada golpe y emoción y valor en cada embestida. Nada es más importante en un duelo que el choque de ideales. Esa es la verdadera lucha.- Guardó silencio cuando notó el dedo de su compañero en el pecho, acompañando tal gesto de unas hermosas palabras que dejaron boquiabierto al peliazul. Si en ese momento le hubiera pedido que lo siguiera, habría abandonado su sueño de ser Marine para seguir a aquel hombre hasta el fin del mundo. Pero estaban destinados a algo más grande, no a ser aliados. A ser rivales.- El mar temblará, la tierra caerá y el cielo se partirá. Tenlo por seguro.- Gran confianza en aquellas palabras que pensaba cumplir. El gesto de despedida fue correspondido de forma animada por el Espadachín quien siguió con la mirada la partida de su compañero.- Hasta que el destino decida nuestro encuentro, Akechi-san…- Decidido, renovado y seguro, marchó paso en dirección contraria. Uno al Puerto, el otro al Cuartel. Uno sería Marine y el otro Pirata. Uno buscaría las aventuras mientras que el otro combatiría las amenazas del mundo. Pero ambos, tan diferentes, tan iguales eran, son y serán Espadachines.

[Prólogo] Encuentro de sueños.

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