Barco Embrujado...

¿Embrujado? Pamplinas de ilusos que aún creen en espectros... ¡Son marines por dios! -Vociferaba con enojo el capitán que se adentraba en el tétrico barco con apariencia fúnebre pese a los nervios de sus guardas que le seguían con muchas dudas y el corazón atorado en la garganta, tenían miedo, en efecto de las leyendas que se contaban de ese navío, violnecia, muerte, locura y espectros que merodeaban la cubierta en las nohes de tormenta como sanguijuelas que se negaban a irse aún bajo el mas profundo de los intentos de los clérigos por hacerles abandonar ste mundo; Eso se decía al menos, justificadamente por los hechos reales que hicieron enloquecer al capitán original de este navío e impulsarse hacia una tormenta que acabría con todos sus tripulantes, un hecho en verdad desafortunado pero que a Gendo le tenía sin ingún cuidado, él no creía en fantasmas y si hallaba alguno estaba preparado para defender lo que era suyo, un nuevo y majetuoso barco.

Con total calma se adentró examinando el navío, cada rincón debía estar pulcro, sus cosas en la nave y todo lo necesario incluyendo mapas, libros, mediamentos y utensilios de cocina asi como viveres, era simple y facil, y al parecer tenía una buena impresión debido a que Gendo estaba completamente satisfecho con las laboresde los asustadizos y pateticos reclutas, que de no ser por la infinita paciencia del sabio anciano les habría hecho pasar la peor noche de su vdia solos en aquél temeroso navío.

Ya todo parecia estar en orden. Habia cierta actividad dentro de aquel navio el cual por caracteristicas muy propias y por un "algo" que Fulco desconocia
le resultada un tanto tenebroso tal barco fantasma. Como era cotidiano en Fulco esto no fue inpedimento para que se adentrara en aquel barco en busca de su capitan.
Fulco no era el mas apto con respecto a temas de ubicación por lo cual sin darse cuenta llego a una pate del barco bastante peculiar. Rodeada por una oscuridad
misma de ser adjudicada al infierno, sonidos desconocidos y ciertas sombras de indole desconocidas ayudaron a que, aunque sin miedo, Fulco abandonara de inmediato.
Se alejo subiendo unas escaleras para nuevamente retomar la busqueda de su capitan al cual no le costo demaciado encontrar. Se acerco a este y dinciendole esto se sentó - Que barco tan particular -
Reposo sus piernas sobre una mesita que habia en aquel lugar y espero a que el capitan le diera algun tipo de orden a su navegante para que comenzara un nuevo viaje.

Particular... Buena palabra para describir este nido de miedos y lamentos... -Acotaba con sutileza mientras observaba lso rincones de la cabina de navegación dodne, quizás por casualidad o pura suerte una sombra rara pasaba hasta desaparecer, esto daba inicio al popular rumoreo de los presentes que Gendo hizo acallar con una sola mirada, tenían miedo del barco pero aún peor lo tenían de su capitán.

Gendo se aproximó y habiendo hablado con el navegante, un hombre inquieto y extraño, se aproximó a una mesa y sentándose en una mal elaborada banquita extendió sobre esta una serie de mapas con alguna slineas rojas marcadas en él, poco a poco fue tachando algunas lineas y finalmente lo entrego al navegante, quien sin musitar palabra empezo el viaje, a donde realmente nos abía Gendo pero ordenes eran ordenes y algun murmullo de revoltosos criminales hostigaban una isla a la que ahora se dirigían.

Había sido asignado a un capitán de misterioso carácter, el cual ahora era poseedor de un navío que a cualquiera podía ponerle los pelos de punta. ¿Porque? Pues la verdad es que no había ninguna razón aparente a la que apelar tal sensación, más cierta aura sobrenatural se desprendía de cada uno de los tablones de madera del mismo, el cual, a su vez, se encontraba perfectamente elaborado a ojos del recluta, quién por otro lado no era ningún experto en barcos.

Quizás ese primer encargo no era el de sus sueños, pero si quería llegar a la cumbre tendría antes que pasar por todos los peldaños de la escalera, cargando con montones de tareas banales que a simple vista no tenían mucho que ver con preservar la paz mundial.

- Todo sea por ti, padre -Murmuró de manera que solo pudiera oírlo él mismo a la vez que recorría la pasarela que conectaba el puerto con el barco. Una vez allí, al igual que había estado haciendo todo el trayecto, siguió al capitán silenciosamente. Había aprendido ya desde pequeño a respetar sus superiores, y era signo de respeto solo hablar cuando se era preguntado.

Llegaron pronto a la sala de navegación, donde el hombre de las gafas sacó gran cantidad de mapas a la vez que los expandía por encima de la mesa. No le habían informado de la finalidad de su misión más que indicándole que debía seguir a ese hombre, por lo cual la confusión del chico del gigantesco mandoble era considerable, más nada dijo por los motivos anteriormente expuestos. Tenía que empezar a hacer mértios para ascender en ese mismo momento.

Como si de una indigestión se tratase, el navegante acató de inmediato las ordenes del capitán, moviendose con suma prisa y agilidad para encaminar el barco a surcar el mar, a dirección que solo un navegante podría guiar y solo el capitán podía establecer, era obvio que el miedo influía en estos hombres, quizás no por estar ante un superior sino tal vez por que Gendo, era un asesino buscado, o al menos lo fue hace una decada.

Girándose Gendo observo a los muchachos en la embarcación, todos tan novatos y llenos de aspiraciones, era un cuadro melancólico puesto que pronto, según la experiencia del capitán se enfrentarían a la vida y esta les arrancaría de tajo sus aspiraciones mas pueriles, dejándoles solo el amargo sabor de la sal marina en sus bocas y el ardor en sus ojos de la polvora que recorre el aire en medio de la batalla, solo deseaba que por lo menos pudiesen seguir firmes ante lo malo y ver ese pequeño haz de luz que les guiara a no recorrer la mala senda del desertor.

Partimos... -Dijo con sequedad al tiempo que tomaba asiento en la cubierta, en una espcie de silla ennegrecida y rocosa con espinas saliendo de ella, no era otra cosa que la típica silla tronal con la que el semigigante enloquecido, antiguo dueño de esta embarcación vigilaba la batalla desde un punto que le costo la vida, la cubierta.

Durante el poco tiempo que había tratado con él, sin siquiera haber llegado a mediar palabra aún, el joven espadachín se había percatado ya del temor que el capitán provocaba en sus hombres, haciendo que estos obedecieran sin rechistar lo que este ordenaba, cosa que hacía que las cosas funcionaran con precisión mecánica, como si cada uno de los hombres fuera un engranaje y el capitán el motor que hacía que estos giraran, moviendo el mecanismo a la perfección. Y todo a cambio solamente del toque humano que un superior debía, supuestamente, tener sobre sus subordinados, algo que el recluta consideraba totalmente innecesario dado que la Marina era simplemente una herramienta que debía cumplir la ley, por lo cual las cosas superfluas como sentimientos y similares eran algo opcional de lo que no se requería.

No obstante ese hombre le inquietaba. Parecía expresarse en monosílabos, como si lo tuviera todo calculado en su mente totalmente inviolable y solo accediera a comunicarse con los demás dejando entrever únicamente el mínimo de detalles de manera que no supieran más de lo necesario sobre lo que estaba tramando. Pero tenía que seguirlo, ya que así lo dictaban sus órdenes.

Así, siguió a este hacia una silla de la cual sobresalían varios pinchos para que este se sentara observando la cubierta como un general vislumbrando el campo de batalla desde una posición privilegiada. El recluta se limitó a colocarse detrás suyo, a la espera de alguna orden que le indicara qué tareas debía llevar a cabo.