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Mar Ago 23, 2011 7:44 pm
Nuevamente un navío arribaba en las costas de la isla, la ciudad alfa y omega, Loguetown, Tras un extenuante y silencioso viaje, Vladimir, finalmente obtendría lo que quería, su tan apreciada arma, su revólver y sus demás apartados bélicos. Descendió de su navío con tranquilidad y un poco de sueño, parecía un zombi, sus ojos carmín opacados por ojeras moradas bajo sus parpados, con su cabellera revuelta, y sus ropas mal acomodadas, todo a causa de la inquietud y el pasar de una mala noche, en vela esperando con ansias este día. Emprendió viaje al tocar tierra firme, apresurado esta vez, como si sus energías revivieran de nuevo y como si sus fuerzas se tornaran mayores a su cansancio. –Ahora si serán mías…- bufo, entre lanzando los dedos de sus manos. Se dispuso a correr apresurado, como si se acabara el mundo, pero tenía un poco de razón sus preciadas posiciones estarían al otro lado de la ciudad, quien sea podría pagarlas antes que su presencia agobiara el lugar. Acomodó en medio de su carrera su traje negro, e incluso sus cabellos, quería arreglar su presentación. Aunque claro en medio de una carrera quien podría arreglarse sin que el viento no le jugase una mala pasada y arruinara toda labor efectuada en su galán cabellera.

Atravesando gente, claro no muy literal, era una forma más simple de comentar o decir abriéndose paso entre las multitudes que aglomeraban los mercados de la ciudad alfa. Bien bastante tiempo se llevó para encontrar el lugar donde sus armas esperaban guardadas en sus respectivos lugares. –E venido por lo que me corresponde…- dijo acelerado el peli carmín. Una voz masculina se dirigió al mismo, desde la parte trasera de una puerta… -Ya voy…- le decía esa voz, y con tanta prisa que tenía Vladimir que con palabras poco subidas de tono exigía sus pertenencias. Un anciano decrepito, de cabellera blanca y bigotes del mismo tono, caminaba a un paso de tortuga, incrementando la desesperación del ya medio dormido miembro de la Cypher Pol. –Apúrese, no tengo todo el santo día.- dijo en un tono de voz algo elevada y subida de enojo.

-Ni que me pagaras más por apresurarme, chiquillo tono…- contesto el anciano, palabras que inclusive hicieron marcar venas en su frente, se estaba enojando y perdiendo quizá el poco control que le quedaba. El anciano obsequió una sonrisa y se burló un poco de lo sucedido con el peli rojo. –Tranquilo, ahora te traigo tu pedido, eres Vladimir no, bien ahora te traigo tu revolver y tus granadas, niñato solo deja las encuentro, ya que lo olvide…-. Comento escabulléndose entre la puerta de la cual salió. –Viejo….- dijo rabioso y un poco feliz a la vez. Ya no cabía el pobre de la emoción finalmente tendría lo que había buscado ya desde hace tiempo, la vez que intento tener sus armas en sus manos, fue lastimosamente una jugarreta de algún miembro de su cuadrilla.

Aquel lugar en donde el creyó estarían sus armas, fue solo un dato falso y broma de algún marine, quien pagaría al saber su nombre, quizá sería el primero en probar dicha potencia de fuego, de tal arma. Recordando aquel día, observaba en su mente como las oportunidades de tener y aumentar su poderío se apartaban de sus manos. –Bien ahora parece que si… Las obtendré, mis queridas armas.- dijo para su mente, sonriéndole al reloj que con un tic tac seguía su rumbo sin que nadie lo detuviese. Así fue como el tiempo acabo por traer de nuevo al viejo quien en sus manos tenía una caja dorada, con un cerrojo de plata y sobre el cofre, una llave de la misma materia. –Aquí tiene, solo abra el cofre y obtendrá lo que tanto buscaba- le dijo el anciano. Vladimir sonrío a la vez que tomaba en mano aquella llave, para así introducirla en su respectivo lugar, el giro efectuado con su mano, abrió en su totalidad la cerradura del cofre abriéndolo de inmediato, dejando ver a un arma negra, con sus cartuchos de bala a un lado, y adornando aún más a esta, recostada sobre una almohada roja, la serie de granadas ordenadas por tipo.

-Era esto lo que tanto quería, gracias anciano- dijo pagándole al anciano y saliendo del lugar. Tomo entre sus manos el revólver y lo guardo en su funda plateada, con acabados negros, llevo la funda a su pierna derecha y la engancho ahí con una especie de gancho. Llevo sus granadas a su cinturón y las cargas de balas al lado diestro de su cinturón, sonrío nuevamente y avanzo con rapidez –Es hora de comenzar con la misión…- dijo al acercarse a su navío, cuyo prendió viaje en rumbo al mar.
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