(Pasado) El último examen

Ya seis años habían pasado desde que había llegado a esa isla, desde ese entonces había vivido en la naturaleza haciendo más fuerte para la llegada de ese momento. Cuando por fin decidiera partir hacia el mar.

Sin embargo, a pesar de su seguridad, necesitaba algo más, una prueba o un reto lo suficientemente peligroso como para saber si de verdad estaba listo para las aventuras que tendría.

La isla de Eerie era especial en ese sentido, teniendo en cuenta no solo los gigantescos pajarracos que había en la parte superior sino que además contaba con un pueblo de caníbales dispuestos a comer a cualquiera que se les acercase.

- Entonces, ¿que debo hacer?- se preguntó en un murmullo que solamente estaba dirigido a él- ¿Que sería lo suficientemente peligroso y divertido para que pudiera dar por finalizado mi vida aquí y dar inicio a mi viaje por el mar?

Como si de destino se tratara una voz reclamó su atención en el momento que más necesitaba ayuda. Frente a él un hombre, de aspecto refinado y hasta algo bonachón, tocó su hombro haciendo que Laszlo se percatara de su presencia. Era extraño, cuanto poco, que no hubiera notado al hombre en si hasta que este le obligara a hacerlo sin embargo debido a lo confiado que era el joven no le dio importancia a ese hecho, si lo hizo a lo que ese hombre le quería comunicar.

Con un elegante gesto de quitarse el sombrero el tipo saludó a Laszlo y se presentó como James Rookwood sin embargo lo verdaderamente importante del hecho no fue su presentación sino lo que dijo a continuación de ella.

Un rumor sobre un tesoro que se encontraba en el pico más alto de la isla, donde ni siquiera los pájaros vuelan, sin embargo para conseguirlo debía superar no solo el lugar donde anidaban las aves sino también el pueblo de los caníbales. Teniendo en cuenta todo lo que eso conllevaba.

Los ojos de Laszlo brillaron de la emoción al pensar en semejante la semejante epopeya que sería conseguir ese tesoro. Las monedas no le interesaban demasiado sin embargo su estomago empezó a temblar de la expectativa de comprobar la veracidad del hecho.

- Entonces, a pesar de que podría haberse quedado con el tesoro usted solo me lo dice a mí y me ofrece el 70% de las ganancias - exclamó sorprendido Laszlo - De verdad señor Rookwood usted es una buena persona, no se preocupe yo soy el hombre que necesita para conseguir ese tesoro - dijo entusiasta- Solo espere aquí y yo volveré con el tesoro- le prometió sin dejarle meter siquiera una palabra en la conversación.

Sin esperar una respuesta del hombre, Laszlo, se lanzó en dirección hacia la aldea de los caníbales. Su ingenuidad y “emoción” eran tal que no se había puesto a pesar que tal vez Rookwood supiera algún detalle más sobre el lugar donde el tesoro estaba escondido, estaba tan animado con esto que no había esperado respuesta alguna solo se había lanzado a la aventura.

Tras caminar por unos largos minutos Laszlo se detuvo de improviso, si daba un paso más se estaría adentrando a una zona de la isla donde no frecuentaba mucho.

- Desde aquí empieza el territorio de caza de los caníbales, si me doy un paso más tal vez me encuentra con alguna de sus partidas de caza- detalló para si, por un momento su gesto parecía serio sin embargo…- ¡¡¡BIEN CANÍBALES AQUÍ ESTOY EN BUSCA DE UNA BUENA AVENTURA, VENGAN POR MÍ!!!- gritó con una enorme fuerza que provoco que hasta unos pequeños pájaros, que estaban sobre una rama, salieran volando asustadas.

Bien, era verdad que él estaba en busca de aventuras y hasta había incitado a los caníbales a que aparecieran y así volvieran el reto, ya difícil de por si, mucho más dificultoso.

Delante de él quince de los ya nombrados hombres come humanos aparecieron, su figura había perdido parte de humanidad, estaban tan jorobados como si fueran ancianos cuando en realidad eran jóvenes de no muchos años más que él. Al verlo se le lanzaron al ataque desesperados por probar ese nuevo plato que tenía su menú, el cual ya solo contaba con pájaros como cena.

Laszlo miró sorprendido como sus nuevos enemigos se habían lanzado a atacarlo con sus dientes como única arma. No era tan tonto sabía lo poderoso que estos podían ser teniendo en cuenta que él alguna que otra vez había probado a los pájaros que había en esa isla y entendía que si una persona se acostumbraba a comerlos mucho tiempo sus dientes no seguirían normales.

La desesperación estaba marcados en sus ojos sin embargo los de Laszlo solo mostraban seguridad y confianza, sabía que los caníbales eran fuertes, incluso tal vez hasta alcanzaran la mitad de lo que él era, sin embargo tenía la plena seguridad que él era mucho más rápido que ellos, no solo porque ya era más veloz que los humanos normales sino porque además esas jorobas no eran, ni mucho menos, cómodas para correr.

Los primeros dos que aparecieron fueron fácilmente esquivados por el joven gracias a una exquisita finta que dejó la mano la mano derecha del joven a la altura de la cabeza de uno de los caníbales situación que le permitió darle un buen golpe, al segundo bastó con ponerle la traba y así obligarlo a caer siendo fácilmente rematado por una patada también dirigida a la cabeza. Su forma de pelea no era muy técnica que digamos, había aprendido luchando contra animales sin embargo a pesar de que a sus golpes les faltara elegancia su potencia valía la pena.

Sin embargo no eran todas buenas para el joven ya que con el tiempo perdido al vencer a los dos primeros caníbales los otros habían llegado a su posición y hasta incluso uno estaba a pocos centímetros de él.

- Mierda – murmuró Laszlo al no llegar a tiempo a esquivar completamente el intento de mordida y recibir un corte en su brazo izquierdo provocado por la filosa dentadura del caníbal- ¡¡Toma!!- gritó antes de impactar su mano libre en el rostro de su agresor.

Tres menos, solo quedaba doce…

No era un panorama muy alentador para el joven y aunque no se arrepentía, de haber llamado la atención de los caníbales, si pensaba ahora una nueva forma de podes salir de este embrollo.

- Bien parece que debo felicitarlos- dijo el joven con una aparente seriedad- Me han obligado a demostrarles mi técnica de ataque final, siéntase agradecidos pocas veces tengo que usar semejante poder para pelear contra solo uno humano comunes y corrientes- agregó mientras su vista giraba por todo su entorno de pronto en el piso encontró algo que llamó su atención.

Bajo su píe derecho una piedra común y corriente, no más grande que su puño derecho, descansaba inerte. Con un rápido movimiento de sus pies levantó la piedra alcanzando la altura de su mano derecha.

Los caníbales lo miraban curiosos sin embargo Laszlo sabía que sus ansias de comer volverían si tardaba demasiado.

- Soy un usuario de una Akuma no Mi- les mintió- Con su poder puedo provocar una explosión en donde esta piedra caiga- les confesó señalándole la piedra- Ahora solo resta tirar la piedra lejos para llamar su atención y golpear a unos cuantos, los suficientes para permitir su escape-pensó antes de agregar- Para demostrarles mi poder, y así entiendan que enfrentarme en inútil les daré una demostración de mi poder- y sin decir más lanzó la piedra por detrás de los caníbales.

- Solo espero que se lo crean – pensó mientras veía volar la piedra y esperaba que sus enemigos siguieran su objetivo.